D.L.

Brasil, día 12. Douglas Maiki tiene amigos voluntarios; esos chicos que andan por cada rincón de la Copa del Mundo con una remeras celestes que ya nos hemos encargado de pechar varias veces sin resultado positivo; por lo menos hasta ahora.

Uno de ellos le había comentado que en el Centro de Prensa la gente anda muy apurada, que a veces los periodistas trabajan contra reloj según el huso o según se jueguen los partidos en horarios afines a sus cierres o no.

Como en aquel primer día de desorientación en "Beagá", Douglas se vino con nosotros para el Mineirao, porque era uno de los tantos chicos brasileños favorecidos con entradas para ver Argelia - Bélgica. Como Joao y Marilia, los dos adolescentes que nos acompañaron en el micro desde la Estación Venda Nova hasta el estadio; ella con unos rulos negrísimos y una increíble sonrisa de color marfil.

El pibe estaba encandilado con el colorido, la cantidad de gente, los cánticos de los argelinos, algo que los "refuerzos brasileños" alcanzaron a traducir como "One, two, three, Angelina Jolie". Nada que ver, pero en árabe sonaba más o menos así.

Justo cuando pasábamos por el puesto de unos policías militares pertrechados hasta los dientes, se acordó de algo que le había comentado su amigo voluntario. "Danieu, tenga cuidado cuando vaya al baño en el centro de prensa, porque andan todos a las corridas y por ahí se quiere meter en los boxes y anda alguno adentro".

¡¡Cómo me acordé de DM!!! Dos horas sólo tomando agua en el partido, cuando el mexicano Marco Rodríguez pitó el final del partido metí un sprint de 100 metros por la escalera, mochila al hombro, salí del centro de prensa, ingresé en la estructura temporaria que armaron para los baños y encaré la primera puerta.

Tenía razón Douglas; el japonés estaba más apurado que yo y sólo alcancé a verlo sentado en el trono, con un enorme cañón fotográfico estacionado a su derecha; salí y volví a olvidarme la recomendación de DM, y detrás de la puerta abierta, allí, un argelino con su bufanda verde colgada al cuello; en el tercero fui más precavido y como no estaba del todo abierta e interpreté escuchar una queja en un idioma extraño preferí la mesura.

Se podía demorar lo que fuera necesario. No fuera cosa que me terminara encontrando con una especie de Naciones Unidas escatológicas.