"Hace como seis años que ando con las vacas, las saco a comer", resume el hombre. "Este es un trabajo como cualquier otro, requiere paciencia", menciona.

El campo de Bertolotto está pegado al balneario "Eduardo Baraboglia" pero al faltar comida para los animales tiene que buscar alternativas para alimentarlos. Por eso todas las mañanas arrea unas veinte vacas y terneros desde el lugar hacia la banquina, cerca del arroyo.

Debe recorrer casi un kilómetro (entre la ida y la vuelta) para que los animales elijan el mejor pasto. "Voy sacándolos para que tengan mejor alimento. Ellos saben elegir cuál es el mejor. Hace dos años me habían dado permiso en otro lugar porque no había pasto en el campo y aunque no era bueno igual lo comían, ahora que hay buenos pastos se paran y no comen… buscan la gramilla y el buen pasto; el animal es como uno si puede elegir, lo hace".

Bertolotto llegó a La Madrid desde Laprida hace casi cinco décadas y aquí se afincó junto a su familia.

"A mí me encanta el campo. Siempre me gustó, de chico pero mi padre me hizo aprender el oficio de electricista y siempre trabajé en el taller. Hace tres años que ya no trabajo y me dedico a esto", cuenta.

El hombre es de hablar pausado. "Me gusta andar a caballo así que lo hago todos los días. Del otro lado tengo más animales -dice señalando hacia el horizonte- y a la tarde los llevo a pastar".

"La rutina es todos los días igual: me levanto a las 5 de la mañana y vengo. Salgo y ando hasta media mañana, y los traigo de vuelta al campo", relata. "Los animales ya saben por dónde tienen que entrar, lo mismo en la alcantarilla para que no suban a la ruta. Van a donde yo las pongo, las arrincono y comen ahí, quietas. Yo ando solo, algunos usan perros pero no, y siempre estoy arriba del caballo", comenta.

"Los animales son mansos y aprenden. Los vas arreando y ellos van tranquilos", cierra Julio Bertolotto y se despide con una sonrisa. El ganado lo espera.