Claudia Rafael / crafael@elpopular.com.ar

Cuando hace algunos días el intendente municipal, Ezequiel Galli, cuestionó el contenido de un examen en la facultad de Ciencias de la Salud puso sobre la mesa -sin quererlo seguramente- un debate imprescindible y de fondo: la Universidad ¿debe ser parte activa de su comunidad de pertenencia o un claustro dentro de una torre de marfil?. ¿Por qué resulta perturbador a los políticos de turno que una u otra facultad se ocupe de las problemáticas concretas de una comunidad? Si hubiera sido oposición, ante ese examen, ¿hubiera sostenido la misma crítica?

Es necesario correrse momentáneamente del tuit del jefe comunal para ir a la médula de la temática. Y entrar de lleno en cuál es el rol de la Universidad y qué aspectos resultan esenciales en el contexto social de cada época.

Cuatro docentes universitarios locales de las tres carreras dependientes de la Unicen en la ciudad vuelcan su mirada y analizan los diferentes aspectos de la educación superior en la vida comunitaria. "Es uno de los mecanismos más potentes para transformar la sociedad y generar esa característica tan destacada que tuvimos los argentinos a mediados del siglo pasado cuando se hablaba de movilidad social", analiza el docente de Ingeniería Carlos Verucchi. Y desde la misma carrera, el docente y vicedecano Oscar Cabrera plantea que "no solamente los profesionales que prepare la universidad tienen que ser idóneos en su actividad, sino también tener una formación ética y llevar a cabo su labor en forma que pueda modificar la realidad en la que estamos inmersos".

La vida universitaria en Olavarría tiene sus raíces hacia finales de los 60 cuando nació el Instituto Universitario aunque es en las últimas décadas en que termina de asentarse como Unicen.

Marcela Gibert, docente en Ciencias de la Salud, da cuenta de que "lo que buscamos a través de la universidad es ser agentes de cambio y generar un impacto social favorable a las poblaciones más vulnerables". Y en su análisis plasma que "la pobreza sólo crea más desigualdad y más enfermedades. No le vamos a solucionar la vida a las personas pero sí podemos ser agentes y factor de cambio captándolos como parte del sistema de salud. Teniendo en claro la realidad. Si a nuestros estudiantes no les mostramos la realidad ¿en base a qué los formamos?".

Desde 1918

Más de un siglo atrás, con tres universidades dentro del territorio nacional –Córdoba, Buenos Aires y La Plata- se produjo un hito histórico que marcó a fuego los rumbos: la Reforma de junio de 1918 de la que nació la autonomía y el autogobierno. Hasta aquel momento, con la seguidilla de gobiernos conservadores, sólo accedían al nivel superior los hijos de la más rancia burguesía. Pero, además, una de las herramientas claves de la vida universitaria era el control ideológico. Los claustros cobijaban entonces unos 14.000 estudiantes cuando la población superaba apenas los 8 millones de habitantes. En modo global y sin contabilizar por grupos etarios sería algo así como el 0,16 por ciento del total. Hoy, el sistema universitario argentino alcanza a dos millones y medio de estudiantes que se dividen entre las 131 universidades públicas y privadas. Del mismo modo, hoy el porcentaje alcanza al 5,10 por ciento. Sigue siendo mínimo aunque proporcionalmente, superior.

Hay momentos, a lo largo de la historia, en los que el papel de la universidad ha sido más saliente que en otros. No hay que ir demasiado lejos para pensar en el rol de relevancia que tuvieron determinadas facultades y carreras durante la pandemia de Covid 19. En la ciudad, estudiantes de la facultad de Ciencias de la Salud hicieron aportes en los testeos y en las recorridas barriales.

Hay infinitos interrogantes con que una sociedad interpela a la ciencia, refiere Silvia Boggi. "Es una dinámica permanente que ante ciertas circunstancias o tensiones adquiere un mayor impulso o aceleración como resultado de la urgencia por resolverlas", agrega la docente en la facultad de Ciencias Sociales y se para específicamente en la emergencia pandémica.

Crecimiento e inversión en ciencia

Para Verucchi, la Universidad "es un espacio que debería alentar y promover el debate, el intercambio de ideas. Un espacio que pueda acoger a las vanguardias, en el sentido de poner en tela de juicio concepciones preestablecidas y discutir sobre nuevas problemáticas. Debería ser un espacio donde el debate intelectual tuviera los medios suficientes para desarrollarse de manera permanente, en un clima que garantice la libertad de expresión".

Ingeniero recibido durante los 90, en tiempos en que la profesión no garantizaba mínimamente una salida laboral dentro de un modelo tendiente a la desindustrialización, Verucchi es docente desde hace 27 años. "Hoy por hoy está plenamente demostrado que las naciones que más crecimiento económico tienen, son aquellas que más han invertido en educación universitaria y en ciencia y técnica. Los economistas a veces estiman el crecimiento de un país en términos de la producción científica anterior. Que hoy determina de alguna manera el potencial de crecimiento de PBI que un país va a tener dentro de 10 ó 15 años".

