El homicidio del joven nutriero, un pueblo enojado y una condena que no cerró heridas
Hace 25 años, un policía de Pila mató a Cristian Cicovicci mientras cazaba nutrias con dos amigos. Les quiso robar los cueros y el joven se negó. Pese a ser condenado a quince años, pasó poco tiempo tras las rejas.
Agencia DIB
Cristian Cicovicci tenía 18 años y solía cazar nutrias junto a dos amigos en las cercanías de Dolores, en donde vivía con su familia. Hace 25 años, mientras se encontraba en un campo ubicado a 60 kilómetros de esa ciudad de la provincia de Buenos Aires, un patrullero con tres policías se les acercó y quisieron quedarse con su botín: 26 cueros que cargaba en una bolsa. Lo que pasó después tiene dos versiones, pero un trágico final: uno de los efectivos, Oscar Cuello, le pegó un disparo que terminó con la vida y las ilusiones de Cristian. Un caso de "gatillo fácil" que tuvo una condena a 15 años pero que tuvo tras las rejas al policía sólo cuatro.
El joven, junto a otros dos cazadores, estaba en cercanía de la laguna El Sermón, ubicada en una estancia de Pila conocida como La Azotea. Cuando ya la jornada llegaba a su final en esa pequeña localidad del centro este de la provincia y de unos 2500 habitantes, un patrullero, alertado por la actividad que era frecuente, llegó al lugar. Cuello se bajó, mientras que Jacinto Lazarte y Pablo Lazcano, contemplaban todo desde arriba del vehículo.
El inspector, con su pistola reglamentaria en la mano derecha, les ordenó a los tres jóvenes que le entregaran los cueros de nutria, pero Cicovicci se negó. De acuerdo a lo que relataron los cazadores Gustavo Carlomagno y Marcelo Asentini, la resistencia fue mínima, pero Cuello hizo arrodillar al joven y le disparó en la cabeza.
La versión de Cuello fue totalmente diferente. Dijo, cuando declaró, que él quería detenerlos porque estaban cazando de manera furtiva. Adujo que Carlomagno intentó golpearlo con un palo y que luego Cicovicci lo atacó con un cuchillo. En el forcejeo, agregó, se le disparó el arma. Sin embargo, el cuchillo nunca apareció y el balazo que mató al joven "en forma casi instantánea" fue realizado desde una distancia de entre 15 y 30 centímetros. Todas pruebas en contra de la versión policial.
El 22 de abril, dos días después del hecho, Cuello fue trasladado a los tribunales de Dolores para ser indagado por la jueza Susana Yaltone. Allí, más de 300 vecinos entre familiares y amigos esperaban con ansias de hacer "justicia por mano propia". Indignados, aprovecharon para golpear duramente en un pasillo a Cuello, quien consiguió refugiarse junto a los policías que lo trasladaban en un baño. De allí fue rescatado por la jueza.
La turba llevó su protesta a la calle, con gritos que avisaban su intención de matar al policía. La Infantería de La Plata buscó reforzar la seguridad, pero calentó más el ambiente. Mientras el detenido se negaba a declarar, fuera de los tribunales volaban piedras, palos y trompadas. Luego que algunos vidrios terminaran rotos, la intervención del intendente Alfredo Meckievi y otros dirigentes, logró llevar algo de tranquilidad.
Juicio y tensión
Recién dos años más tarde, Cuello, ya exonerado de la Bonaerense, llegó a juicio. Bajo estrictas medidas de seguridad, más de 100 testigos pasaron por los tribunales para declarar ante los jueces Yaltone, Raúl Begué y Jorge Dupuy, el trío que se hizo famoso por las condenas en el caso del crimen del fotógrafo José Luis Cabezas. Quienes no se sentaron en el banquillo de los acusados fueron los otros ex efectivos que fueron testigos del hecho: Lazarte y Lazcano, quienes habían sido sobreseídos del homicidio, pero fueron investigados por incumplimiento de los deberes de funcionario público.
En abril de 1988 y mientras en las calles reinaba un clima de pueblada ante el temor de una posible absolución, la Cámara de Dolores condenó a diez años de prisión al oficial exonerado, quien escuchó las tres horas de la resolución nervioso, entre lágrimas y mayormente con la mirada hacia el piso. El fallo de dos votos contra uno, fue calificado como "tentativa de robo agravado por homicidio, violación de los deberes de funcionario público y homicidio culposo, todo en concurso ideal", y confirmó que Cuello intentó robarle a Cicovicci las pieles de nutria, pero que lo mató sin intención, por "imprudente". Por esto la pena fue mucho menor que los 18 años de cárcel que había pedido la fiscal.
En los fundamentos, dos magistrados dieron por sentado que los efectivos de la comisaría de Pila sustraían en forma habitual el producto de la caza a los nutrieros y después comercializaban el botín. Sin embargo, Begué descartó la imputación de tentativa de robo, pues no halló "elementos que indicaran que Cuello quería quedarse con los cueros".
Tanto la defensa del ex policía como los familiares de la víctima no quedaron conformes. Y allí comenzó un festival de apelaciones que llegó, inclusive, hasta la Corte Suprema de Justicia de Nación. Tras idas y vueltas, la nueva pena fue de quince años, al ser hallado responsable de los delitos de "violación de los deberes de funcionario público, robo con homicidio en grado de tentativa, y homicidio simple con dolo eventual".
Al respecto, el diputado nacional Ramiro Gutiérrez, quien fue el abogado defensor de la familia Cicovicci, contó a agencia DIB qué pasó tras ese derrotero del fallo. "Logramos que fuese condenado por las máximas autoridades judiciales, hasta lo confirmó la Suprema Corte. Pero cuando bajó el caso a la Cámara Penal de Dolores para que haga el cómputo de pena para determinar cuánto tiempo iba a estar preso, determinó que debía dársela por cumplida", dijo. Es decir, Cuello, quien siempre juró que se trató de un accidente, estuvo preso los primeros cuatro años y después empezó a caminar por Pila, formó parte de sus instituciones, mientras la familia Cicovicci no descansó nunca en paz. Probablemente, Cristian tampoco.