Jacques Sirat es un aventurero francés que hace casi tres décadas dejó Francia para recorrer el mundo. Hoy se siente un nómade y, aunque tiene 58 años, asegura que "no sé cuándo dejaré de rodar". Llegó a General La Madrid en una nueva recorrida por la Argentina; es la quinta ocasión que visita el país y sostiene que "tiene todo, es bellísimo".

"Comencé a viajar cuando tenía 30 años", cuenta. "Trabajaba en los correos, en un servicio financiero. No concebía vivir así, estar encerrado en una oficina... trabajaba para construirme una casa y cuando la terminé, renuncié al trabajo, alquilé la casa y me fui. Pensaba viajar 2 ó 3 años, pero hace 28 años que estoy en camino. Pasé por 122 países y en la mayoría he estado dos o tres veces; en la Argentina, Brasil y Chile cinco", detalla.

Cruzó el continente americano de punta a punta y tres veces Africa y Asia; en China estuvo en cuatro ocasiones.

"Más que una vida de viaje, para mí es una elección de vida, una vida nómade", sostiene Jacques.

"Lo más fuerte es la libertad, no tiene precio", apunta, y explica que "no tengo horario ni calendario. No tengo destino preciso, cuando estoy avanzando decido si puedo tomar un camino u otro". "Cuando trabajaba sabía adónde iba y qué iba a ver. Ahora cada día cuando tomo la bicicleta no sé qué voy a ver. Viajar es la realización de un sueño que tuve de niño, cuando tenía un mapa y todas las noches antes de dormir me imaginaba los recorridos", compara.

"El mundo es distinto a lo que sucede en las noticias. Se habla mucho de un país cuando hay problemas o guerras y luego no se habla más, y algunos países tienen mala reputación Pero cuando conoces a la gente es completamente diferente...", menciona.

"He tenido mucho apoyo en todo el mundo. Si llegás a un país con una sonrisa o una palabra simpática, la gente te ayuda; el mejor pasaporte para viajar es la sonrisa. Tengo amigos en todos lados", relata Sirat.

Sobre las maneras de comunicarse en los distintos puntos del globo indica que "puedo hablar un poco castellano, pero es complicado en aquellos países donde no entiendo la lengua. Pero incluso allí siempre hay un intercambio con los ojos y las expresiones". 

"En el desierto de Siria unos nómades me hospedaron en una carpa y pasé una noche sin entender una palabra, pero cuando me fui sabía cosas de ellos y ellos de mí", recuerda.

La aventura de Sirat no comenzó como ciclista, sino de a pie. "El primer año y medio viajé sin bicicleta. Recorrí 18 mil kilómetros en 32 países sólo con una mochila, un poco de ropa y gastando 26 pares de tenis (zapatillas). No tenía carpa ni bolsa de dormir, dormía en el suelo o en cualquier lado, pero era duro. Yo soñaba con cruzar desiertos y por eso tomé la bicicleta y hace 28 años que sigo", rememora.

El hombre llegó a La Madrid desde Huanguelén. Allí le habían hecho contacto con un bombero lamatritense, quien le consiguió autorización para descansar en el Cuartel. Igualmente no tiene inconvenientes para dormir en otro lugar porque está bien preparado.    

"Para viajar no tienes que tener una bici sofisticada, porque debe ser pesada y fuerte, y que se pueda reparar en cualquier lugar. Mi bicicleta pesa 90 kilos con todos los bagajes, por eso es de acero, para poder soldarla en caso que lo necesite. Y es simple, porque si tengo problemas en medio de Africa, por ejemplo, encuentro repuestos y si fuera sofisticada no podría hacerlo. No busco hacer velocidad, sino avanzar e ir viviendo en el mundo", recalca.

"Cuando comencé a viajar no había teléfono portátil ni cámara digital ni Internet. Tengo una computadora vieja y una vez por semana actualizo la cuenta de Facebook. Escribo en un diario y hasta hace tres años escribía para un diario francés. Escribí dos libros: 'Cyclonomade', que resume los primeros siete años de viaje, y 'Rayos de libertad', que lo escribí después de tener un accidente grave en Africa y resume cuatro años de viaje", detalla. 

Sirat es de un pequeño pueblo, Saint Antoine. "Cuando paso por Europa voy a Francia, estoy un tiempo y me vuelvo a ir. Mi vida es una vida en el camino, no sé hasta cuándo. Siempre voy buscando nuevos lugares y se descubre algo nuevo; hay cosas fabulosas y hay gente que no conoce los lugares cercanos a donde vive", menciona.

Sobre la decisión de viajar en soledad revela que "viajo solo para no estar solo". "Cuando llego a algún lugar con la bicicleta, la gente se acerca y me pregunta y hablamos, y me encanta eso", responde. 

"Lo lindo de viajar es un todo. Hay paisajes que me procuran emoción y, al mismo tiempo, encuentro gente fabulosa que me ayuda y me dan lecciones de vida", contesta.

"Si tuviera que elegir un país para vivir sería alguno de Sudamérica, porque puedo tener intercambio con el idioma. La Argentina y Chile me encantan, porque hay desiertos y montañas, hay mar, hay de todo...", sostiene. 

"No tengo tiempo sobre cuándo voy a parar de rodar. Alguna vez pararé en Francia para estar con mi familia, pero va a ser complicada la vida después de andar tanto tiempo. Pensé parar cuando tuve el accidente en Africa, pero no aguanté, tenía la sensación de que paraba mi vida", apunta. 

"Con la pandemia me quedé un año en Colombia porque cerraron todas las fronteras. Llegó un momento que quedé cinco meses dentro de un departamento y sólo podía salir dos veces a la semana a hacer las compras; fue terrible, pero no quería regresar a Francia", repasa sobre cómo atravesó la pandemia.

"Para viajar se necesita el peso de la bici, es el precio de mi libertad. Tengo todo para el frío, estuve en lugares con -25° C; pasé mucho calor, desiertos con 57° C; llevo todo para cocinar, la carpa, hamaca, para escribir, la cámara de fotos, quiero estar lo más autónomo posible. Hay que tener buena protección para la lluvia, es lo peor en el viaje", aconseja.

"Muchos viajantes dicen que lo hacen con nada; para mí eso da un tiempito, pero es bueno tener un mínimo, no da para viajar años y años", insinúa.

"Los rayos de la rueda que me llevan son los rayos del sol. En la bicicleta encontré la libertad. Hasta ahora he tenido la libertad que quería, no tengo horarios ni calendario, no tengo recorrido definido, a veces tomo una dirección y luego la cambio, me encanta levantarme a la mañana y decidir adónde voy a ir sin saber adónde voy a dormir a la noche. Pero a la vez comienzo a estar prisionero de esta libertad, porque no sé si voy a poder parar el viaje, y no puedo vivir sin esto", subraya.

"Estoy realizando un sueño. No me gusta viajar con otras personas porque estando solo paro donde quiero y cuando quiero, y a veces digo que voy a hacer muchos kilómetros, pero encuentro un lugar, paro y me quedo, no tengo reglas. Viajo solo para no estar solo", cierra Jacques Sirat.