William Walker, nacido en Tennessee en 1824, fue un personaje polémico que incursionó en diversas profesiones antes de convertirse en filibustero, liderando expediciones militares no autorizadas con el objetivo de fomentar revoluciones y tomar el control de países latinoamericanos.

Inició su carrera como filibustero en México en 1853, con la intención de establecer una colonia estadounidense en ese país. Aunque logró conquistar algunas ciudades, la resistencia local y la falta de suministros lo obligaron a retirarse.

Sin embargo, su ambición lo llevó a Nicaragua en 1854, donde aprovechó una guerra civil para intervenir militarmente y establecerse como presidente del país. Durante su breve mandato, impuso políticas controvertidas como la reinstauración de la esclavitud y la adopción del inglés como idioma oficial.

La intervención de Walker en Nicaragua despertó preocupación en países vecinos y finalmente fue derrocado y expulsado del país por fuerzas locales y tropas centroamericanas. A pesar de regresar a Estados Unidos como un héroe, Walker continuó con sus planes de intervención, desembarcando en Honduras en 1860.

Su intento de tomar el control de Honduras fracasó, y fue arrestado por tropas británicas y entregado a las autoridades hondureñas, que lo condenaron a muerte por fusilamiento.

Aunque la vida de Walker fue breve y controvertida, su legado perdura en América Latina. Su historia sirve como un recordatorio de los peligros del imperialismo estadounidense en el siglo XIX y ha contribuido a forjar un sentimiento de nacionalismo y soberanía en la región.