La Virgen de Luján, patrona de la Argentina
"La parroquia de Luján se erigió como tal en el año 1958. La advocación mariana de Luján surge de la visita de la Virgen María a ese paraje, en el año 1630, mucho antes de que nuestra Patria se constituyera como tal, luego de los acontecimientos históricos de 1810 y 1816", explica el párroco Pablo González.
Y expone que "la presencia de la Virgen María es siempre la visita de Dios a su pueblo, ya que María no se presenta a ella misma sino que trae a Jesús para darlo a los que lo reciben con apertura de corazón. Una humilde imagen de su limpia y pura concepción se quedó milagrosamente a orillas del río Luján, como signo de su presencia maternal en medio de su pueblo que peregrina en la Argentina, reza una oración de la Misa de la Virgen de Luján, cuya fiesta es el 8 de mayo".
Esa imagen, traída desde Pernambuco (Brasil), de arcilla, fue custodiada muchos años por el Negro Manuel, testigo del milagro de la carreta empantanada, signo que se interpretó como deseo de María de quedarse en ese lugar. Fue un esclavo africano, liberado luego por el pueblo de Luján mediante una colecta, y que quedó al cuidado de la imagen de María, hasta su muerte. Estuvo 56 años cuidando el pequeño oratorio donde estaba la imagen, y fue testigo de muchos milagros obrados por Dios a través de la presencia de María. Se ha introducido la causa de beatificación del Negro Manuel, quien ya es Siervo de Dios desde 2019.
La Virgen de Luján, patrona de la Argentina, y cuya Basílica es santuario nacional inspiró distintas peregrinaciones hacia su templo, realizadas a pie, en bicicleta, a caballo, etc. La presencia de infinidad de parroquias, capillas, oratorios que tienen como advocación a la Virgen de Luján a lo largo de toda la Argentina es una forma de extender su maternidad sobre los hijos de Dios que la veneran como Madre, y que a ella acuden en distintas circunstancias: en las de grave necesidad y también en los agradecimientos por los favores recibidos de Jesús, a través de la intercesión de Ella.
"Nuestra parroquia celebra sus fiestas patronales el día 8 de mayo, generalmente rezando la novena y, si el tiempo lo permite, realizando una procesión por el barrio y luego la misa. Se congregan quienes participan de los distintos grupos y actividades que se desarrollan en la comunidad parroquial".
De la parroquia de Luján dependen las capillas Del Carmen y de Pompeya. Ambas advocaciones marianas, a diferencia de la imagen de Luján, tienen en sus manos al Niño Jesús. Nuestra Señora del Rosario de Pompeya tiene su origen en Italia, en la ciudad de ese nombre, que fuera destruía siglos antes por el volcán Vesubio.
En el barrio Acupo se encuentra la capilla de Nuestra Señora del Carmen. "En sus inicios, ese barrio estuvo destinado a quienes trabajaban en el Servicio Penitenciario Bonaerense, y siendo la Virgen del Carmen la patrona de dicho Servicio, es por eso que a la capilla se la puso bajo su advocación. Esto procede de su veneración en el Monte Carmelo, en Tierra Santa, donde nació la Orden Carmelita. En el siglo XIII la Virgen del Carmen se apareció a San Simón Stock, superior de la Orden Carmelita, con un escapulario (pedazo de tela) en la mano, y la Virgen prometió que intercedería por quien lo llevara al momento de morir, para abrirle paso hacia el cielo", repasa el Padre Pablo González. Cada 16 de julio -día de la fiesta- se hace la procesión y se celebra la misa de la que participan los niños de catecismo y los distintos grupos de oración. Ese día, se bendicen y se entregan los escapularios, que no son un elemento mágico, sino un compromiso de oración y de vida cristiana".
Recuperar la unión de Dios
El párroco de Nuestra Señora de Luján desea que "en esta Navidad recuperemos mediante los sacramentos la unión con Dios que es nuestro Padre, y entre nosotros que somos hermanos. Jesús nació en Belén, que significa ''casa del pan''; vayamos hacia Él como los pastores, con los regalos reales (no virtuales) que pueden ser la visita a un abuelo, a un enfermo, a alguien que está solo, adhiriendo a una campaña solidaria, y no olvidemos la oración personal y también la mejor oración que el pueblo católico puede hacer: la participación de la Misa".
Recuerda que durante la cuarentena estricta "muchas actividades se realizaron de manera virtual y fue una buena ayuda en su momento, pero para los católicos también es un impedimento, ya que los sacramentos que celebramos y recibimos son signos sensibles, concretos, reales, no virtuales, de la presencia de Dios".
Con la habilitación lenta de las actividades y con todos los protocolos, "gracias a Dios se pudo recuperar en buena parte la presencia en las celebraciones como comuniones, confirmaciones y misas, además de la atención de Cáritas y las actividades de Scouts y Guías", expone.
Y cita una frase del Papa Francisco del año pasado en la capilla de Santa Marta: "una familiaridad sin comunidad, una familiaridad sin pan, una familiaridad sin Iglesia, sin el pueblo, sin los sacramentos, es peligrosa. Puede convertirse en una familiaridad para mí solo, desvinculada del pueblo de Dios. La familiaridad de los apóstoles con el Señor fue siempre comunitaria, fue siempre en la mesa, signo de la comunidad. Siempre fue con el Sacramento, con el pan".