Muerte súbita: hasta qué punto y cómo puede prevenirse
En las últimas semanas tres casos de muerte súbita conmocionaron a la opinión pública. El primero ocurrió en Córdoba, el joven Luis Beltrán, de 23 años acababa de ser premiado tras arribar a la llegada de los 21 kilómetros en un maratón. Después de la euforia y la alegría cayó desplomado irremediablemente.
Luego se conoció el caso de un adolescente, Beltrán Bombau, un chico de sólo 14 años que murió en el Club de los Amigos, en Palermo Chico. Se desvaneció repentinamente y ya nada se puso hacer. Tras la muerte se le practicó una autopsia: tenía una enfermedad del corazón llamada cardiomiopatía hipertrófica.
El lunes pasado ocurrió la tercera: esta vez un socio del club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires se descompensó en pleno partido de fútbol y falleció. La sede cuenta con una ambulancia de alta complejidad y desfibriladores, sin embargo las tareas de primeros auxilios no pudieron salvarlo y murió a los 53 años.
La muerte súbita es aquella que ocurre de un modo inesperado, sin síntomas previos o con signos que recién se ven poco tiempo antes de la muerte. El 90 por ciento de estas muertes ocurre por problemas cardíacos y de ese total 9 de cada 10 se produce por una arritmia grave, llamada fibrilación ventricular. Como consecuencia de esta arritmia el corazón se detiene y deja de llevar sangre al cerebro y a todo el organismo.
¿Se previene?
Ante un ataque cardíaco, una persona tiene más del 75 por ciento de chances de sobrevivir si es reanimada con impulsos eléctricos y maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP) dentro de los primeros 3 minutos, el tiempo que los médicos llaman la ventana de oro. En cambio, las posibilidades de sobrevida descienden a menos del 1 por ciento pasados los 10 minutos desde ocurrido el episodio. El problema reside en el hecho de que los servicios de emergencia suelen mantener una demora promedio de entre 15 y 30 minutos tras la llamada. "La muerte súbita en deportistas puede prevenirse en muchos casos realizando estudios cardiológicos precompetitivos y periódicos para detectar afecciones potencialmente mortales que impiden la realización de prácticas deportivas de alto rendimiento", explicó el cardiólogo Federico Cintora, médico cardiólogo de Fundación Cardiológica Argentina. Sin embargo, aclaró que a pesar de un estudio correcto, no todos los casos de muerte súbita pueden ser previstos y evitados. "Cuando sucede una muerte súbita es fundamental contar inmediatamente con un sistema de respuesta en emergencias que cuente con personal entrenado en reanimación cardiopulmonar (RCP) y con un cardiodesfibrilador", agregó el especialista.
De las 35.000 muertes vasculares que se producen en un año en la provincia de Buenos Aires, 20.000 se deben a problemas cardíacos y, de ese total, 4.000 se producen por muerte súbita. "Uno de cada cuatro afectados por muerte súbita podría sobrevivir si se le practicaran maniobras de RCP avanzada lo más precozmente posible", explicó Gabriel Sosa, coordinador del Programa de Reanimación Cardiopulmonar en la Provincia.
Los cardiodesfibriladores automáticos sirven para restablecer el ritmo normal del corazón en este tipo de muertes. Son aparatos que complementan las maniobras de resucitación cardiopulmonar y reaniman a los afectados por muerte súbita a partir de un impulso eléctrico dado con dos planchuelas en el pecho.
Lo ideal sería que existan cardiodesfibriladores en todos aquellos lugares en los que se acumula gran cantidad de personas, como los estadios de fútbol, aeropuertos, estaciones de tren, escuelas o terminales de ómnibus. No obstante, además del masaje cardíaco (que mantiene oxigenados los órganos) y la aplicación del cardiodesfibrilador es fundamental contar con un servicio de emergencias.
Sosa explicó que las maniobras de RCP sumadas el empleo de los cardiodesfibriladores permiten mantener lo que los emergentólogos llaman "la cadena de la vida", con el objetivo de que el paciente llegue vivo a un centro de salud con la complejidad necesaria para tratar la patología cardiovascular que lo aqueje.
Las maniobras de resucitación aumentan un 30 por ciento las posibilidades de sobrevida en personas que sufren muerte súbita cardiovascular, que es aquella que se produce en forma repentina en personas aparentemente sanas.