Los dos pilares para una mejor calidad de vida
Para María de los Ángeles Sánchez Calvin, médica especialista en nutrición y en psiconutrición (MN. 121.757), la razón de la longevidad en estas zonas azules se relaciona directamente con los hábitos y el estilo de vida. En primer lugar, en estas regiones, las personas se nutren de los alimentos de la naturaleza, de manera que aprenden a esperar procesos biológicos como la fermentación, la activación de ciertos alimentos, pero además respetan la cronobiología y el ritmo circadiano del cuerpo. "Además, se mueven más, se oxigenan mejor, sociabilizan, pasan tiempo al aire libre y dan importancia al descanso y la meditación", resume.
Un elemento clave es, sin duda, la forma en que se alimentan con un claro predominio de productos naturales que ayudan a reducir los niveles de colesterol y aumentan las defensas inmunológicas. "Entre los nutrientes que incorporan están el aceite de oliva de primera prensada, los fermentados, el pescado rico en omega 3, una dieta rica y con gran variedad en verduras, legumbres, cereales integrales y frutos secos, que aseguran un alto contenido en fibra y una alta calidad de nutrientes, como el uso de la soja en Okinawa y de los frijoles en Nicoya", señala la nutricionista.
Pero hay otro factor relevante que explica que sus habitantes sean tan longevos, y para Sánchez Calvin tiene que ver con la reducción del estrés. "No es novedad que vivimos corriendo y el estrés es el principio silencioso de muchas enfermedades. Los que nos dedicamos a estrés sabemos que disminuirlo cambiará sustancialmente la calidad de vida de nuestros pacientes.
Enseñarles a saber decir que no, vivir en el momento presente, aprender a parar y meditar, disminuir los pensamientos distorsionados, son muchas de las herramientas que utilizamos para acompañarlos en estos cambios de hábitos para siempre", explica. Un claro ejemplo de este ritmo desacelerado es Cerdeña, donde todavía se respetan las siestas y las grandes caminatas a diario.
"Todas las zonas azules invierten tiempo en ejercicio y generan un buen equilibrio entre trabajo y vida personal. Japón continúa con sus enseñanzas budistas, donde se favorece la cultura de cooperación por encima del individualismo", añade.
Nuestras propias zonas azules
¿Es posible acercarnos al modo de vida de estos oasis terrenales en las grandes ciudades?, ¿se pueden generar zonas azules? "Con esta pregunta nos surge la duda de pensar que, tal vez, sea la genética la que determina una vida larga y saludable en estas zonas. Sin embargo, la realidad es que sólo un 20 o un 30% de la longevidad es genética, el resto es estilo de vida y las decisiones y hábitos que seguimos en el día a día", advierte Sánchez Calvin. A la vez que considera que construirnos en nuestra comunidad pequeñas zonas azules, es posible si utilizamos herramientas como el mindful eating, la psiconutrición, la medicina funcional y el movimiento.
La actividad es, sin duda, uno de los aspectos más importantes para replicar de los habitantes de las zonas azules.
"Es muy importante que el ejercicio físico sea habitual. No tiene que ser intensivo pero sí un hábito como en Cerdeña, donde, por ejemplo, quienes criaban el ganado ovino hacían mucho ejercicio al subir y bajar colinas para el pastoreo de las cabras", dice Matías Manzotti, jefe de la sección de geriátrica del servicio de clínica médica del Hospital Alemán (MN 106.009) y miembro de la comisión directiva de la Sociedad Argentina de Geriatría y Gerontología. Para el especialista en tercera edad, otra variable sumamente importante es la realización personal, es decir, cuando uno vive pensando en que está satisfecho emocionalmente con su vida y tiene un propósito.
"El envejecimiento saludable tiene como pilares el ejercicio físico como rutina, la sociabilización, la alimentación saludable y, por encima de todo esto, está el hecho de tener un proyecto de vida", advierte.
Asimismo, Sánchez Calvin asegura que a partir de nuestros hábitos podemos crear nuestras zonas azules, primero hay que empezar con nuestro cuerpo: tenemos que respetarlo, moverlo y cuidarlo; a la vez que es preciso mejorar los pensamientos en nuestra mente, aumentar la flexibilidad y construir consciencia del aquí y ahora. "También hay que poner el foco en nuestra alma: nutrirnos de ayudar a otros, sustituir lo individual para socializar y colaborar en comunidad. Y animarnos a aprender nuevas maneras de escuchar a nuestros cuerpos, sin tanto juicio ni mandatos sociales, nos dará la libertad de crear nuestra mejor calidad de vida", concluye.