Hay que apelar a la ayuda tecnológica para establecer todo el tiempo que transcurrió entre el último olavarriense en lograr la clasificación para un Mundial juvenil de la FIFA y este 2-1 sobre Uruguay que ayer metió a la Argentina y a una de sus grandes figuras, Pedrito De la Vega, en el Mundial de Polonia a una fecha para el final del campeonato Sudamericano de Chile.

Pasaron exactamente 40 años y siete días desde aquel miércoles 31 de enero de 1979, en el estadio Centenario de Montevideo, a este jueves 7 de febrero de 2019 en "El Teniente" de Rancagua.

Dicen las crónicas que, con una gran expectativa, se llevó a cabo la doble jornada de clausura del cuadrangular final en el histórico coliseo uruguayo; también recuerdan que la Argentina logró el pasaje a Japón (donde luego deslumbraría con un fútbol maravilloso, alabado por todos los tiempos) eliminando a Brasil al superarlo por 1-0, y resaltan en todas las síntesis que se pueden encontrar por ahí que fue con gol de Hugo César Alves de penal.

Ahora le toca a Pedro. El pibito que deslumbraba con la camiseta de Ferro en los campeonatos de divisiones inferiores de la Liga; el que asombraba por los pueblos vecinos en esos torneos que se hacen todos los veranos; el que designaron en AFA mejor futbolista juvenil en 2017. La saeta rubia que humilló a los defensores de Racing y de River; el diamante que miran el Real Madrid, la Juventus, el Ajax y vaya a saber cuántos más.

Es de acá y desde el día de la patria del próximo mayo hasta el 15 de junio tratará junto con su camada de reverdecer en Polonia aquellos laureles que en la última década se encargaron de marchitar dirigencias nefastas.

Aquel equipo maravilloso de 1979 tuvo que esperar hasta el penal de Hugo Alves para asegurarse el boleto a Japón, a este Sub 20 que se armó de apuro, que cambió tres entrenadores en seis meses (Beccacece, Scaloni, Fernando Batista) el cierre le resultará más agradale.

Tal vez con la resaca de esta gran alegría, pero también un bonus truck irresistible el domingo que viene: Brasil enfrente y la posibilidad en sus manos de volver a levantar la copa del torneo juvenil más célebre del continente, que la Argentina ganó por última vez en Uruguay 2015. Un torneo de donde salieron desde 1977 en Venezuela a la fecha todos los genios americanos de exportación que después brillaron en los gigantes del mundo.

Ningún partido con Uruguay es un trámite, pero pintaba para algo parecido después del gol de Maroni en los primeros segundos del segundo tiempo que puso el marcador 2-0.

Aparecieron los espacios, la desesperación celeste, el tercero estaba al alcance de los dedos, y el pibe Facundo Medina cometió uno de esos actos irresponsables que no deben quedar sin reprimenda: metió un manotazo en un costado, en una pelota que se iba al lateral, y vio la roja directa.

Sirve para dimensionar la clase de partido que estaba jugando la Argentina hasta ese minuto. Sólido, seguro, bien con la pelota. A partir de allí surgieron los instantes de incertidumbre, pocos, pero evitaron un cierre a toda orquesta, y le costaron el cambio a Pedro para no desproteger la zona defensiva.

Aníbal Moreno a los 24m (con un golazo desde fuera del área) y Gonzalo Maroni antes del minutos del segundo tiempo marcaron los goles argentinos; Nicolás Schiappacasse 4 minutos después de los 90 hizo el descuento. 

Uruguay llegó primero con peligro, con un buen disparo de Schiappacasse que atajó Agustín Roffo, pero con la Argentina mejor plantada en el terreno dentro de un trámite enredado. 

En la primera llegada de riesgo, la Argentina abrió el marcador con una joya: Maroni buscó a Julián Alvarez con caño y todo; el de River alargó para Moreno y la gran revelación de este torneo la clavó en el ángulo superior derecho del arco de Renzo Rodríguez. 

Uruguay recién se aproximó sobre el cierre de la etapa, con un cabezazo de Sebastián Cáceres que controló bien Roffo. Movieron y se empezó a definir esta cuestión: gran pase de Pedro para Pereyra en la izquierda; desborde, aguantó Gaich, Maroni definió al palo izqueirdo y empujó el rebote.

Se rompió el partido; y la Argentina empezó a manejar todos los conceptos como en el segundo tiempo contra Venezuela.

Antes del cuarto de hora pudo haber aumentado Adolfo Gaich, pero perdió en el cara a cara con el arquero. En la respuesta Facundo Batista tiró la pelota sobre el travesaño, y en otro contragolpe Maroni no le acertó al arco, después de haber corrido desde propio campo 50 metros con la pelota. 

Cada recuperación anunciaba un peligro de gol. Empezaba el floreo, pero... Facundo Medina la pifió feo y quedó aguantar hasta el minuto 94. Después sí, el festejo, el desahogo, la conexión de Pedro con la tribuna, con sus padres y con todos los afectos que alentaron detrás de esa bandera argentina con la inscripción "5 - Pepo".

Otro Mundial Sub 20 espera a la Argentina. Aquí en Olavarría será distinto a casi todos, menos al de cuarenta años atrás.