La especialista en envejecimiento, responsable de la columna Palabras Mayores, habla de avanzar hacia la reciprocidad, de repensar la contención y que las emociones esté en primer plano.

La tarea de cuidar deja marcas emocionales muy significativas y fuertes si es llevada a cabo con responsabilidad y vocación", dice Miriam, cuidadora domiciliaria, convencida de que los vínculos tienen un protagonismo único e intransferible. Un gran porcentaje de las personas mayores que están en situación de dependencia y requieren asistencia diaria aún viven en sus casas por lo que, justamente, a la privacidad de esa función se le suma el trabajo precarizado de algunas cuidadoras domiciliarias en un rol que queda invisibilizado.

"Así como la gerontología tiene la necesidad de revisar el modelo residencial actual debido a que no responde a las necesidades y demandas de las personas mayores" es necesario "reconfigurar y valorar el cuidado domiciliario", plantea la licenciada Belén Pacheco, responsable de la columna "Palabras Mayores", de EL POPULAR Medios.

La profesional se apoya en dos pilares fundamentales: la valoración integral de las necesidades de la persona mayor como sujeto de derecho y no como objeto o agente pasivo solo receptor de cuidados y la figura relevante del cuidador domiciliario como aquella persona que atiende de manera personalizada a la persona en las tareas que verdaderamente quiera o necesite.

El cuidador domiciliario es "un técnico de apoyo en las actividades de la vida diaria que de ninguna manera releva a la familia de su responsabilidad, sino que es un auxiliar que coopera y colabora ayudando a solucionar los problemas inmediatos, antes de que se agraven. Por lo que actúa desde la prevención, promoción, educación y asistencia", detalla Pacheco.

El cuidador además de brindar un servicio "genera un clima de encuentro y con vínculo de empatía y escucha activa, sin caer en falsas creencias de condenar a la persona mayor a un estado de dependencia forzoso. Por lo contrario, tiene que pensar en estrategias que promuevan y faciliten la autonomía, la independencia y la participación", explica.

Además tiene la "responsabilidad de encontrar acuerdos con el sistema familiar de la persona a quien cuida" de forma tal que quede "preestablecido su rol y tareas a cubrir, por lo que en óptimas condiciones debe tener suficientes habilidades comunicacionales y de negociación para defender sus derechos y garantizar en paralelo un buen trato con la persona mayor", describe la especialista en envejecimiento.

En tiempos de pandemia

Con respecto a las profesionales de atención directa, la profesional observa que hay inquietud, miedo, nerviosismo, ansiedad, preocupación y emociones encontradas. "Se encuentran en la encrucijada de ofrecer un cuidado personalizado y cercano, garantizando a su vez medidas de protección para evitar el contagio. Es por ello que me pregunto si en épocas de pandemia les estamos ofreciendo el reconocimiento que merecen", señala Pacheco.

Asimismo, se replantea si "disponen la orientación y el acompañamiento que precisan ante una tarea tan compleja o si reciben contención y apoyo psicológico en este escenario difícil de sobrellevar".

En medio de esta crisis sanitaria por el coronavirus, "creo que las hemos dejado solos, no hemos aún construido las redes suficientes para que puedan sentirse acompañadas, visibilizadas y apoyadas en tiempos donde el escenario está cargado de caos y confusión".

A su entender, sería conveniente "ser escuchadas, reorganizadas y orientadas para lidiar de la mejor manera posible con sus preocupaciones y sus responsabilidades diarias. En paralelo a la información, debe existir apoyo y contención porque han quedado desprovistos de herramientas y dispositivos en donde ellas sean destinatarias".

La realidad indica que "muchos han naufragando en aguas de dudas e inquietudes que aun no logran resolver, intentando sostener que el barco no se hunda porque también pueden ser señaladas por el dedo acusador que emerge en estos tiempos. Claramente siento que no podemos seguir sosteniendo este problema, porque los efectos adversos serán categóricos, lo que podría dar como resultado una nueva pandemia emocional resultad de la dejadez y abandono".

Lo que propone Belén Pacheco es que "revisemos la visibilidad de los aspectos ocultos y el reconocimiento que le estamos dando a los cuidados domiciliarios, miremos de forma consciente y aceleremos el proceso transformador camino a una mejor versión de cuidados".

Cuidar cuidándonos

Los cuidadores/as se encuentran inmersos en la rutina del cuidado y por lo general no encuentran momentos para reflexionar sobre su situación y sobre sus propias necesidades. De esta manera, termina en muchas ocasiones incluso enfermando.

El cuidador deberá "estar atento y aprender a gestionar sus propias emociones e identificar aquella situación que escapa de su control, al igual que detectar los momentos en los cuales pedir ayuda. Todo cuidador no debe de dejar de prestar atención a sus propias necesidades de autocuidado, ya que esto le permitirá hacer no solo mejor su trabajo, sino también sentirse bien consigo mismos", indica Pacheco.

Por otro lado, tendrá que "identificar sus atributos y sus herramientas al momento de afrontar situaciones difíciles, con el fin de potenciar aspectos positivos de sí mismo, de la persona mayor y familia, lo que le permitirá prevenir episodios confusos, malestar y malos entendidos", añade.

Por ello será tarea del cuidador procurar situaciones de "bienestar que trasmitan tranquilidad, satisfacción y confianza familiar. Así es como, surge la necesidad de desarrollar estrategias que los ayude a cuidar y no dar su propia salud en el intento".

