Cacho Fernández

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Se podía suponer que el conflicto se dispararía por el lado social. El Gobierno va por más y ha resuelto encarar la protesta gremial de la manera con la que lo suelen hacer las gestiones a las que la gente apoya porque "hace lo que debe hacer" y no lo que tiene rédito político.

Eso es un riesgo para quienes creen que la protesta puede lograr cosas por presión. Que si se aprieta un poco, por una cuestión de lógica política, lograrían lo que piden.

El país se ha venido manejando a través del fuerte poder de las corporaciones. En la Argentina existe una suerte de poliarquía ejercida por corporaciones y colectivos de toda índole y no una democracia representativa.

La Argentina corporativista ha logrado hasta voltear gobiernos por encima de la voluntad popular. Así cayó el peronismo, el gobierno de Arturo Illia y otros, y últimamente el de Fernando de la Rúa. Con esa experiencia, el camionero, Hugo Moyano, sin candidatos a la vista pretende arrinconar a Mauricio Macri, no sólo para revertir la multa de 810 millones de pesos por violar la conciliación obligatoria sino también agotar al actual gobierno para allanarle el camino a otro gobierno menos duro para negociar.

El corporativismo siempre fue en desmedro del voto popular, de la república y de la democracia. Ante el hecho consumado, la idea es la de conciliar las dos posiciones, pero la constante política en la Argentina fue la de boicotear cualquier gobierno que no sea peronista.

Moyano jamás se llevó bien con los Kirchner, y mucho menos con Cristina con quien siempre se enfrentó duramente. Aunque la ex presidenta prácticamente tiene una misma cuna con el líder camionero, la vida los fue llevando a pertenecer a clases diferentes y por ahí antagónicas. Ambos se repelen y casi por una cuestión de clase, aunque sea formalmente porque ¿a qué clase social pertenece hoy Cristina Kirchner luego de la fortuna acumulada durante el ejercicio de su poder?. ¿Cuál es la clase con la que comulga Moyano luego de su enriquecimiento a través de los fondos sindicales?

¿Qué es lo que determina la clase social a la que uno pertenece, su ubicación en el momento de la producción, por lo que consume, es decir, su ubicación en el mercado o su nivel cultural? Tanto Moyano como Cristina pertenecerían a la misma clase, esta es, la de "los estamentos", según ya no las categorías de Marx sino las de Weber. Están dentro de sectores enriquecidos mágicamente por sus funciones públicas, con prácticas de nepotismo y fatalismo de nacimiento.

Protesta y pagos unilaterales

Los municipales decidieron volver a la carpa por dos motivos: para visibilizar el conflicto y luego ir por un 30 por ciento o más de aumento y para presionar al Ministerio de Trabajo para que levante la conciliación obligatoria.

La posición del Ejecutivo es la de mantenerse en su oferta del 27 por ciento y presionar por la conciliación obligatoria. De esa manera, la carpa montada ayer puede ser obligada a levantarse.

Pero el gremio va por más. Reclama los fondos de la cuota solidaria, algo que también le exige la Federación y un porcentaje mayor de aumento para los sueldos menores de la Municipalidad. "Lo del Tano parece ser un tema más personal que gremial el que mantiene con Galli", dijo una fuente municipal. "No sé por qué no acepta este aumento del 27 por ciento y luego pelea por los ingresantes que son los únicos a los que no les genera un buen aumento", añadió.

No se sabe en qué puede terminar esta pulseada. En la Provincia, la Gobernadora Vidal también decidió ir por más y jugar con el desgaste de los gremios.

La Provincia se mandó con ese porcentaje y lo pagó sin esperar el consenso gremial para generar internas entre representados y representantes. Y el objetivo del último pago del 16,7% del jueves parece ser ése, el de meterse en la interna gremial.

No queda ninguna duda que la economía jugará un rol esencial en las elecciones del año próximo, por lo tanto no se puede jugar a la política cuando lo que está en juego es el bienestar o el malestar de los trabajadores o de los sectores de ingresos fijos. Lo que se debe hacer, entonces, es abordar seriamente el eje económico del problema y resolverlo, y dejar de jugar a la política y con las internas gremiales.

