Osvaldo "Cacho" Fernández / cfernandez@elpopular.com.ar

El atentado a la Vicepresidente fue seguido de acusaciones recíprocas entre los dos polos de la grieta. El jueves, Cristina refirió una frase del Papa Francisco: "los actos de odio son precedidos por palabras", dijo, lo que podría ser un buen diagnóstico de la situación o simplemente una autocrítica de la Vice. Y remató su comentario con un pedido álgo narcisista y mesiánico para que "recen por mí", dijo, repitiendo el pedido constante y desafortunado que hace el Papa.

Fiel a la famosa y demasiado humana conducta de echarle las culpas al otro de lo que le pasa, no admitió ningún error ni haber utilizado palabras de odio. También aquí era necesaria una dosis de humildad autocrítica, lejos de la arrogancia y de la soberbia victimización. Cristina dijo cosas ciertas pero no se asume como una de las responsables y eso deslegitima de algún modo su discurso.

Con una aparición absolutamente mística, Cristina le agradeció a Dios y a la Virgen por haber salido ilesa del atentado. Claro, es que no podía agradecerle a su custodia cuya actitud en defensa de la Vice fue deplorable.

No quedaba otra alternativa que adjudicarle a la divinidad su salvación, todo lo que fue terrenal había fallado. En ese caso, reivindicó a "la militancia", dijo, su rol en su seguridad personal, lo que semeja al rol de los mencionados militantes a las fuerzas especiales y para-institucionales en la custodia de su persona semejantes a las que hubo en otros pasajes de sistemas que existieron en la historia universal.

Desde el año 2008, a partir de la Resolución 125, el odio la violencia verbal y actitudinal ha recrudecido como nunca en la Argentina. La hisotria nacional ha sido siempre muy violenta, los últimos 12 ó 14 años fueron irrespirables. El lenguaje político fue el del odio y el del enfrentamiento y no hubo ninguna posibilidad de cambiarlo por el diálogo y el del encuentro.

Años de furia

Precisamente ahí está la patología, esto es que lo que es irregular o anormal genere mayor satisfacción que lo que debiera ser la normalidad de la paz y la convivencia. 

Sin duda que Thomas Hobbes tenía razón al entender que la naturaleza humana es egoista y destructiva. "el hombre es lobo del hombre", decía porque entendía que en el ser humano prima mucho más la pasión que la razón, y aquella solo busca el poder y la destrucción del oponente. Argentina es un país de referencia de la teoría hobbesiana. Los momentos de paz y concordancia son las excepciones.

Pero mientras se continúe con la idea de que el oponente es un enemigo pasible de ser eliminado, no hay acuerdo posible. En este país, quienes pierden acompañan sí a los ganadores, pero al cementerio.

Muchos países pasaron por lo mismo, caso España, después de la muerte del dictador Francisco Franco, pero hubo una figura supra partidaria como la del Rey Juan Carlos I quien medió para salvar la democracia y la convivencia civilizada. Es decir, una figura tan medieval como un monarca fue paradójicamente el salvador de la democracia durante el "tejerazo" y prefiguró el posterior Pacto de la Moncloa.

La dirigencia política nacional, que disfruta con la pelea, no puede llegar nunca a un encuentro que permita la unidad nacional y un acuerdo con los temas de Estado que garanticen previsibilidad más allá el color de quien gobierne.

Arte y realidad

Pero, vayamos al atentado. La realidad suele imitar al arte, y el atentado fue un grotesco real que copia al otro, el de la literatura. Se parece demasiado a la novela de Roberto Arlt, "Los siete locos", en donde una secta presuntamente revolucionaria, comandada por la "racionalidad" de un astrólogo delirante y financiada por los burdeles comandados por el famoso Rufián melancólico, pretenden hacer una revolución.

Arlt se referencia en la novela del genial ruso Fedor Dostoievski, "Los endemoniados", tanto en el grotesco como en la tragedia. El atentado a Cristina parece haberse perpetrado por otros "siete locos" pero potencialmente letales (aunque todavía no dé el número) tan similares en sus representaciones.

El grotesco, insisto, es similar, y la realidad parece querer imitar la novela del escritor argentino la que parece emerger de una realidad también polarizada, sin destino, sin esperanzas, tan pobre y tan llena de odios como la de aquella época previa a la Gran Depresión y en las puertas mismas de la Década Infame.

