La poesía de lo simple
En un pequeño pueblo de montaña todo ocurre por un motivo. La vida y la muerte se mezclan de forma irremediable y los espiritus viven a la par de los hombres. Una novela original, poética y brillante.
Rodrigo Fernández - [email protected]
La sorpresa, en la Literatura, siempre es buena. Encontrarse con un autor/a que logre conmoverte o seducirte desde las primeras páginas es una posibilidad que siempre aparece aunque pocas veces se da. Pero con Irene Solá todo aquello se une porque desde el comienzo de "Canto yo y la montaña baila" todas las reglas narrativas se esfuman y uno da el gran paso para sumergirse en una historia donde lo poético es primordial.
Todo lo que sucede, sucede en un pueblo español enclavado en la montaña. Muy cerca de allí se encuentra al frontera con Francia y todavía en la zona se recuerda el paso de las tropas que se replegaban durante la Guerra Civil. Para muchos, la infancia pasó entre subidas y bajas, bosques frondozos y la búsqueda de piezas que los soldados fueron dejando en su escape. En las montañas, las casas estan bastante lejos unas de otras pero todos se conocen. Tambien en el pequeño pueblo. Se vive sin tener demasiado en cuenta lo que sucede en las afueras. El tiempo pasa de forma distinta. Es un lugar en el que los viven o llegan buscan redemirse. "Todas las historias son mentira. Óyeme. Todas las historias que cuentan".
Pero la tragedia llega en forma de rayo a aquel lugar y la muerte de un campesino poeta hace mover la rueda del destino. Luego, todas las pequeñas historias de la gente del pueblo van desfilando por la trama. Algunos buscan resolver cuestiones familiares, de vida o muerte, o con espiritus y tormentas. Otras buscan enderezar aquello que se ha torcido. Pero la tragedia decidió hace mucho tiempo que era el momento de aparecer. Lo único que quedará es el dolor. Sin embargo el amor estará agazapado esperando su momento. Aunque puede pasar mucho tiempo.
Más allá de los personajes y la construcción de la trama, lo que sorprende es la forma en que todo se va interrelacionando. Hay un trabajo exquisito de la autora que logra fundir lo narrativo con lo poético sin fisuras. Con ello logra que el lector puede dejarse llevar por el relato hasta sentir que de alguna forma lo va envolviendo y es ahí donde todo comienza a verse de otra manera.
Lo de Irene Solá es brillante desde cualquier punto de vista. Su escritura, a veces onírica, va ganando intensidad a medida que el relato avanza y uno comienza a entender que lo suyo no pasa por lo que uno puede ler e imaginar. Sino que hay algo mucho mas profundo que la autora intenta trasmitir. Y claro que lo logra. Pero hay que llegar a la última línea para comprender que "Canto yo y la montaña baila" tiene algo que la hace única. Es por eso que pienso que Irene Solá es el argumento perfecto contra aquellos que piensan que la Literatura sólo es entretenimiento y nada más.