Y desde el mismo universo Cabrera asume que "la universidad tiene que ser el motor para generar una transformación social, más justa, más equilibrada, más desarrollada. La forma de salir de una realidad en donde priman la desigualdad y la pobreza, es cambiando las formas de producción y de distribución de los bienes. Para eso se necesita el conocimiento en general y la inversión en ciencia y tecnología". Y recuerda que el ministro nacional del área dijo "hace poquito en Olavarría que esa inversión alcanza al 0,3% del producto bruto del país. Es muy bajo en comparación con los países desarrollados".

Como cada uno de los docentes universitarios entrevistados, el vicedecano de Ingeniería aludió a la experiencia reciente de la pandemia. "Claramente se vio que invertir en conocimiento no es un gasto, es tratar de que el país avance no sólo desde el punto de vista material sino también que se puedan salvar vidas. El conocimiento nos va a llevar a un desarrollo sostenible en el tiempo. No podemos seguir exportando recursos naturales sino poner además valor agregado, que es el conocimiento. Y eso hace a la diferencia entre los países desarrollados y el resto".

Necesidades y conocimiento

Pero más allá de ese desafío en cuanto a la producción de conocimiento, uno de los ejes que se desprenden del debate es dónde se para el futuro profesional y qué herramientas les brinda la Universidad para moverse en un contexto duro y complejo. "No podemos ser coherentes con nuestro entorno si no entendemos las necesidades. Es necesaria una reflexión crítica y creatividad para que los estudiantes entiendan que tienen que crear y no adaptarse a las estructuras", opina Marcela Gibert. "Pretendemos que el estudiante de pregrado, de grado y de posgrado sea capaz de dar respuesta a las necesidades sociales en permanente cambio. En un contexto como el nuestro, donde se ejerce violencia, donde en todos lados hay niños maltratados, mujeres vulneradas, donde cada vez menos gente puede acceder al sistema de salud. Formamos profesionales que tengan la capacidad de vislumbrar cuáles son las necesidades de la población en la que están inmersos y con la que les toca actuar".

Silvia Boggi habla del "compromiso de nuestros espacios académicos en la producción de conocimientos relevantes para atender a los problemas locales y regionales sustentados en una perspectiva de derechos". Además, habilitar el entramado con "otras formas de conocimiento colectivo en la construcción de respuestas a las problemáticas que nos afectan y nos preocupan".

Basura y canteras

Tras el debate que desató el tuit del intendente, Verucchi se planta y reafirma que "estoy absolutamente en defensa de la libertad de cátedra. Restringirla, ya sea en una pequeña medida, atenta contra los valores de desarrollar el espíritu crítico. No sólo hay que formar profesionales de una sola área de conocimiento sino también ciudadanos capaces de poner en tela de juicio verdades que aparecen como absolutas. Ese es el gran desafío del docente universitario. Formar no solo ingenieros, en nuestro caso, sino ciudadanos con capacidad de análisis crítico".

No sólo la pandemia se advierte como un tema con activa participación de estudiantes y profesionales de las diferentes carreras que se dictan en la ciudad. De hecho, el examen que desató el tuit tenía que ver con la realidad de localidades que reclaman por la falta de médicos.

El compromiso de docentes de las facultades de Ingeniería y Ciencias Sociales durante el conflicto que se generó tras el intento de Helios Eseverri por importar basura de la Ceamse para el relleno de canteras fue de relevancia. Y estuvo asociado a un vínculo permanente con vecinas y vecinos activos de las localidades.

Hace poco, una médica local hablaba de las enormes dificultades que sentía para responder a las demandas concretas en una barriada golpeada y vulnerada de la ciudad. "Somos, como los maestros, el primer lugar al que llegan problemas duros y difíciles de afrontar para los que creo, no fuimos preparados. A veces eso es un golpe emocional fuerte".

Dónde se para la universidad. Qué respuestas es capaz de dar ante los problemas concretos y tangibles. Qué dilemas enfrenta y cuáles problemáticas intenta desanudar y prever de cara al presente pero también en el conocimiento del pasado y en la búsqueda de transformación futura. De qué modo, el flamante profesional es capaz de moverse en la comunidad y dar respuestas concretas desde ese conocimiento que la sociedad le posibilitó con ese acceso que todavía hoy sigue siendo para un porcentaje reducido. Qué lazos teje ese profesional. Qué alianzas produce. ¿Se suma a las construcciones colectivas de su comunidad o evita mancharse en el barro mientras mira y observa el mundo que lo circunda desde un pedestal?