¿Pronóstico o techo?

Más allá de que el actor Oscar Martínez diga que "no es mala palabra hacer un ajuste, (porque) los argentinos estamos acostumbrados a vivir arriba de nuestras posibilidades" y que habría que "equilibrar la balanza comercial, equilibrar el déficit fiscal, que supone un ajuste que tenemos que asumir todos los argentinos, los que pagamos impuestos", no es el mismo ajuste que sufre el actor con el que padece el trabajador argentino.

A la gente, un tarifazo le significaría tener que sacrificar alimentos o perder otros consumos esenciales. Si el inefable Guillermo Moreno dibujaba todo, este gobierno también dibujó más de una vez el pronóstico de inflación. Planteó que podía ser del 10 y luego del 15 por ciento y con ello le fijó un techo a las paritarias estatales y las que no lo son. La conclusión es que si bien ganó un tiempo financiero, también es cierto que se terminó generando un conflicto innecesario con los gremios y una enorme desconfianza le jugó en contra a la hora de renovar sus promesas. Al final terminan todos extenuados y desalentados y sin ganas ni percepción objetiva para llegar a un acuerdo.

Encuestas y posibilidades

La economía fue ordenando la imagen de los políticos de una manera elocuente. Según una encuesta de Raúl Aragón y asociados. Bajó un poco la imagen de Vidal, aunque sigue siendo la más alta. El Presidente Macri muestra una imagen positiva del 31 por ciento contra el 51 por ciento negativa. Algo parecido tiene Cristina Kirchner,con un 30 positiva contra un 50% negativa, solo que habría que evaluar o medir quien de los dos podría atraer mayor cantidad de votos independientes en caso de una polarización y segunda vuelta entre ambos.

En tanto, la Gobernadora ostenta un 46 por ciento de imagen positiva contra un 31 por ciento de negativa. No en vano el kirchnerismo ha iniciado un trabajo de desgaste contra la Gobernadora puesto que la considera como el Plan B del oficialismo, hoy por hoy prácticamente imbatible.

En tanto, Juan Manuel Urtubey, una de las figuras del peronismo federal, con un 20 positivo contra un 22, negativo, podría crecer facilmente por su alto grado de desconocimiento, mientras que Sergio Massa, uno de sus candidatos en la Provincia acumula un 26 por ciento de imagen positiva contra un 22 de negativa. El líder del Frente Renovador mantiene intactas sus posibilidades de llegar a ocupar un cargo ejecutivo, nacional o provincial. En tanto que Cristina no puede superar ese 30 por ciento de imagen positiva que coincide prácticamente con su voto cautivo. Su rechazo, entre el 50 % de imagen negativa y un 20 % de regular le impediría superar ese techo electoral que ya ha mostrado en la pasada elección con lo cual le acrecienta al Peronismo Federal de poder competir con el Peronismo Federal en una segunda vuelta.

Y, como la gente parece votar de arriba hacia abajo, el peronismo debería elegir muy bien sus candidatos locales para tener posibilidades contra un oficialismo que estaría entre ir con Macri o Vidal, ambos con reales posibilidades si deciden atenuar el ajuste al pueblo. En ese caso, Federico Aguilera solo recogería el voto cristinista y nada más, mientras que un peronista más vinculado al peronismo no K podría sumar de otras vertientes, caso como el de Adriana Capuano, José Eseverri. Germán Aramburu o José Gervasio González Hueso, aunque con algunas ventajas para el ex intendente como poder juntar votos además de ese massismo cultural olavarriense: ni macristas ni peronistas.

Vidal y Béliz

Nadie duda que la gobernadora Vidal es la dirigente con mayor futuro político de la Argentina. Se construyó sola su propia imagen, le tocó participar en una coyuntura especial y apropiada, con un kirchnerismo en baja y con un espacio que representaba en ese momento algo esperanzador y realmente alternativo contra un kirchnerismo que languidecía, un sciolismo que sólo había surfeado sobre la realidad bonaerense y para colmo, un dirigente como Aníbal Fernández que solo generaba rechazos.

