"Nunca es tarde", dice Karina Sciales a sus 53 años. Esposa de Eduardo "Pati" Boucíguez y madre de dos hijos, en 2019 descubrió su faceta emprendedora. Desde entonces nadie la detuvo.

Karina es una de las piezas más importantes en la nueva marca de ropa que desde Olavarría y en su propia casa, sale hacia distintos puntos del país. Ella es la diseñadora de la indumentaria Jack Morrison: una marca que integra remeras, pilusos y gorras; primero destinadas a hombres y ahora también a mujeres.

El emprendimiento es familiar y nació en pandemia, como tantos otros que debieron reinventarse en un contexto de una emergencia sanitaria sin precedentes y que impactó en diversos ámbitos de la vida cotidiana.

Ella, además, atravesaba otra situación. Tres meses antes que finalizara el calendario, en 2019, su marido tuvo un ACV que lo dejó en coma diez días; su historia también estuvo reflejada en EL POPULAR, más precisamente en la edición del domingo pasado. De ahí en más, todo cambió y lejos de paralizarse, el cimbronazo obligado de ver la vida desde otra óptica desencadenó en un proyecto que los reimpulsó.

"Con 'Pati' estamos juntos desde los 16 años, caminamos la vida juntos y yo siempre he acompañado como madre y esposa. El empezó trabajando muy chico junto a su abuelo (Eusebio), después puso Ticket (uno de los boliches bailables más trascendentes de la ciudad), teníamos hijos chicos… Lo he hecho por elección propia. Pero ahora nos toca salir un poco de la zona de confort y actuar", resume.

Jack Morrison es una propuesta de indumentaria que se hace en casa y se compra online. El proyecto, bien familiar, tiene a Karina con la mente puesta en el diseño que es su otro amor, aquel que la compaña desde su primera formación en manualidades en la escuela secundaria. Sus hijos Facundo y Felipe son los que aportan en materia de tecnología, haciendo eje en la venta por Internet. Y su esposo Eduardo ayuda también en la venta, además de concretar los envíos.

Jack Morrison tiene un porqué: los perros de la familia. Jack era un Golden e inspiró la marca, "el murió hace poco, pero siempre decíamos que era como el presidente del proyecto y Morrison el vicepresidente".

Todo tiene un porqué

"Creo que todo tiene un por qué, que las cosas llegan en el momento indicado", sostiene Karina mientras sueña en voz alta con el crecimiento de su marca de ropa. 

"La vida me llevó a formar una familia, siempre fue mi prioridad. En todo este tiempo me dediqué a mi casa y a mis hijos. También a mis padres en el transitar de la vida porque ambos pasaron por enfermedades difíciles, primero uno durante siete años y luego el otro, otros siete años más".

Sin embargo, aquello no era todo en su vida. "Siempre me gustaron las manualidades" y su vocación comenzó en el colegio. Karina cursó en la ex Escuela Normal sus primeros tres años de la etapa secundaria y los siguientes dos años los hizo en el ex Colegio Nacional. Ahí, precisamente, conoció a su esposo. 

En simultáneo empezó a estudiar la carrera de Diseño de Modas. "No era como es ahora la carrera de Diseño de Indumentaria, pero lo que aprendí me sirvió para aplicarlo a este emprendimiento, me acuerdo que me iba a Buenos Aires a rendir los exámenes en aquel momento. Además, seguí capacitándome", explica la emprendedora olavarriense que también destina sus horas al armado de vidrieras en algunos locales comerciales de la ciudad y lo que es la decoración de salones de fiesta.

Su círculo más íntimo define su buen gusto, un punto clave en esta marca clásica que combina simpleza y delicadeza.

Lo cierto es que "en pandemia nos sentábamos con 'Pati' en una mesita, cerca de la ventana, y pensábamos de qué manera reinventarnos, salir a flote después de todo lo que habíamos vivido", dice Karina 37 años después de aquel tránsito por la secundaria donde le organizaba las carpetas a este "amigo" que se convertiría en su compañero de vida.

"Él había repetido de año y yo me había cambiado de escuela", en ese contexto se conocieron para no soltarse más. 

A seguir jugando

Más de treinta décadas después, sentados los dos en la mesa de casa, surgió esta marca. Y no para de crecer porque "de a poco vamos incorporando cosas nuevas".

Con talles reales, un punto que Karina aclara antes de hablar de la ropa, Jack Morrison empezó ofreciendo indumentaria para hombre, pero recientemente incorporó prendas para la mujer.

"Yo armo los pedidos y 'Pati' los lleva al correo para la entrega. Tenemos gorras, pilusos, remeras, gorros de lana… vamos de a poco y disfrutándolo, esa es también la idea".

Armaron todo desde cero: desde las etiquetas hasta el packaging. "Me transportó a aquellos años de colegio". 

Su hijo Felipe fue les hizo de modelo en sus primeros pasos como emprendedores, "le probaba el prototipo diseñado porque esto es así, prueba y error. Ahora estoy feliz. Me costó mucho todo lo que sucedió con 'Pati'. El día del ACV estábamos caminando por el Parque y de repente dijo que veía doble. Por la experiencia con mis padres, lo primero que hice fue llamar a EMO y a su médico particular. Fue duro realmente, pero creo que hemos salido fortalecidos".

Horas de terapia también sirvieron para no plantarse y seguir adelante. "Mi psicóloga me ayudó muchísimo. Durante la pandemia, con 'Pati' como persona de riesgo, todo costaba más. Me acuerdo que salíamos a buscar cosas que necesitábamos para el emprendeminiento con mucho temor, con barbijos y con muchos cuidados".

La cadena para que la ropa de Jack Morrison llegue a la venta comienza con la compra de la tela, el contacto con proveedores y de ahí a un taller donde se confecciona la prenda. En simultáneo, "armamos todo lo que es el packaging y etiquetado con los talles correspondientes. "A veces armo la moldería yo. Creo que éste es el comienzo. Estamos súper contentos y yo me estoy dedicando a esto que me gustó siempre. Todo empezó como un juego, y ahora seguimos jugando. La verdad es que hacer esto, y en familia, para mí es un verdadero placer".