La furia demencial

El odio actual surge dentro de una coyuntura similar atravesado por políticas cínicamente desdramatizadas al extremo, con una dirigencia sin compromisos y sin proyectos que resuelvan los problemas y el dolor de la gente. (Esto puede tener que ver con esa manía de banalizar lo trágico). 

Hoy, estos rechazos mutuos nacen de una obsesiva y a veces hasta demencial lucha por el poder y el afán de pertenecer a esa oligarquía política que vive de los beneficios de ese poder. 

Se trata de una furia casi animal, salvaje, tal como lo imaginó Hobbes cuando caracterizó al hombre en estado Naturaleza. Y esta furia destructiva no surge de los reproches por soluciones para la gente sino que surge de la cercanía o la lejanía del manejo del poder tan anhelado para pasarla bien mientras el pueblo soporta la inflación, la falta de trabajo, la inseguridad, desigualdad y el descaro oligárquico de una clase política que no se ha dado cuenta aún del sufrimiento popular.

¿A quien acusó de odiadores Cristina ¿a los fanáticos de ambos bandos que están enquistados en la política nacional, incluso en su espacio?, ¿a los mesiánicos de siempre, a los lumpenes y marginales con ganas de resolver violentamente los conflictos?. ¿O fue un mensaje para que su propia tropa lo interprete como quiera?. Cristina suele incurrir en esas manías de acusar al voleo y de practicar el tiro al pichón para generar ciertos misterios discursivos que la mantengan en agenda.  

La batalla de Aubasa

De todos modos, el país necesita un acuerdo, caso contrario no hay salida posible. Pero ¿quienes son los odiadores o haters, como se los denomina mundialmente?. Ambas fuerzas, el Frente de Todos y Juntos por el Cambio culpan al oponente. Hasta los más moderados entraron por esa variante y parecen sentirse cómodos dentro de ese código de destrucción, como si el odio les resultara un lenguaje placentero. Las internas se mantienen en una asfixiante tensión. Las del FDT se resuelven en la presión o en la calle, como la de Aubasa, en donde el gremio junto con la CGT está llevando a cabo una fuerte arremetida contra el presidente de Aubasa, Ricardo Lissalde, quien hace un par de años se animó a enfrentar a Facundo Moyano y a la conducción gremial para terminar con presuntas malas conductas.

A causa de ello, el saladillense está siendo atacado duramente por la Sutpa y la CGT de Pablo Moyano, y lo quieren echar del organismo porque le cuestionan su peronismo y le imputaría una supuesta aversión al poder sindical "habría que tirarlos al fondo del mar", le recuerdan los cegetistas esa frase en un comunicado de la central obrera. La guerra continúa y se encaminaría a un fin más o menos previsible, esto es, alguien va a quedar afuera.  

Duelos

Ahora, ¿es posible un diálogo y un acuerdo entre Cristina Kirchner y Mauricio Macri? Desde la negativa de la Vice a darle el bastón de mando, no parece posible pensar en algo que parece imposible. La relación entre Cristina y Mauricio está atravesada por un profundo e inusual odio que impediría cualquier relación. Posiblemente, como en la novela de Joseph Conrad "El duelo" este litigio interminable solo terminará cuando exista un vencedor y el retiro definitivo del derrotado del escenario político.  

Los vincula un odio irreductible y ambos están sumergidos en un contexto patológico irreversible que viene desde el fondo de los tiempos o desde la ignorancia, el egoismo y la estupidez, y ambos están fatalmente destinados a una pelea demencial y una consecuente eliminación recíproca. También es cierto que por ahí el famoso acuerdo político no los necesite a ellos como protagonistas centrales y la historia termine prescindidendo inteligentemente de ambos dirigentes.

En este escenario, las internas ya están lanzadas. La del kirchnerismo utiliza las redes y la presión, la de Juntos se sustenta en una guerra de fotos en las que cada bando pretende mostrar fundamentalmente su poderío. Los libertarios ya se resignaron a ir por separado y los radicales son los únicos que quieren definirla mediante el voto de sus afiliados para ver quien se queda con la conducción local, si "la Universidad o el comité", caracterizan algunos, aunque otros suponen que se está definiendo el futuro de la UCR en Juntos. En lo local, la mecánica de las internas es parecida solo que más silenciosa.

