Hace algunos días, Bazar Mitre, un icónico comercio de General La Madrid, cambió de propietarios. El negocio de la familia Segui escribió su historia a lo largo de más de 60 años. Edgardo, que estuvo al frente, casi la mitad de ese tiempo contó cómo fue el surgimiento y cómo se mantuvo con el transcurrir de las décadas. 

"Este cambio se produce hace muy pocos días y todavía estoy viviendo una experiencia diferente porque no estoy acostumbrado a estar en mi casa y sí en la cotidiana de abrir el negocio, encontrarme con la gente, conversar... es lo que más me va a costar", dice Edgardo Segui con un dejo de nostalgia.

Bazar Mitre se ubicó en Mitre y 25 de Mayo durante 65 años. Funcionó en el mismo lugar y, aunque con el correr del tiempo hubo algunos cambios en la estructura del edificio, mantuvo su histórica fisonomía.

En la "ochava" de la esquina, la puerta principal de doble hoja vaivén, da la bienvenida a las estanterías. Libros y revistas, juguetes, artículos para la escuela y el hogar... el cliente podía encontrar lo que quisiera. "Es un ícono para La Madrid", sintetiza, muy bien, "Edgardito".

"No fue una decisión premeditada ni de apuro, pero sí surgía la posibilidad", señala sobre la determinación de dejar el comercio en manos en otra familia.

"Marisa (Abrisqueta) estuvo durante 29 años conmigo en el negocio y me dijo que se iba a jubilar. Yo al principio lo tomé un poco como que no iba a suceder, pero después ocurrió. Eso me hizo pensar y decidí que el negocio tenía que ser vendido", apunta sobre cómo se definió para dar un paso al costado.

"No sé cómo será la vida sin el comercio, pero estoy seguro de que la decisión que se tomó es la correcta, porque tengo que empezar a vivir mi vida de una manera distinta a la que estoy acostumbrado", indica sobre el futuro.

Edgardo prácticamente nació en el bazar. "Fui cuando tenía 5 años, cuando mis padres compraron el negocio. Tengo miles de anécdotas. No me quiero hacer mucho a la idea que ya no es mío, paso por ahí y todavía creo que en un rato abro o cierro ", contesta sobre cómo se siente ahora que tuvo que entregar las llaves a las nuevas propietarias.

Sabiendo que había que hacer "un duelo", Edgardo optó los primeros días por viajar. "No sé si consciente o inconscientemente, no quería estar los primeros días acá. Es más, Hernán (N. de R.: su hijo) me dijo que me iba a venir a para hacerme el aguante, pero le agradecí y decidí irme para sacarme de encima el sentimiento y descansar, porque venía de días agitados", revela sobre cómo transitó las primeras jornadas ya sin la obligación de estar al frente del negocio.

Miles de anécdotas "de las buenas y de las malas", confiesa Segui sobre lo que deja atrás casi cuatro décadas al mando de los destinos del comercio.

"Mi padre comenzó en el año 1958. Yo, desde chico, siempre lo ayudé y viví un montón de situaciones que hoy quizá no se dan porque se vive de una manera distinta. Era un lugar de encuentro con la excusa de ir a buscar un atado de cigarrillos o un diario, fundamentalmente los días lunes. Era el punto de encuentro para charlar de lo que había pasado el domingo en el fútbol; se reunían en la esquina o entraban al negocio y hablaban todo el tiempo de lo que había sucedido", repasa.

También "se hablaba de las carreras de caballo, de automovilismo... en el depósito se juntaban a tomar alguna bebida", agrega y rememora a su padre.

"No creo que en la Madrid haya más de uno o dos comercios que hayan tenido que vivir 65 años sin jamás cerrar las puertas", subraya. "No había sábados, domingos ni feriados, jamás. En 65 años jamás cerramos el negocio; si no atendíamos por el frente, lo hacíamos por el costado, por la puerta de la casa de mis padres", agrega Edgardo.

Sobre el lateral en la calle 25 de Mayo, la puerta de la casa de los Segui siempre estaba abierta. El estrecho pasillo conecta al living-comedor y también al negocio. "La puerta siempre estuvo abierta, para todo el mundo, y nadie tocaba el timbre, los clientes sabían que podían pasar", apunta.

"Así fue que cuando a alguien le faltaba algo y todo estaba cerrado llegaban a Bazar Mitre pidiendo un favor. El día de mi casamiento atendimos como de costumbre y salimos a Laprida... nunca se cerró, salvo cuando fallecieron mi mamá y mi papá", repite el protagonista.

"Hoy es difícil que eso suceda. Antes, cuando llegaba Navidad o había una fiesta importante, y las personas no tenían la cantidad de platos o vasos para atender a sus invitados, iban y mi papá les prestaba todo lo que necesitaban, y después se los devolvían... eso hoy ya no se da", rememora.

El negocio de la familia Segui "fue un lugar de encuentro de 'personajes' del pueblo: 'el Manco' Gómez, 'Cucurro' Pérez... Se quedaban en la esquina, apoyaban la pierna en la pared y se quedaban durante todo el día ahí charlando con el que entraba. Había personas que pedían el diario, se quedaban a leerlo y se iban. Un día mi mamá le pidió a papá que le dijera al 'Cholo' si se podía bajar del auto así ella podía hacer las compras, porque se sentaba al sol a leer el diario", reseña.