Lo cierto es que el desgaste profesional es un proceso en el que "el estrés y las ansiedades de cada día, que no se atienden, socavan gradualmente la salud física y mental del cuidador, por lo que con el tiempo afectan la atención que brinda y las relaciones personales. Los cuidadores son ellos mismos sus propios instrumentos de trabajo, pues entonces ¿Por qué no cuidar de sus propias vidas?", enfatiza Pacheco.

Finalmente, la profesional se vale de una metáfora donde se plantea que "la mayoría de las veces el héroe quiere ofrecer lo que percibe como carencia de la víctima. No distingue que el ´dar sin pensar´, en vez de sumar, resta. No se da cuenta que avanza sobre la dignidad del otro y por lo tanto sobre su potencia. Ante la catástrofe, el salvador brinda a la víctima todo lo que supone que necesita, sin dejarle espacio para desplegar su propia fuerza. El héroe no puede negarse a nada porque atrapado en su automatismo queda él mismo como objeto de servicio".

Ahora bien, "invito a todas aquellas personas que ofrecen sus cuidados a dejar de ser héroes y convertirse en sujetos lo que quiere decir que, además de dar, hay que ser capaz de pedir y recibir. Hay que poseer la habilidad de construir reciprocidad e intercambio. Cuidar al cuidador es enseñar y orientar a hacer su trabajo de la mejor manera posible y dentro de sus capacidad, ayudarlo a pensar el vínculo y a dar y tener la mejor calidad de vida".

María y su vocación

María trabaja desde los 17 años y por diferentes circunstancias de la vida, para poder afrontar la crianza de sus hijas, tuvo la posibilidad de tener su primer trabajo en una residencia para adultos mayores. "Ahí podría decir que descubrí una vocación donde me sentía cómoda de servir, acompañar y contener", explica con entusiasmo.

Luego logró brindar mis servicios en los domicilios particulares de personas mayores y "recientemente cuidé de una persona mayor llamada Amelia a quien quise mucho y con quien construimos un vínculo mutuo gratificante y significativo".

A partir de esa experiencia "vi la necesidad de capacitarme y lograr la finalización de mi formación en cuidados domiciliarios, incluso a pesar de las vicisitudes de la vida. Eso me lleno de orgullo y satisfacción. Hoy siento que estoy mejor capacitada, con más experiencia adquirida y por sobre todo con una mirada más centrada en los cuidados que requiere la persona sin perder de vista sus derechos y la dimensión ética y moral que eso conlleva", destaca María.

En su escala de valores, habla de "la higiene, el confort y los intereses" peor también de "los deseos, la historia y el vínculo con la persona, que es lo que me hace disfrutar mucho más mi trabajo".

Miriam y un vínculo único

Miriam estuvo al cuidado de Pocho por un determinado tiempo. "Acompañaba a la familia, colaboraba para la correspondiente ingesta de la medicación y lo asistía en aquellas actividades que ya no podía realizar por sí solo", cuenta la cuidadora domiciliaria. Esa relación fue creciendo y "gracias al vínculo que fuimos construyendo logré identificar sus deseos y necesidades a pesar de su deterioro", destaca Miriam.

Al mismo tiempo, el de brindar sus servicios la hacía "formar parte de la familia y admiraba el amor que su esposa le expresaba. Y los contenía en todo lo que estaba a mi alcance. Mi satisfacción más grande es sentir el contacto, el encuentro y el intercambio de miradas más allá de su enfermedad y las situaciones adversas", señala con gratitud.

La conexión fue tan importante que "incluso había días donde escuchábamos música y notaba en sus ojos su felicidad, algo que me llenaba de emoción".

Derechos del cuidador

-Tengo derecho a cuidar de mí mismo.Esto no es un acto de egoísmo, pues me dará la capacidad de cuidar mejor de mi ser querido.

-Tengo derecho a pedir ayuda a otro. Reconozco las limitaciones de mi resistencia y mi fuerza.

-Tengo derecho a mantener facetas de mi propia vida que no incluyan a la persona que cuido, del mismo modo en que lo haría si dicha persona estuviera sana. Sé que hago todo lo razonablemente posible para esta persona y tengo el derecho de hacer algunas cosas sólo para mí.

-Tengo derecho a enojarme, a estar deprimido y a expresar ocasionalmente otros sentimientos difíciles.

-Tengo derecho a rechazar todo intento por parte de la persona cuidada, ya sea consciente o inconsciente, de manipularme a través de la culpa y/o la depresión.

-Tengo derecho a recibir consideración, afecto, perdón y aceptación.

-Tengo derecho a estar orgulloso de mis logros y de aplaudir el coraje que a veces fue necesario para enfrentar las necesidades de la persona mayor a quien prestó mis servicios.

-Tengo derecho a proteger mi individualidad y derecho a tener mi propia vida, que me sostendrá cuando la persona a quien cuido no lo necesite.

-Tengo derecho a esperar y a exigirque a medida que se hagan nuevos avances para encontrar recursos para ayudar física y mentalmente a las personas mayores que requieren de cuidados de nuestro país, se hagan también avances similares para ayudar y apoyar a los cuidadores.

-Tengo derecho a una mantener una relación laboral formal y formar cooperativas en un entorno de economía social para brindar un servicio de calidad y dignidad al hacerlo.

-Tengo derecho a recibir información y adquirir nuevos conocimientos.

-Tengo derecho a descansar y disponer de tiempo libre.