La acción del hombre multiplica por cuatro las zonas muertas de los océanos, situación que se ha cuadruplicado en medio siglo. Lo llaman hipoxia marina, adaptación del término utilizado en medicina para indicar un estado de deficiencia de oxígeno en la sangre, células y tejidos de un organismo, lo que puede comprometer la función de los mismos.

En el caso que nos atañe, lo que compromete es la vida misma en las aguas en las que aparece, creando áreas catalogadas con un término que no deja indiferente: zonas muertas.

Las zonas muertas oceánicas son espacios bajo el lecho marino donde la vida no es sostenible debido a los bajos niveles de oxígeno. Desde hace años, varios estudios científicos vienen alertando de una situación que se ha ido incrementando con el tiempo.

Uno de los últimos, firmado por un equipo internacional de investigadores bajo el título "Disminución de oxígeno en el océano global y las aguas costeras", va más allá.

Tal como revelan los análisis realizados mediante mediciones directas a lo largo de todo el globo por estos investigadores, las zonas con un oxígeno mínimo en el océano abierto "se han expandido en varios millones de kilómetros cuadrados" y cientos de espacios costeros tienen actualmente "concentraciones de oxígeno lo suficientemente bajas como para limitar la distribución y abundancia de poblaciones animales y alterar el ciclismo de nutrientes importantes".

Ya son más de 500 espacios, número que, en el caso de los costeros, se ha multiplicado por diez desde mediados del siglo XX, mientras que la cantidad de agua en mar abierto afectada se ha cuadruplicado en medio siglo, un fenómeno ayudado ahora aún más por el agravamiento del calentamiento global.

El ser humano, como no podía ser de otra forma, está detrás de esta situación. Según señalan los investigadores, "el aumento de la carga de nutrientes junto con el cambio climático, cada uno de los cuales resulta de actividades humanas, está cambiando la biogeoquímica oceánica y el aumento del consumo de oxígeno".

El resultado: cambios fundamentales en la disponibilidad de nutrientes clave y la desestabilización de los sedimentos, lo que implica, a largo plazo, el colapso de estos ecosistemas.

Recursos pesqueros

Por otra parte, el potencial máximo de capturas en el mar podría disminuir a nivel global hasta un 12% para 2050 por efecto del cambio climático, según un estudio difundido por la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura.

Las nuevas predicciones, realizadas con la colaboración de más de un centenar de científicos, indican que el potencial productivo de la pesca en las zonas económicas marinas exclusivas (las primeras 200 millas náuticas desde la costa) se reduciría entre el 2,8 % y el 12,1 %, en función de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Aunque esos porcentajes globales "no son muy significativos", se observan "grandes diferencias por regiones, con un impacto negativo particular en las áreas tropicales", como en el sur del Pacífico, aseguró en un acto el director de Pesca y acuicultura de la FAO, Manuel Barange.

Por otro lado, se espera que el cambio en las temperaturas incremente la producción en latitudes altas y, si esta disminuye, que no lo haga tanto como en los trópicos.

Sobreexplotación que condiciona

La FAO también publicó un informe bienal en el que alerta del empeoramiento del estado de los recursos pesqueros. La sobreexplotación de los recursos pesqueros aumentó en el mundo, después de que el porcentaje de poblaciones de peces capturados de forma insostenible pasara del 31 % en 2013 al 33% en 2015, según las últimas cifras difundidas hoy por la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura.

Mientras la tasa de poblaciones de peces que se pescan dentro de los niveles biológicamente sostenibles ha disminuido del 90 % de las muestras analizadas en 1974 a un 67 % en 2015, las que se han capturado fuera de esos niveles han seguido la tendencia inversa en ese periodo: del 10 al 33 %.

"No vamos por el buen camino", señaló el director de Pesca y acuicultura de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura, Manuel Barange.

Las cifras van en la dirección contraria a lo que marca la agenda de desarrollo sostenible pactada en Naciones Unidas para 2030, que busca acabar con la sobrepesca y restaurar las poblaciones de peces a niveles que puedan producir el rendimiento máximo sostenible cuando antes.