"Había gente que iba a pedir revistas, las leía y a los dos o tres días las devolvía. No le cobrara porque era amigo, le debía un favor o por lo que fuera. Hoy eso no se da", agrega.

"Se compartía mucho más. Mi papá era de hacer muchas bromas y se las hacían a él... el 28 de diciembre, el Día de los Inocentes, no podías pasar por el negocio porque Edgardo te hacía las mil y una, y eran pesadas...", retrotrae con una sonrisa.

Cuando se entra a Bazar Mitre, sobre una vitrina de vidrio se colocan los diarios y revistas, también hay libros y novelas.

"Hoy la tecnología ha ido reemplazando al papel. La venta de diarios disminuyó por la era digital, pero la gente de mayor de edad no se acostumbra y sigue buscando los diarios", compara sobre cómo se ha ido modificando la costumbre lectora.

La memoria sensorial implica todos los procesos de codificación de estímulos externos por lapsos muy breves y de forma selectiva. La permanencia de la información, aunque es breve, se puede mantener en el tiempo. Aún después de que haya pasado mucho tiempo un olor puede retrotraer a una persona al tiempo pasado. En la casa de la familia Segui, como el negocio se conecta a los ambientes comunes, puede ocurrir esto.

"Es el día de hoy que la gente mayor, generalmente los domingos cuando se atendía por el zaguán, entra sin pedir permiso. Es una costumbre que se mantiene aunque pasa el tiempo. Los que no son de acá les llama la atención porque pueden pasar sin tocar el timbre y la puerta está abierta... a la gente de La Madrid le costó mucho, cuando faltaron mis padres, entrar y no sentir el olor de la comida; me lo repitieron durante años", recapitula Edgardo.

Luego del salón principal hay un espacio que funcionó como depósito en algún momento. Allí, comenzó un fuego que afectó el lugar.

"Ahí se reunían los amigos de papá y ahí se producían las charlas", recopila. "Se cayó una estufa de kerosene y se produjo un incendio. Ese día colaboró mucha gente y es algo que te queda. Para mí los Bomberos Voluntarios son únicos, porque lo que hicieron con nosotros fue increíble", recapitula Edgardo.

Un negocio, una familia, un ícono del pueblo

En el año 1952, los padres de Edgardo Segui (Edgardo y Haydee) llegaron a General La Madrid provenientes de Coronel Suárez, "porque mis abuelos tenían 'La Flor del Cairo', pero después de algunos años deciden independizarse y les llega la propuesta de comprar el negocio de Dalmiro Urso. Pero el problema era el costo, entonces tuvieron ayuda de familiares y la facilidad para pagarlo, y así lo compraron", detalla el propietario de Bazar Mitre.

El negocio "abrió el lunes 28 de octubre de 1958. Ahí comienza a escribirse esta pequeña gran historia". En 1984, Edgardo Segui padre sufre un problema cardíaco y el médico le dijo que tenía que dejar esa forma de vida. Yo estaba trabajando en el banco y me preguntó cómo seguir. Ahí, para darle tranquilidad, decidí seguir yo al frente y ese sacrificio que él hacía". 

"Fueron muchos años. Hubo momentos duros y buenos, pero desde un primer momento se contó con el apoyo de la comunidad y eso no cambió, hasta el día de hoy. Pasamos de todo y la comunidad jamás nos dejó de lado, nos dio su apoyo incondicional", cierra Edgardo Segui.

Por siempre, para siempre

"Cuando tuve que hacer la mudanza fui sacando muchas cosas y me costó tirar. Encontré cartas que dejaban los chicos para Papá Noel o los Reyes Magos, chicos que hoy son grandes...". 

"Fueron años de muchísimo sacrificio, fundamentalmente de mis padres. Ellos no tuvieron descanso jamás. Hoy el negocio abre 8.30 y cierra 12.30 y abre a las 16... pero antes nosotros atendíamos hasta las 11 de la noche y si era Reyes capaz que estábamos hasta las 1 ó 2 de la mañana. Se hacía muchísimo sacrificio", subraya.   

"No sé cómo va a ser mi vida sin el negocio. Sé que va a ser diferente, porque mi vida era el negocio", confiesa. 

"Todos me preguntan lo mismo, pero no sé qué pasará... sucede que a la gente le cuesta no encontrarme a mí en el negocio. Hay gente que se ha puesto a llorar, que ha mandado mensajes y te llama... El hecho que yo no esté no significa que Bazar Mitre desaparezca", cuenta.

"He guardado alguna cosa: algún billete de Lotería porque por el negocio se vendió desde un disfraz de carnaval hasta lo que se te ocurra. No he guardado mucho, porque quiero cortar y no quiero seguir viviendo de recuerdos", contesta sobre los recuerdos que atesora.

Para reseñar lo que significa Bazar Mitre para La Madrid, Edgardo Segui opta por reproducir una charla con un cliente. "Un señor vino una vez y me dijo: 'Es un ícono comercial. No conocer este negocio es no conocer la plaza, el centro o la iglesia; permanece' ". 

"Para La Madrid significó mucho, pero mi agradecimiento es infinito hacia la comunidad porque todos en algún momento pasaron para comprar algo, alguna golosina o una figurita, un diario o una revista, los útiles para la escuela... me llevo el agradecimiento de todos acá, acá y acá", concluye Edgardo Segui tocándose el corazón, la cabeza y los ojos, antes de soltar una lágrima.