Es decir, le tocó una zona y un cuadro muy favorable en la competencia política provincial. ¿Mejor?, imposible. Demostró su valor al querer combatir las mafias policiales y penitenciarias y al lograr los fondos que históricamente le pertenecían a la Provincia pero que nadie había movido un dedo para recuperarlos.

Todo iba con viento en popa para Vidal quien se encaminaba y todavía se encamina a ser la única persona que podría romper el maleficio que pesa sobre los gobernadores bonaerenses de poder llegar a la Rosada. Pero ¿se puede ser diferente en este mundo de la política?. ¿Hay lugar para otro Béliz)

De pronto a Vidal le comenzaron a caer los males. A la estrategia equivocada de querer jugar en las internas gremiales, y de algunos gremios muy ganados por la política, se tuvo que tragar el sapo de los aportantes truchos.

Si hasta de la misma Rosada le estarían jugando en contra exponiéndola al periodista que publicó el caso. ¿Lo hizo Marcos Peña, quien parece insistir en una reedición de aquella polarización Macri-Cristina en 2019?

"Este es el sistema contra el cual yo vine a pelear", respondió María Eugenia Vidal a una de sus colaboradoras cuando le preguntó, en privado, cómo estaba viviendo las denuncias por fraude en los fondos de campaña de Cambiemos. Lo dijo como si no hubiese podido evitarlo aunque muchos le adjudican cierta responsabilidad. A partir de eso, bajó tanto de peso como su imagen en las encuestas pese a que todavía es la dirigente mucho mejor posicionada y por lejos.

"Entré a la política sin apellido, sin padrino y sin plata... ¡No tengo ninguna offshore! Antes tenía una casa y un auto y, después del divorcio, me quedaron media casa y medio auto", se descargó, según publicó un medio nacional.

Entonces, ¿o Vidal es una simuladora o es una nueva Gustavo Béliz quien, por su estilo y su "transparencia" debió soportar la hostilidad de los impuros?.

Corporativismo de riesgo

La gente muestra un formidable rechazo por Moyano pero el camionero igual le va a podrir la calle al gobierno, como se dice en la jerga política, y con ello logrará algunos beneficios personales. No se trataría, entonces, de ver quien tiene razón sino del grado de fuerza que tiene. Moyano es el emblema del corporativismo sindical, pero también están las empresariales.

Las prácticas corporativas, en este caso la de los empresarios, obligaron a Raúl Alfonsín a tener que entregar el poder antes de tiempo. Primero crearon un clima irrespirable con la hiperinflación, luego le subieron el dólar a más del doble de lo que estaba y por último solo faltaba el mazazo final. El vandorismo hizo lo mismo con Illia en el ''66, a partir de su alianza con el general Onganía. A De la Rúa también le hicieron un lockout aliado a los caciques del Conurbano y la movilización permanente de los gremios que querían por todos los medios un gobierno peronista. Por lo tanto, por un signo ideológico-político o por el contrario, la democracia argentina siempre estuvo hostigada por el corporativismo, no se sabe si por ineficiencia y descompromiso de la clase política o porque las corporaciones en este país son más poderosas que el voto popular.

Entonces, de lo que se trata es de construir una verdadera democracia representativa que sepa convivir con las corporaciones, pero que la voluntad popular se ubique por encima de las corporaciones. Moyano es un tipo de poder pero manejando su gremio, ahora, sólo apenas mide un punto de intención de voto. Y esto fue medido cuando intentó reeditar la experiencia de Lula Da Silva en Brasil. Ese intento, por ahí cercano al 2010 fue un estrepitoso fracaso por su notable impopularidad.

Pero su corporación, la del transporte de camiones todo lo puede. Salvador Allende, en Chile, debió sufrir un hostigamiento similar de los camioneros que en ese momento se habían aliado con la CIA norteamericana. El resultado fue parecido al de Onganía porque al socialismo incipiente de los chilenos les devino una dictadura tan sangrienta como la de Pinochet.

Entonces, ¿cuál es el límite entre el corporativismo bueno y el malo? Probablemente, como criterio de demarcación podría tomarse la ley, el bien común y la institucionalidad.