Donald Trump, candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, ha provocado una intensa polémica al afirmar que los judíos estadounidenses que votan por el Partido Demócrata "odian su religión" y "también a Israel". Estas declaraciones, realizadas en una entrevista con su ex asesor Sebastian Gorka, han generado fuertes reacciones tanto en la Casa Blanca como en líderes de grupos semitas.

La afirmación de Trump de que "cualquier judío que vote a los demócratas odia su religión, odia todo lo relacionado con Israel y debería avergonzarse de sí mismo" ha sido condenada por organizaciones como la Liga Antidifamación, el Comité Judío Estadounidense y el Consejo Judío Demócrata de Estados Unidos. Estas organizaciones han rechazado enérgicamente la conexión entre la religión judía y las preferencias políticas, calificando las palabras de Trump de estereotipos tóxicos y falsos.

Ante las críticas, la Casa Blanca respondió enfáticamente, declarando que "no hay justificación para difundir estereotipos tóxicos y falsos que amenazan a conciudadanos". Por su parte, el líder de la mayoría del Senado, Chuck Schumer, calificó los comentarios de Trump como "desplantes altamente partidistas y llenos de odio", reafirmando su compromiso bipartidista con la relación entre Estados Unidos e Israel.

La portavoz de la campaña de Trump, Karoline Leavitt, defendió las palabras del candidato republicano, acusando al Partido Demócrata de ser "antiisraelí, antisemita y proterrorista". Estas acusaciones generaron una respuesta contundente por parte del portavoz del Comité Nacional Demócrata, Alex Floyd, quien afirmó que "los estadounidenses judíos merecen algo mejor que los ataques atroces y ofensivos que Trump sigue lanzando contra la comunidad judía".

En resumen, las declaraciones de Trump han avivado el debate sobre la relación entre la política y la religión, polarizando aún más el escenario político en vísperas de las elecciones presidenciales.