El documental "Cheto Cheto" busca reflejar "la hipocresía del sistema carcelario"
El trabajo del realizador y actor Fabio Zurita retrata cómo vive un grupo de jóvenes en un instituto de menores y cómo, a través de un taller de cine, pueden contar en primera persona sus sueños e historias de vida.
"Quería expresar la hipocresía del sistema carcelario, un sistema que en general solo captura y condena a los chicos por ser pobres, donde se los deja guardados y, cumplido el plazo, se los tira en la calle con una posibilidad: la de entrar a una puerta giratoria que no les permite salir nunca del encierro", postuló Zurita en una entrevista con Télam.
El filme retrata a un grupo de jóvenes que conviven hacinados en un instituto de menores de La Plata y que narran en primera persona su participación en un taller de cine, además del derrotero que transitan al entrar y salir de cada institución, el traslado de un penal a otro, el triste final de algunos y la esperanza de otros.
Este documental, que cuenta con la participación de Osvaldo Bayer, "permitió que los chicos se vean a mismos, que no se dejen engañar y que no sean carne de calabozo: Quienes participaron del proyecto dejaron ese mundo atrás y hoy disfrutan con otros ojos, reflexionan de otra manera ante la vida y se valoran", contó el también director de teatro y realizador de la cinta "Antonio Puigjané, el Piru".
"Hace falta trabajar seriamente en el cuidado de los más chicos y necesitados, es una pandemia que no tiene prensa, no habrá una marcha por ellos en Buenos Aires, son invisibles a la hora de defenderse. En síntesis, debería existir el taller de cine y la cárcel no", sentenció el cineasta.
- ¿Qué te motivó a realizar talleres de cine en instituciones de menores?
- Fui convocado por Pablo Navarro, que en ese entonces era el Secretario de Niñez y Adolescencia de la provincia de Buenos Aires, para trabajar en ese organismo; la vida nos cruzó por una historieta que realicé sobre la violencia en el fútbol en tiempos de la dictadura. De entrada le dije que no porque creí que emocionalmente no podía trabajar en ese contexto, pero después lo pensé y me di cuenta de que se podía hacer mucho y, además, sabía que tenía una deuda con los jóvenes. Fui uno rebelde y pasaba mucho tiempo en comisarías y al no estar a favor del poder de turno y al querer canalizar por lugares equivocados, me mantuve a un paso de ingresar a un lugar de encierro mayor. Entonces inicié los papeles burocráticos para ingresar a una institución, al año me llamaron para trabajar en el instituto cerrado en Virrey del Pino y recién ahí comprendí qué era trabajar con jóvenes adolescentes y sus distintas dolencias, angustias y bravuras. Lo primero que me motivó a través del cine fue trabajar el quiebre que existe entre lo que se vive en la calle con adultos poderosos y abusivos, contrarrestado con ese pequeño mundo del encierro. Luego el taller de cine comenzó a fluir por sí solo y llevé la experiencia a otros institutos cerrados de la provincia.
- ¿De qué manera transitaste esta experiencia?
- La experiencia no se termina nunca, porque cambia de un día para otro, cada pibe nuevo deja una enorme enseñanza y a través de su mirada se puede conocer el conurbano profundo y cómo se vive en cada barrio de emergencia. El haber documentado la vida de Fray Antonio Puigjané me dejó una gran sabiduría de entrega y ver al prójimo como a un hermano, y eso lo apliqué en las clases y muchas veces sentí que la gran mayoría lo interpretaba.
- ¿Qué buscaste reflejar en el documental?
- Previo a quedarme en el Alfaro, en cada instituto que recorrí, en cada grupo de pibes que me pedían hacer una película, yo les hacía la misma pregunta: "¿qué quieren contar?", y la respuesta que más circulaba era "que la gente vea que no somos monstruos, queremos contar qué pasa acá adentro". El monstruo es el encierro.
- ¿Cómo describís a estos jóvenes?
- La mayoría de los chicos vienen de hogares humildes, parte de ellos son analfabetos y en algunos casos salieron a trabajar desde niños. Tienen mucha actitud y enormes ganas de hacer, pero muchas veces sin las herramientas necesarias para encontrar su lugar u oficio, se cruzan con algún adulto mal intencionado que les brinda herramientas equivocadas. A algunos los he visto trabajar y son muy profesionales. Obvio que no todos tienen el mismo gusto y el que no encuentra su ocupación o satisfacción tiende a la rebeldía. Por el taller de cine pasa la gran mayoría y quizás después dejan porque prefieren dedicarse a algún oficio. Algo que después en la calle no encuentran y dentro de la institución muchas veces por falta de presupuestos tampoco.
- Según tu experiencia, ¿qué opinás sobre los reclamos de algunos sectores de la población y de los medios de comunicación que piden la baja de la edad de imputabilidad?
- Que los chicos estén dentro de un instituto de menores marca el error que cometemos los adultos y la falta de alternativas en la vida de esos jóvenes que encuentran como opción el delito. Ya sea por ser inducidos o por la necesidad de alimentarse, vestirse bien o cierto poder que buscan imitar de modelos equivocados. Bajar la edad convierte a los niños en adultos que deben hacerse cargo de las irresponsabilidades de la sociedad. Cuando digo adultos no me refiero a los padres, que muchas veces son víctimas de las ofertas vacías que les hacen a sus hijos, sino al conjunto de la sociedad que comete errores constantemente.