El Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) se conformó hace dos años en Olavarría con el objetivo de "organizar la economía popular", un sector que involucra al 30% de la sociedad. Emiliano Llorente, integrante del MTE, habló con EL POPULAR para contar el desarrollo alcanzado y el también el impacto de la pandemia. A esta agrupación, poco les llegan las políticas de apoyo estatales y con el Municipio la relación "es nula".

Inició con la organización de cartoneros y recicladores en la cooperativa "Viento en contra" que hoy reúne a 40 familias. Sumó otras "dos ramas": sociocomunitario y liberados. Con la primera, impulsaron cocinas para preparar 3.000 viandas mensuales. Con la rama liberados buscan formar cooperativas con quienes salen de las cárceles, ya que es casi imposible acceder al trabajo formal: hoy suman unos 25 integrantes, de entre 20 y 30 años, que se desempeñan en albañilería, jardinería, textil y cocina.

"Apuntamos a tener al trabajo como columna vertebral de la organización, que no sólo llena la panza sino también el corazón y el alma. Dignifica al ser humano. Organizamos trabajadores de la economía popular. Nuestra militancia cotidiana no es la asistencia, hoy lo hacemos por una cuestión de crisis y de la pandemia. Y en términos de la organización de trabajadores se viene creciendo" destacó.

A la hora de definir la relación con la dirigencia política, Emiliano señaló que "lo que pasa en general con el poder político es que si no te subordinás, te desconocen. No coqueteamos con nadie porque tenemos las ideas muy claras y lo único que queremos es que nuestros compañeros vivan mejor. No tenemos ni lindas banderas, ni unidades básicas, ni nada porque el foco está puesto ahí. Entonces nos cuesta bastante, algunos nos tildan de troskos y otros, de piqueteros".

Tres ramas

-¿Por qué fue necesario crear este movimiento?

-Un montón de gente queda afuera del mercado laboral y se inventa un trabajo. Cartoneros, trabajadores rurales, costureras, albañiles. Se inventan o aprenden un trabajo a través de un oficio, tienen que salir a trabajar para subsistir. En eso nosotros intentamos armar unidades productivas y cooperativas para que no sólo sea más productivo en términos económicos, sino también que adquieran derechos como trabajadores. O sea, tratar de que tengan aportes jubilatorios, obra social, ropa de trabajo, un ingreso digno aunque sea un salario mínimo. Y apuntar a llegar a eso a través de la colectividad de los sectores.

-En estos dos años, ¿han crecido en alcance?

-El MTE se ordena por ramas. En la rama cartoneros está "Viento en contra", después está la rama sociocomunitaria dónde están las cocinas comunitarias. Y la rama de liberados. Lo que pasa ahí es que cualquiera pibe o piba que sale de estar en cana pasa a ser un trabajador excluido, porque formalmente con antecedentes nadie consigue trabajo. Ahora estamos gestionando el programa "Más trabajo menos reincidencia" ya que hay un 70% de reincidencia y eso es porque se sale sin nada y ¿cuánto se puede llegar a estar sin un mango? Las ramas son bastante complementarias, hay compañeras de cartoneros que cocinan en los comedores. Es bastante familiar la economía popular también.

-¿Cómo los afectó la pandemia?

-Fue distinta para cada espacio de la economía popular. A los cartoneros, más allá de que pueden laburar en la calle, cuando arrancó la fase 1 se cerró el galpón de la cooperativa. No se pudo enfardar ni clasificar. Se atrasaron bastante las cuentas y se empiezan a acumular. Hoy se nos hace casi imposible sostener el alquiler y los impuestos del galpón. En términos operativos los afectó bastante. Los compañeros, algunos tienen la suerte de tener un salario complementario y un poco pueden tirar. Los que están más organizados hacen una venta más chica acá de cartón y se la rebuscan. La parte que no está organizada son los más golpeados. Tardan en cobrar el IFE (ingreso familiar de emergencia) porque no tienen acceso a internet, ni CBU. Hay gente que todavía no cobró la primera parte a 90 días de la pandemia y ahora se les traba el segundo cobro, es cada vez más engorroso hacerlo. Esa gente seguramente hoy está yendo a varios comedores de la ciudad. Y la rama de sociocomunitario no era tan grande como ahora porque hacíamos reparto de bolsas de mercadería.

-¿Tuvieron que cambiar?

-Sí. Empezamos a cocinar en tres lugares distintos tres veces a la semana porque la mercadería no alcanza para armar muchas bolsas. Cocinando rinde mucho más. Pudimos gestionar un subsidio de Nación de 12.992 pesos de carne y 10.070 pesos de verdura. Sumado a los secos que conseguimos, se cocinan 3.000 viandas mensuales en esos tres lugares.

-¿A cuántas personas llegan con este sistema?

-Se llega a 120 personas cada uno por día. Hay una falta de recursos. A grandes rasgos tenemos 12 pesos por vianda. Ayer miraba datos del Indec: una persona necesita 193 pesos por día para comer. A los comedores se les destinan 12 pesos y los que tenemos suerte de poder gestionar ingresos, porque hay comedores que se sostienen con amor y donaciones. La otra cuestión es que los compañeros que cocinan no cobran. En eso impulsamos una ley nacional desde los movimientos populares, "Ley Ramona" para que todas las compañeras que cocinan en los comedores sean reconocidas como trabajadoras.

-¿Son siempre las mismas personas las que cocinan?

-Sí. Después la sociedad y el Estado las corren diciendo que lo hacen porque quieren, pero es un trabajo. El sistema mide la productividad en términos económicos y si no da ganancia no es productivo. En realidad tiene una productividad social terrible. Se ocupan de que la gente, los pibes, no se caguen de hambre.

-¿Cuál es la relación del MTE con el municipio?

-Sinceramente es nula. No tenemos respuesta de todos los reclamos que hemos mandado y ni siquiera son capaces de responder el reclamo de un vale de garrafa para un comedor. Nada de lo que hemos pedido lo han resuelto, así que no tenemos diálogo directamente.

-¿Y con la Provincia?

-Con la Provincia hemos podido tramitar a través del Ministerio de Desarrollo, y también el Ministerio de Desarrollo de la Nación, lo poco que hoy hay en los comedores del MTE. Después se sostiene todo con las compañeras que salen a vender pizzas, hacemos campañas de donaciones, mangueamos en distribuidoras y pollerías. Las compañeras se lo pasan en la calle mangueando o vendiendo cosas que cocinan para poder comprar una garrafa para poder volver a cocinar para el barrio. Lo sostienen con mucha garra y trabajo.

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