"Ningún color carece de significado", escribe Eva Heller en su libro 'Psicología del color' (ed. GG). El camel, en concreto, está cargado de ellos. Este pariente cercano del marrón con un primo lejano rosa palo, al que nos resulta insoportable llamar por su nombre (nadie dice 'color camello') parece que viene y va, pero en realidad hay contextos sociales de los que nunca desaparece. Y eso pone sobre él una marca que determina fuertemente su significado cultural. No fue considerado como un color hasta 1916.

 Llamamos camel a este color porque es el color medio que atribuimos al pelaje de los camellos. De hecho, es el abrigo de pelo de camello la prenda que definitivamente instaló entre nosotros esta palabra (pese a que el abrigo de pelo de camello fuese a menudo de color marrón rojizo). El pelo de camello se obtiene de la parte más profunda del pelaje de este animal, más fino y suave que el superficial. Se parece al cachemir, aunque no es tan delicado como éste.

El caso es que el abrigo de pelo de camello primero y el abrigo camel, son objetos que evocan cierto lujo, y en correlación con esta percepción, las prendas invernales de color camel formaron parte, tradicionalmente, del fondo de armario de las clases altas. Como consecuencia, durante mucho tiempo, ir vestido en tonos camel transmitía, para bien o para mal, ser una persona elegante pero también tradicionalista, conservadora, en la moda y en la vida. Y en este 2022 es protagonista.