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"El vía crucis o viacrucis es una de las devociones o prácticas de oración más extendidas entre los católicos. Se realiza el Viernes Santo y refiere los diferentes momentos vividos por Jesús de Nazaret desde su prendimiento hasta su crucifixión, sepultura y posterior resurrección". Esta es la definición de Wikipedia que está al alcance de los

que buscan respuestas inmediatas. Está el otro significado del vía crucis que tiene mil respuestas en los que están padeciendo en su propia piel y en la de los suyos.

En este camino de la cruz, acompañando a Jesús hay estaciones que interpelan y esperan nuestros propios nombres en este siglo XXI. Podríamos detenernos, -de manera particular - en la quinta y sexta estación: el encuentro con el Cireneo y con la Verónica y en la undécima estación: las mujeres que lloran y se compadecen.

En la quinta estación ese Cireneo hoy, tiene tu nombre y el mío cada vez que no somos indiferentes a las necesidades de los otros, para ofrecerles una ayuda. Serán los de casa; los vecinos, los empleados, los que están enfermos, los abuelos que se sienten marginados... Y, al mismo, les permitimos a ellos ser nuestros Cireneos cuando nos dejamos ayudar en nuestras angustias, soledades, temores, problemas…

La sexta estación… Una mujer valiente - conocida como la Verónica - se le acerca sin que nadie se lo impida, con la mejor de las toallas de su casa le seca el rostro. Y Jesús deja su retrato santísimo en aquella tela, desde ese momento se venera como la Sábana Santa. Ella "pasó a la historia" por el altísimo acto de caridad y de misericordia ofrecido a Jesús. Reconocemos agradecidos que muchos "pasarán a la historia" por tantos gestos de bien sin que sus nombres estén escritos .Lo que importa es saber que nada se pierde y que, "lo que hicieron al más pequeño lo hicieron conmigo" - dijo Jesús -.(Mt 25, 31-46).

La undécima estación nos presenta una doble realidad: los que miran y los que se duelen. "Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: ¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos." (Lc 23, 27-31). "Hoy el mundo llora por la pandemia- dice el papa Francisco - ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una nueva forma de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros para que la humanidad renazca con todos los rostros, todas las manos y todas las voces, más allá de las fronteras que hemos creado". Queremos renacer; he aquí nuestra esperanza, caminamos con Jesús y él camina con nosotros.

(*) Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.