Un griterío incesante como eco a cada palabra, cada frase que salía de la codiciada boca de Dua Lipa viajó con el viento de la zona norte de la Ciudad de Buenos Aires. Así se fue transformando y multiplicando la histeria que generó en esta parte del mundo la cara más bonita del pop global. Y ella, seductora como siempre, como nunca, alimentó la tensión dándole a su multitud todo aquello que vino a buscar: miradas, meneos, besitos, caricias, dedicatorias, promesas, saludos en español.

Fans eufóricos que acamparon por semanas para ganar el vallado, otros con carteles que le proponían a la diva tomarse un fernecito, familias con los más chicos a cocochito, los más rezagados en el campo trasero tratando de ver algo del rumor que llegaba desde el escenario, vecinos de los balcones de la calle Ortega y Gasset que montaron improvisados VIPs para conectar con la fiesta que sucedía allá abajo: todos querían ver ALGO de su belleza exótica, lo que sea.

A diferencia de Beyoncé, Dua Lipa todavía no se cansó de ser sexy. Así, sobre el escenario y la pasarela del Campo Argentino de Polo puso a desfilar sus encantos como la modelo que también es. Y compartió su indestructible aura de bitchie hegemónica con esas efectivas bombas con las que viene sacudiendo hombros en todo el mundo. "Let's get physical", pidió de movida y en el primer estribillo de la noche, por si quedaba alguna duda.

Desde el minuto cero también plantó su concepto, esta future nostalgia como brújula y educación sentimental: un pie en el pasado -con todos esos detalles rítmicos y melódicos que recuerdan a viejos éxitos-, otro en el futuro hacia el que se proyecta, y un presente a puro disfrute en el que no cabe otra posibilidad que bailar este blend de hits. Disco, baby, disco, sugiere con su dance-pop de dobleces retro.

Con información de: Infobae