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D.L. / Belo Horizonte

¿Será la ansiedad del recién llegado?, pero fue inexorable no rendirse ante ella. Habían pasado unas pocas horas en Belo Horizonte, la curiosidad pudo más que la prudencia y nos fuimos para la Pampulha, el sector de la ciudad donde está el Mineirao, el Mineirinho, la iglesia San Francisco de Asís y mucho espacio parquizado que los belo - horizontinos aprovechan para realizar la actividad física.

Salimos de nuestro barrio Candelaria, tomamos el micro 64 y llegamos a la Estación Pampulha, un centro distribuidor para todos los puntos de la ciudad. La bienvenida fue inesperada, el avión de la presidenta Dilma Rousseff nos saludó a doscientos metros de nuestras cabezas, en pleno proceso de aterrizaje en el aeropuerto que debía llamarse... Pampulha.

Nuestros ojos debieron delatar a los anfitriones. Más en los primeros lugares buscados, pero nos confiamos demasiado en las recomendaciones de la estación, y cuando llegamos de vuelta, como a las 2 de la tarde, había cambiado el personal administrativo.

¿Cómo volver? Buena pregunta en una ciudad desconocida, con inseguridades aún en el manejo del idioma, sin contactos más que nuestro anfitrión. ¿Su teléfono? Lo habíamos dejado en la valija...

Perdidos dos horas en Belo Horizonte, sin pistas para el regreso, alguien puso en nuestro camino a Douglas Mike, un morenito que no pasa los veinte años, de sonrisa blanquísima, empleado en un negocio de telefonía del centro comercial "Vía Brasil", cruzando la avenida con la Estación que vive... en el barrio Candelaria.

"Yo los llevo" nos dijo. Nos acompañó hasta la parada, subimos al micro, atravesamos el caótico tránsito de la ciudad, se bajó con nosotros y juntos caminamos unas cinco o seis empinadas cuadras hasta la puerta de nuestra casa, Vía Cruzeiro da Fortaleza 75, del Barrio Candelaria.

Menos mal que apareció Douglas Mike; desde entonces nuestro compañero inseparable en Belo Horizonte.

Diario de viaje