Legalmente sus padres no pudieron anotarla con un nombre mapuche, por lo que eligió el nombre de Aimé como artístico. Fue una de las precursoras en la defensa de los derechos, la lengua y las tradiciones de su pueblo y se destacó por rescatar y difundir la música folclórica mapuche.

Estudió música y, desde chica, se destacó por interpretar cantos gregorianos en el colegio. Se dio cuenta pronto de que esos tonos y esos cantos eran muy parecidos al Taiel mapuche, canto despojado, libre y natural.

En 1973, a los 29 años, ingresó al Coro Polifónico Nacional y descubrió el significado de la música para ella. En un encuentro coral latinoamericano en Mar del Plata, en el año 1974, Aimé notó que mientras todas las delegaciones interpretaban canciones indígenas de sus países el coro argentino no las tenía en su repertorio. Esa inquietud la movilizó a la investigación sobre sus propios orígenes y descubrió que la música mapuche era una verdadera atracción espiritual, que su música provenía de la experiencia de cantar en un universo de soledad en el que se encontraba su tierra natal.

Aimé Painé fue la primera mujer mapuche en salir de gira como tal, con la vestimenta tradicional, y la primera en cantar en mapuche y en explicar esa cultura. "Es el principio de ser culto saber quién es uno", sostenía quien recorrió medio continente con su canto e investigaciones antropológicas y viajó a Ginebra para participar en sesiones de la Subcomisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.