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Si digo que la adolescencia es la época de los descubrimientos mas intensos no estoy revelando nada nuevo. La angustia existencial, el amor y el deseo logran que todos nuestros pensamientos se contradigan y se fundamenten en casi las mismas cosas. Todo es presente y el futuro es aquello de lo que preferímos no hablar. Los placeres se viven ahora porque en pocos minutos todo puede ser tribulación. "Buenos días, tristeza", de Francoise Sagan, toma todas estas cuestiones y las deja plasmada en una novela con un estilo único.

Cuando su padre la invita a pasar una temporada junto al mar, Cécile accede sin mucha convicción. La idea de que entre su padre y ella esté Elsa mucho no le atrae. Esa manía de su padre por buscarse parejas casi tan jóvenes como su hija de 17 años la altera bastante pero lo comprende. Quizás porque es un hombre divertido, seductor, interesante, que vive la vida de una forma liviana. Algo de eso le pudo transmitir en los últimos dos años juntos. Cécile pudo compartir amigos y fiestas, recorridas por bares y conversaciones como una mas del grupo. Cada tanto una mujer más joven se cruzaba en el camino pero poco tiempo después el deseo se marchaba tan rápido como había llegado y su padre volvía a comenzar un nuevo período de caza. Aunque con Elsa parece que todo es distinto. Para Cécile es frívola y su relación es de una cordialidad cercana a la indiferencia.

Cécile está decidida a dejar que el sol le dore la piel y poder nadar en el mar. Así pasan los días. La playa es un terreno de relajación. Un día un joven atractivo, un par de años más grande que Cécile, cruza frente a ellos con su bote. Enseguida busca una excusa para invitarla a navegar y pronto se vuelven inseparables.

De a poco, aquel verano aburrido junto a su padre y su novia cambia a algo mas interesante. Cécile siente que algo está naciendo entre ella y Cyril.

Y cuando finalmente piense que todo empieza a equilibrarse llega Anne, una antigua amiga de su fallecida madre. Su padre la ha invitado a sumarse a ellos. Cécile sabe que Anne no comparte la forma en que ellos viven. El verano, y los días paz, tranquilidad y amor, pueden concluir de forma abrupta.

Cuando se publicó "Buenos días, tristeza" Francoise Sagan tenía 19 años y tuvo un impacto tan fuerte en lectores y la crítica que en pocos años había vendido cerca de 5 millones de libros. El éxito quizás se deba a que no había distancia entre la autora y el personaje: dos adolescentes despreocupadas, obsesionadas por los autos rápidos, la vida despreocupada y los amores intensos, superficial y con algo de culpa y siempre movida por el deseo.

Otra cuestión tiene que ver con la escritura. Simple, descarnada, profunda, reflexiva, analítica. Esas dos cuestiones, creo, definen el estilo de la escritora francesa.

La narración es clara, cargada de sentidos, con la fuerza insuperable de las palabras y hasta los silencios, aquello que los personajes deciden ocultar del lector, tienen un significado intenso. La trama es simple, se vale de pocos personajes para hablar de los conflictos amorosos, el hastío, la adolescencia, el sexo o el compromiso.

No hay mucho mas que decir. Sólo que hay que rendirse a la escritura de Sagan, una escritora que hay seguir leyendo para que no se pierda y no se la pierdan nuevos lectores.