@panchoferrari

Retiros de jugadores hay muchos, casi todos los días, después de cada torneo, al concluir una temporada o antes de arrancar la siguiente. Así funciona, unos debutan, otros se van, hay un vencimiento biológico que más tarde o más temprano a todos los alcanza. Todas las despedidas, más públicas o más privadas, son igual de emotivas y de dolorosas para sus protagonistas. Desde las grandes estrellas a los mediocres deportistas de algún torneo barrial al que un día el cuerpo también le dice basta.

Las diferencias son las repercusiones, el interés de los medios y de los hinchas, la viralización en las redes sociales. Pero ese es otro tema. Despedidas son despedidas. De las grandes ligas o de acá a la vuelta. Dejar, retirarse, decir adiós, colgar los botines, o los guantes, o la raqueta o lo que sea. Llamalo como quieras. Un duelo inevitable, pero que rara vez cambia demasiado el rumbo de las cosas, salvo el día a día del (ahora ex) protagonista del que se trate.

Eso sí, hay despedidas que duelen un poco más que otras. O que uno quisiera que no terminaran de llegar nunca. Como la de Luis Scola, sí. Cinco mundiales, cinco juegos olímpicos, medalla de oro, medalla de bronce, dos veces subcampeón. Todo lo que quieras, pero nada alcanza, siempre le pedíamos un torneo más, un esfuerzo más. Como canta la hinchada ese no te vayas campeón / quiero verte otra vez.

No lo admiro por lo que lo admiran otros periodistas. No lo admiro por su conducta ejemplar, por su comportamiento casi europeo como algunos dicen. No uso su imagen para oponerla a cualquier talentoso que decidió derrochar su talento, o parte de él, por una vida privada más o menos desprolija. No me interesa, no es mi tema, no juzgo lo que un deportista hace de la línea para afuera.

Ni siquiera me interesa lo que otros le preguntan. No quiero saber la opinión de Scola sobre la grieta política, ni sobre las idas y vueltas en la relación de los fanáticos con Messi, ni sobre los beneficios o no de vacunarse contra el coronavirus. No pretendo que Scola marque el rumbo de la Nación, ni lo endioso, ni lo subo al altar ni nada por el estilo.

Admiro justamente al otro Scola. Al que descuida su imagen. Al que seguramente desoyó los consejos de quienes más lo quieren. Al que decidió arriesgar y perder prestigio por jugar hasta que le diera la gana. Al que no calculó cuál era el momento ideal. Al que no esperó su pico para irse y dejar una imagen épica. Al que no miró qué otros decían que sí para después decidir. Al egoísta admiro. Al terco admiro. Al que le quitó tiempo a su esposa y a sus hijos. Al que siguió cuando no tenía que seguir. Al que se encaprichó con un torneo más. Al imperfecto. Al Scola de piernas ya más lentas y pelo más canoso. Al que se podría haber ido en andas y se fue 40 abajo. A ese admiro yo.