Daniel Puertas

dpuertas@elpopular.com.ar

  Agustín "Cotín" Gavazza es uno de los moradores de ese universo paralelo, duro y a veces siniestro, donde para sobrevivir mejor algunos deciden ser más duros y siniestros que el paisaje que los rodea.

Las historias que vivieron recientemente aunque disímiles se vinculan por un hilo común: la Policía y sus métodos.

En las primeras horas de la noche del 23 de abril, Ibáñez caminaba junto a un adolescente de 17 años y un niño de 12 por la avenida Pringles cuando los interceptó un patrullero de la seccional Segunda de Policía. Según su versión, cuando se identificó uno de los policías le dijo, simplemente, "así que vos sos uno de los Ibáñez", para enseguida comenzar a "agredirlo verbalmente y a los empujones", como consta en la denuncia que radicó después ante el Ministerio Público Fiscal.

Dos de sus hermanos fueron visitantes asiduos de las crónicas policiales. El más conocido por la repercusión del caso por el cual ahora está en prisión es Juan Ramón "Johnny" Ibáñez, condenado a prisión perpetua por haber sido considerado uno de los culpables del asesinato del abogado Marcos Alonso, aunque siempre proclamó su inocencia y sólo aceptó haber sido uno de los que llevó el auto con el cuerpo al sitio donde luego fue hallado a cambio de una suma de dinero.

La familia Ibáñez tenía como jefe a un artesano que tal vez fuera un golpeador. La infancia de varios de los hermanos fue una larga noche de hambre, trajinando las calles de la ciudad ofreciendo artesanías, a veces mendigando, a veces tratando de apropiarse subrepticiamente de los bienes que les negaba su destino.

A pesar de eso, la familia nunca se disgregó. Sus miembros persisten, obstinadamente, en mantenerse unidos en torno de la madre, haya sido cuál haya sido el camino que tomaron para pelearle a la vida.

Todos estaban en el edificio judicial de Olavarría mientras Jorge Ibáñez, con un ojo completamente rojo por un derrame que él atribuye a golpes policiales, esperaba que la fiscal Viviana Beytía decidiera su futuro inmediato.

Con lógica implacable, la fiscal señaló que "los hecho traídos y constatados en el acta de procedimiento (...) no resultan, a mi criterio, típicos del delito por el que Hugo Jorge Luis Ibáñez ha sido administrativamente aprehendido, ello porque no advierto que el sospechado haya desobedecido orden expresa, clara y precisa que le fuera impartida tal como así lo refleja el acta en la descripción del evento".

En el árido lenguaje forense se dice, sencillamente, que no existía razón alguna para que Jorge Ibáñez pasara toda una noche en la comisaría. Tampoco para que estuviera aguardando en carácter de aprehendido en el edificio judicial desde las 8 de la mañana hasta pasado el mediodía.

Pero se apellida Ibáñez.

En el papel policial también se habla de que Ibáñez se inflingió una "autolesión". No hace falta ser demasiado suspicaz para conjeturar otro origen para la lesión.

Al día siguiente, Ibáñez denunció directamente a dos policías. En su declaración sostuvo que mientras cruzaban el patio de la seccional Primera esos dos efectivos le aplicaron puñetazos en todo el cuerpo.

Habrá que ver qué destino tiene esa causa judicial, pero los antecedentes sugieren que no hay muchas razones para suponer que tendrán algún destino.

De vez en cuando la muerte

En diciembre del año pasado, "Cotín" Gavazza fue detenido e imputado por el homicidio de Oscar Lizondo. Para usar la definición de los policías norteamericanos que nos ha llegado a través de la literatura de serie negra, era un caso de "revólver humeante".

Es decir, cuando el sospechoso es prácticamente encontrado con el arma en la mano y el cadáver a sus pies. Imposible de no resolver, por incompetente que sea el responsable de la investigación.

Fue una pelea por razones triviales, una provocación, una respuesta. Dos grupos enfrentados, los disparos inevitables. El muerto.

Oscar Lizondo no era un improvisado de la violencia. Si un par de balas no terminaban con su vida, hubiera sido juzgado unas semanas atrás por el asesinato de otro joven. Esa noche de diciembre le tocó perder.

Después de unas horas prófugo, "Cotín" fue apresado. Poco tiempo después estaba libre.

En la instrucción penal preparatoria no se incluyeron elementos para sostener su culpabilidad y la Justicia tuvo que resolver en consecuencia.

Había testigos, se informó que Gavazza llevaba encima el arma homicida. No se informó nada cuando quedó en libertad porque la investigación policial no reunió elementos de prueba en su contra.

En la madrugada del último sábado, Gavazza volvió a caer en manos policiales. Estaba maltrecho, quizá producto de un salto desafortunado en una obra en construcción. Llevaba varios de los objetos que le habían sido robados a una pareja mayor que fue asaltada en su propia casa y golpeada con ferocidad innecesaria.

Se dice que a la mujer le arrancaron dientes postizos.

Ahora languidecen y no quieren volver nunca más a un hogar que antes era un refugio y hoy despierta un miedo atroz.

"Cotín" Gavazza zafó de una acusación de homicidio quizá porque hay muertes que no le importan a nadie más que a los familiares del fallecido. Tal vez por eso los policías no se esforzaron demasiado en aclarar un caso de "revólver humeante" y "Cotín" siguió caminando por las calles de Olavarría hasta ahora.

Seguramente fueron otros los policías tan celosos de su deber que sancionaron preventivamente, por las dudas, a Jorge Ibáñez, arrebatándole varias horas de su vida y un jirón más de dignidad.

Cada uno puede sacar las conclusiones que quiera o deba.