El caso Arata: una familia quemada, 54 hipótesis delirantes y una condena por robo
En julio de 1983 tres personas ingresaron a una casa con intenciones de robo. Tras varias horas, prendieron fuego a los integrantes de la familia y a su empleada doméstica en una construcción abandonada en Morón. Fueron condenados a prisión perpetua.
Eran tiempos difíciles los de 1983 en la Argentina y la situación económica muy crítica. En enero, la inflación había sido del 16% y la brecha cambiaria llegaría al 75% en los días previos a las elecciones de ese año. Nada a lo que no esté acostumbrado el argentino, pero que siempre genera preocupación, dolor y, claro está, la agenda mediática. Eran momentos también donde la Multipartidaria, integrada por el justicialismo, el radicalismo, el Partido Intransigente, la Democracia Cristiana y el desarrollismo, presionaban por los comicios libres, los desaparecidos y por los derechos sindicales.
Cuando la Convención Nacional de la UCR se aprestaba a proclamar la fórmula Raúl Alfonsín-Víctor Martínez, una noticia escalofriante sacudió la opinión pública y en ese momento ganó las primeras planas de los principales diarios del país: Clarín, Crónica, La Nación y La Razón inundaron de hipótesis sus páginas. El 20 de julio de 1983, en una casa a medio demoler en el partido bonaerense de Morón, la Policía encontró los cuerpos calcinados de cuatro personas. Se trataba de la familia Arata y su empleada doméstica.
Todo había comenzado pasado el mediodía del día 19 a metros de la avenida Pedro Goyena de Caballito, donde vivían el ingeniero Jorge Osvaldo Arata (64), su esposa Leonor Romero (62), y su hija Mónica Beatriz (28), cirujana del Hospital Rivadavia. Trabajaba allí la empleada doméstica Rosa Lezcano (23), quien recientemente se había enterado de que estaba embarazada.
Jorge Alberto Assad, Juan Carlos Rossi y Jorge Rodolfo Rosas ingresaron a la vivienda cuando estaban Arata, quien tenía una pierna enyesada, y la empleada. Algunos de los delincuentes habían estado trabajando en refacciones en esa casa y, al parecer, tenían un dato equivocado sobre un supuesto monto de dinero que la familia iba a cobrar.
Estaban armados y no tardaron en ponerse violentos. Pedían joyas y dinero, y ante la falta de respuestas los maniataron. Cerca de las 17 llegó Mónica y se encontró con los intrusos y su padre atado. A ella también le pidieron por la supuesta plata.
Las horas de agonía se extendieron hasta las 21, cuando llegó la esposa de Arata, a quien la torturaron usando cables de electricidad, para después estrangularla. Fue la primera víctima del hecho.
El traslado
Cerca de la medianoche, y sin respuestas por la plata que buscaban, al parecer unos 40 mil dólares, los tres malvivientes pusieron el cuerpo de Leonor en el baúl del Ford Taunus de la familia. El padre, su hija y la empleada doméstica también fueron subidos al auto.
En lo espeso de la noche, Rossi manejaba, acompañado por Rosas. A poca distancia, como controlando todo para evitar algún contratiempo, Assad viajaba en su Ford Falcon.
Cuando llegaron hasta un terreno con una construcción abandonada en Villa Sarmiento, Morón, los bajaron rápidamente, para no llamar la atención de ningún vecino. También trasladaron el cuerpo de la mujer de 62 años. Allí los cubrieron con una frazada, los rociaron con combustible y los prendieron fuego. Salvo Leonor, el resto estaba vivo.
La investigación
Al otro día, a Horacio, le sorprendió que su hermano Osvaldo no estuviese en su casa. Cuando los efectivos de la Comisaría 12 se disponían a empezar con la averiguación de paradero, los cuerpos calcinados fueron encontrados en Morón. Horacio reconoció en la morgue los restos de su sobrina y el de la empleada. Y al revisar la casa de los Arata, el círculo cerró: estaba todo desordenado.
Ahora el interrogante pasaba por descubrir quién había cometido semejante salvajada. Y nada fue fácil al principio. Los investigadores manejaban, en esas primeras horas, hipótesis de venganza, ajuste de cuentas, pasional y hasta de que había actuado un grupo comando argelino. Páginas y páginas se escribieron, y cada uno de los integrantes de la familia quemada tenía a su alrededor un par de teorías que servían como disparadora de la masacre.
Los tres albañiles fueron a declarar, en calidad de testigos por haber trabajado en la vivienda de los Arata. Aunque no fueron detenidos.
Pasó casi un año hasta que se desentrañara el caso. En mayo de 1984, Rosas, que estaba detenido en una comisaría por una causa por robo, confesó el crimen. Días más tarde apresaron a Rossi, que también contó el hecho y marcó a Assad como el que estranguló a Leonor y prendió fuego al resto.
En la casa de la pareja de Assad, Sonia Sapena, secuestraron objetos de los Arata. A ella la procesaron por encubrimiento, pero en el juicio, que fue en mayo de 1985, fue sobreseída por la prescripción del delito. En cambio, los albañiles fueron condenados a prisión perpetua.
Atrás quedaba un caso que se llevó páginas de diarios y horas de TV. Atrás quedaban las 54 misteriosas e hilarantes hipótesis sobre el múltiple crimen.
La Justicia determinó que los mataron simplemente para ocultar un robo.