El primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, anunció que desde el martes a la medianoche rige en su país el estado de emergencia por la guerra en la fronteriza Ucrania.

"El Gobierno declara el estado de emergencia por la guerra de Ucrania", dijo el ultranacionalista en un video a pocas horas de que el Parlamento aprobara una enmienda constitucional que abrió la posibilidad de anunciar esa medida.

De acuerdo a Orbán, el mundo está a punto de entrar en una crisis económica y reiteró que en ese contexto Hungría "debe mantenerse al margen de la guerra, proteger la seguridad de las familias, y para ello es necesario espacio de maniobra", analizó.

El primer ministro aseguró que la crisis se desarrolla por la invasión rusa de Ucrania y las sanciones de Bruselas contra Moscú, frente a las que ya se había mostrado crítico.

El estado de emergencia faculta al Gobierno puede emitir decretos relacionados con el asunto, sin consultar al Parlamento.

La enmienda aprobada prevé que Orban ejecute "los instrumentos necesarios para ayudar, apoyar y poder alojar a refugiados, así como para contrarrestar y aliviar los efectos económicos negativos" ocasionados por el conflicto bélico.

La disposición se enmarca en la decisión de Hungría de mantener su posición de neutralidad. Budapest ya anunció que no mandará armas a Ucrania con el argumento de que no quiere involucrarse en la guerra, en oposición a la ayuda que brindan otras naciones europeas.

Sin embargo, los críticos a las políticas de Orban señalan que se trata de otro intento del líder nacionalista de centralizar las decisiones del país centroeuropeo, donde ya rige una emergencia que lo habilita a tomar medidas a causa de la pandemia y también está vigente, desde el otoño de 2015, el estado de emergencia por migración masiva, que fue introducido durante la crisis de refugiados y se ha mantenido pese a que el número de inmigrantes que entran en Hungría cayó drásticamente ya a finales de ese año.

Escasez, proteccionismo y crisis alimentaria

Hungría no es el único país preocupado por el impacto del conflicto bélico en sus finanzas. Desde el comienzo de la invasión rusa, una veintena de países prohibieron o restringieron la exportación de determinados alimentos para evitar la escasez completa de esos insumos, lo que pone en jaque aquellos países que dependen fuertemente de las importaciones de dichos insumos básicos.

El último gran productor en sumarse a la lista de proteccionistas fue la India, que prohibió la venta al exterior de trigo. El subcontinente ha asegurado que no puede garantizar el suministro interno y en consecuencia, ha cerrado por completo las exportaciones. Países como Nepal, Bangladesh o Sri Lanka temen que esta situación pueda comprometer su propio suministro.

Por eso, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) cree que el mundo esta a las puertas de una gran crisis alimentaria. Los efectos de la guerra supondrán un grave obstáculo para las cosechas y la distribución de alimentos durante los próximos años. Según el organismo, 36 países que se encuentran actualmente en situación de crisis alimentaria dependían tanto de la producción de Ucrania como de la de Rusia para más del 10% de su suministro, con Egipto o Libia a la cabeza.

En total, según FAO, 193 millones de personas están en grave riesgo de hambre, casi el doble que en 2018.