Cuando el cristianismo era una religión nueva, en los primeros tiempos del Imperio Romano, el papel de los padrinos era muy diferente al actual. En realidad, no se podía hablar de padrinos, pues solo se requería uno.

Los bautizados normalmente eran adultos que provenían de un entorno no cristiano. Dado que el cristianismo era una fe perseguida en esta época, una función importante del padrino era confirmar la integridad y la sinceridad del que buscaba ser bautizado.

De este modo se buscaba evitar la infiltración de los perseguidores en la comunidad de creyentes. El padrino actuaba luego como mentor y guía de la persona mientras desarrollaba su fe.

Luego que el Imperio Romano adoptó oficialmente al cristianismo como su religión, fue menos importante que el padrino respondiera por la persona que buscaba ser bautizada. Pero seguía siendo importante guiar a la persona en el proceso de preparación.

Cuando el individuo que buscaba el bautismo era un adulto pagano (un no cristiano) la preparación para el bautismo y el bautizo era un curso completo de creencias y prácticas cristianas.

Pero el origen de los padrinos de bautismo podría ubicarse muy cerca del fin del Imperio Romano, ya que en esta época se comenzó a introducir la costumbre de bautizar infantes.

A partir del siglo V, la tradición de los padrinos comenzaba a reglamentarse, con la prohibición de que padrinos y madrinas se casaran con sus ahijados o con los padres de los mismos.

Tras el fin del Imperio Romano, cada vez más personas en Europa se convirtieron al cristianismo. A principios de la Edad Media, el bautismo de adultos no cristianos se hizo cada vez más raro.

Al mismo tiempo, el bautismo infantil se convirtió en una tendencia dominante, ya que los padres cristianos querían bautizar a sus hijos pequeños. Además, nació la práctica de tener dos padrinos, un hombre y una mujer.

El origen de los padrinos de bautismo también trajo consigo las palabras comadre y compadre. Ambas vienen de los términos en latín commater y compater respectivamente.