"Creo que todas las canciones están hechas de tiempo vivido y compartido. Es más, lo compartido está dentro de lo vivido pero nunca había abordado el tema de la amistad en las canciones hasta componer este tema", repasa Gieco durante esta entrevista con Télam.

La canción que comparte con su amigo Gustavo Santaolalla y que incluye un coro familiar, es el tercer adelanto (después de "Todo se quema" y "Alimentación.com") de una nueva placa que publicará entre fines de abril y principios de mayo y con la que interrumpirá un silencio discográfico de una década.

El lanzamiento se suma a los dos grandes conciertos gratuitos en el Centro Cultural Kirchner (CCK) y en Tecnópolis con dirección de Lito Vitale, que respectivamente mañana y el domingo, reunirán a artistas cantando la esencial obra del artista nacido el 20 de noviembre de 1951 en Cañada Rosquín, provincia de Santa Fe.

Canciones fundamentales brotadas de su puño como "El ángel de la bicicleta", "Los salieris de Charly", "Hombres de hierro", "Ojo con los Orozco", "Sólo le pido a Dios", "En el país de la libertad", "La colina de la vida", "Cinco siglos igual", "La memoria" o "Carito", por citar azarosamente apenas algunas, son parte de un camino popular, laureado, reconocido y coherente que León visita en charla con esta agencia sin perder de vista su movilizante actualidad. Esta es una parte de su charla con Télam:

¿Con "La amistad" y al sumar, además, a descendencias en los coros, encontraste una manera de hacer balance de tu propio andar? ¿Qué ves ahí?

El sumar hijes y nietes en esta canción tiene que ver con que estuvo realizada e inspirada en eventos más familiares y más íntimos y son les hijes quienes te enseñan a ser padre y madre y la amistad como el amor se fortalece con ellos, en el trabajo de todos los días, en ese camino que aún falta recorrer, seguir aprendiendo, seguir preguntando, investigando, porque aún no ha llegado a destino y nunca llegará. Porque cuando se termine mi camino, elles seguirán caminando el resultado del amor y el respeto que hubo y así se pasará esa posta eterna. Algo así como "ahora seguí vos, yo ya no puedo" y saber que un día seremos ausencias pero si hay amor y respeto van a ser más que primaveras y siempre ofrecerán flores eternas porque el amor es el lenguaje de la vida. Las ausencias aparecen de la nada como un refugio de los sueños victoriosos y perpetuos, siempre como presentes, como el aire al respirar y por eso en algunas canciones hacemos coros familiares.

En "La amistad" hacés referencia a un sentimiento capaz de sortear las distancias, las ideas y los caminos elegidos ¿en qué cosas sentís entonces que se fundan esos lazos fraternales?

Los lazos fraternales de la amistad son un sentimiento que sortea distancias, decisiones personales y un montón de cosas más pero no las ideas. Con respecto a las ideas se necesita una mirada del mundo, en lo social, en lo político, en lo global. Yo no podría ser amigo de un nazi, por ejemplo. Para mí la amistad se funda en la mirada que tengas del mundo.

¿Qué significa Gustavo Santaolalla en tu vida artística y personal?

Antes de que me proponga hacer mi primer disco, nos conocimos en unas circunstancias especiales. Yo trabajaba en Entel como telexista internacional y lo escuché en una entrevista en "Modart en la noche". Tras ese reportaje, me anoté para estudiar y aprender con él escuchando música y me mostró los sonidos de Joan Baez, Bob Dylan, Crosby, Stills & Nash, pero también de Jaime Torres. Por entonces con Alain Debray (seudónimo de Horacio Malvicino) me ofreció grabar canciones de los Bee Gees en castellano para la RCA, y Gustavo me dijo "hacé eso pero aquí no vengas más. Te estoy proponiendo grabar tus propias canciones".

¿Y qué pasó?

Lo pensé, me descompuse varias veces y pasaron tres meses y le propuse "hagamos el disco" y "El país de la libertad" fue el punta de lanza de una carrera que sigue hasta hoy gracias a él. Cuando en el 80 no tenía idea de cómo empezar a grabar Pensar en Nada, él me propuso los primeros pasos en Los Ángeles donde vivía desde hacía cuatro años y me marcó a los músicos con los que grabé en Buenos Aires y terminó siendo uno de mis discos más vendidos también gracias a él y en 1984 vino a producir "De Ushuaia a La Quiaca" y se lo puso al hombro como nadie. (Télam. Por Sergio Arboleya).