La economía brasileña, considerada la más importante de Sudamérica, ha entrado en una fase de estancamiento que ya acumula 10 meses desde la implementación del llamado "impuestazo" bajo la administración de Lula da Silva. Este estancamiento se refleja en el índice de actividad económica mensual del Banco Central de Brasil (IBC-Br), que no ha registrado crecimiento alguno desde abril de 2023 hasta enero de 2024.

Una combinación de factores ha contribuido a esta parálisis económica, entre ellos la falta de avance en las reformas estructurales y la disminución del apetito inversor tras el cambio político ocurrido a principios de 2023. A pesar de los esfuerzos del Gobierno de Lula por estimular la economía mediante el Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC), que involucra una importante inversión tanto del Gobierno federal como de empresas estatales, el crecimiento económico se ha estancado.

Si bien el nivel de actividad ha logrado recuperarse ligeramente desde abril de 2023, esto ha implicado un dramático aumento del déficit del Gobierno federal, alcanzando niveles sin precedentes desde la pandemia. Aunque la política monetaria del Banco Central, respaldada por la reforma de su carta orgánica que garantiza su independencia, ha logrado mantener la tasa de inflación dentro del rango objetivo, el deterioro de la política fiscal ha comenzado a socavar su credibilidad.

El Presidente Lula ha cuestionado públicamente la política monetaria del Banco Central, pero la rigidez en la reducción de la tasa de interés es una respuesta directa a la situación fiscal del país. A medida que aumenta el déficit y el Banco Central se ve obligado a ofrecer mayores rendimientos para mantener su reputación, las condiciones de crédito para familias y empresas se deterioran, lo que repercute en una desaceleración generalizada de la economía.

(L.D.D)