Impuestos y gobiernos

Con el voto del oficialismo y algunos diputados de Juntos, se prorrogaron todos los impuestos lo que confirma la presión fiscal que sufre la sociedad. A la oposición, algunos compromisos de legisladores con sus propios gobernadores, les trajo la repulsa de sus compañeros de ruta como los del PRO quienes advirtieron que ellos no habían acompañado la medida. No se trataría de diferencias ideológicas sino que, una cosa es gobernar y otra es no tener que hacerlo. Así lo planteaba el sociólogo argentino, Heriberto Muraro, quien intentaba comprender las brechas existentes entre las promesas políticas y las realizaciones si se llega al gobierno. 

Con algunos diputados radicales pasó algo parecido. Sus gobernadores necesitaban la aprobación de la ley y sus legisladores no tuvieron otra alternativa que acompañar los intereses de sus jefes provinciales. La necesidad tiene cara de hereje, dicen, y en verdad muchas veces los compromisos políticos e ideológicos se chocan contra las necesidades de sus propios gobiernos. Y para esto no hay solución posible si no se encuadran estos problemas entre las políticas de Estado que habría que acordar. 

Sin ellas, gravita mucho más ese gran conflicto generado por la contradicción entre los intereses de los gobernantes y los de los gobernados, entre los Estados y la sociedad que ya parecen insolubles.

Maldita inflación

En este contexto de pulseadas interminables se podría encuadrar los problemas surgidos con el plan del Plan de Viviendas Industrializadas TUVI, donde el Gobierno municipal acaba de rescindir el contato con la empresa constructora por incumplimiento de contrato, algo que no es nuevo en la ciudad y en otros lugares. Les pasó a todos, a gobiernos peronistas y radicales, a kirchneristas y macristas, porque la causa, que es la inflación permanece intacta.

Por ejemplo, como advirtió un viejo y memorioso militante peronista y ex funcionario de Eseverri, ocurrió algo parecido con la construcción de la Guardia del Hospital Municipal en 2013 cuando se le dio de baja a la firma constructora por la misma causa y con las obras en la Facultad de Medicina no hace mucho tiempo, el edificio judicial, la autovía en la Ruta 3, y con la mil veces abortada construcción del Jardín 919 más atrás en el tiempo. 

 Amén de la seriedad o no que pudiesen tener las contratistas, el contexto inflacionario atenta contra cualquier programa a largo plazo. Dependerá de las espaldas que tengan los constructores para soportar los costos en ascenso permantente por efecto de la inflación. La política no ha podido hacer otra cosa que correr los hechos por detrás, ya sea aplicando permanentes mayores costos o multas que no resuelven los problemas ocasionados por una inestabilidad económica y por el aumento constante e indetenible de los costos.

La Secretaría de Mantenimiento y Obras Públicas indicó que a la mencionada empresa se le aplicó multas de $835.669,50 y de $1.094.484,84 por incumplimientos de servicios. Estas sanciones, dice una información municipal surgen de "inspecciones realizadas por personal especializado de la Secretaría". 

Sin embargo, para el concejal Maximiliano Wesner, quizás el próximo candidato a intendente del FDT por La Cámpora, "la empresa no estaba cumpliendo en tiempo y forma con la obra, no había auditorías a la empresa licitadora, Cuando advertimos esta situación nos encontramos con un rechazo del Municipio y ahora con el tiempo se comprueba que teníamos razón", disparó, a la vez que la edil libertaria Celeste Arouxet también se prendió en este cruce. Pero, casi como una verdad de Perogrullo, hasta que no se vaya resolviendo el problema inflacionario, las obras decididas desde los Estados se van a chocar con estos problemas en cualquiera de las obras emprendidas por los Estados.

Dicen que Dios se muere de risa cuando hacemos planes. Esto mismo pasaría con esa divinidad perversa de la inflación con los proyectos que se diagraman desde los gobiernos, sean municipales, provinciales y nacionales. 

Me tocó compartir una charla con el sociólogo Heriberto Muraro en la Cámara de Diputados provincial en donde este intelectual invitaba a contemplar la incidencia de las variables contextuales y estructurales ante cualquier acción política, fundamentalmente las emanadas desde los Estados.

Entonces, mientras los principales espacios políticos no convengan cómo resolver estos problemas sistémicos, los partidos gobernantes se van a ir chocando indefinidamente con la misma piedra.