Angélica Diez (*)

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Celebrando la Solemnidad de la Santísima Trinidad, abrazamos: "El misterio central de la fe y de la vida cristiana es el misterio de la Santísima Trinidad. Los cristianos son bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (CCIC, 44).

Celebramos a Dios que es amor, es vida, es comunión de personas. ¡La vida de Dios no es la de un ser solitario, cerrado en sí mismo; es trinitaria, es comunión y está abierta! Es aquí donde "habita" el Padre, (término analógico de la naturaleza humana), el Hijo, cuyo nombre bendito es Jesús, y el Consolador, el Espíritu, el que da la vida. "Lo propio del Padre es crearnos, lo propio del Hijo es redimirnos y lo propio del Espíritu Santo es santificarnos. (Mons. Rubén Oscar Frassia).

Fue el papa Juan XXII, en 1334 quien introdujo en la iglesia la fiesta oficialmente. El misterio de Dios en sí mismo, no lo podemos entender con nuestra razón, solo podemos comprenderlo a la luz de la fe. Jesús nos ha revelado este misterio; nos ha hablado de Dios como Padre; nos ha hablado del Espíritu; y nos ha hablado de Sí mismo como Hijo de Dios. Y cuando, resucitado, ha enviado a los discípulos a evangelizar a todos los pueblos diciéndoles que bautizaran "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".

La fe trinitaria nos pertenece a través del sacramento del bautismo y nos introduce en una familia: la familia de los hijos de Dios. Por la gracia del bautismo, somos llamados a participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad, aquí en la tierra, y después de la muerte, en la vida eterna.

"La fiesta de hoy nos invita a dejarnos fascinar una vez más por la belleza de Dios; belleza, bondad e inagotable verdad. Pero también belleza, bondad y verdad humilde, cercana, que se hizo carne para entrar en nuestra vida, en nuestra historia, en mi historia, en la historia de cada uno de nosotros, para que cada hombre y mujer pueda encontrarla y obtener la vida eterna" (Papa Francisco).

¿Cómo celebrar este misterio de amor trinitario? ¿Cómo hacerlo visible? Quizás no lo hemos pensado: se hace visible cuando una persona ama a los demás por la alegría misma de amar. Cuando en una familia sus miembros se aman y se ayudan unos a otros; son un reflejo de la Trinidad. Cuando en una parroquia o comunidad se comparten los bienes espirituales y materiales reflejan a la Trinidad, porque el dinamismo de la Trinidad es un dinamismo de amor, de comunión, de servicio recíproco, de compartir. ¡Qué regalo inmenso hemos recibido!

"Sea María, 'morada de la Trinidad', quien nos ayude a acoger con un corazón abierto el amor de Dios, que nos llena de alegría y da sentido a nuestro camino en este mundo, orientándolo siempre hacia la meta que es el cielo" (Papa Francisco, 2020).

(*) Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.