La vida empieza a los 80: la importancia del voto
Raúl Toriggia
Para todos aquellos que hemos vivido muchos años de dictadura, en un sube y baja que parecía nunca acabar, con miles de muertos, desaparecidos, torturados, de un lado y de otro, con fusilamientos, con condenas populares seguidas de muerte, con proscripciones, sin la libertad de elegir, con las urnas bien guardadas, como dijera el general Leopoldo Fortunato Galtieri en 1981, no podemos olvidarnos como nos costó, cuanto perdimos por no poder votar libremente por quien entendiéramos, equivocados o no, que podía mejorar nuestras vidas.
Este año se cumplen 40 años de recuperar ese derecho y a pesar de que más de un 60% de la población actual, según el incompleto censo 2022, es menor de 40 años, podemos decir sin lugar a equivocarnos que la mitad de la población mayor de 16 años, que es la que puede votar, pudo conocer lo que es vivir sin la libertad de elegir.
Uno puede tener una ideología de izquierda, de derecha, de centroderecha o centroizquierda, puede creer que el estado debe resolverlo todo, o que debemos vivir una economía de mercado, puede creer en el populismo, o en una democracia republicana. Es claro que eso importa, pero debe votar por lo que lo represente, o en todo caso, por aquello que crea menos malo.
El voto en blanco se justificó cuando existía proscripción y había una persona o un partido que no podía presentarse a la elección, no por un problema con la justicia, sino porque el gobierno autocrático de ese momento lo impedía. Pero en estas elecciones no hay proscripciones, entonces el voto en blanco pretende representar a los que están desencantados, y no es así.
Si estamos desencantados de los políticos actuales, elijamos a quienes creamos menos malos, pero elijamos, o alguien elegirá por nosotros y entonces no podremos cambiar nunca, elijamos y exijamos, la democracia es la menos mala de las formas de gobierno, y si no miremos, a Venezuela, Irán, Cuba, Nicaragua, recordemos a Hitler, a Mussolini, a Stalin, y para fijarnos en nuestro espejo, recordemos el bombardeo a la Plaza de Mayo en 1955 y los fusilamientos del general Valle y el fusilamiento de civiles en el basural de José León Suarez en 1956, el derrocamiento de presidentes elegidos por el pueblo, Hipólito Yrigoyen en 1930, Ramón Castillo en 1943, Juan Domingo Perón en 1955, Arturo Frondizi en 1962, Arturo Illia en 1966, Isabel Martínez de Perón en 1975.
Recordemos los autoritarios y fracasados gobiernos de nuestros presidentes de facto, José Félix Uriburu, 1930, Arturo Rawson, Pedro Pablo Ramírez, Edelmiro Julián Farrell los tres durante 1943, Eduardo Lonardi, Pedro Eugenio Aramburu, ambos en 1955, Juan Carlos Onganía en 1966, Roberto Marcelo Levingston en 1970, Alejandro Agustín Lanusse en 1971, Jorge Rafael Videla desde el 29 de marzo de 1976 al 29 de marzo de 1981, Roberto Eduardo Viola y Leopoldo Fortunato Galtieri, ambos en 1981 y Reynaldo Benito Bignone en 1982, para no recordar a los interinos.
Hay gente que vota por el partido que está seguro que no llega al 1%, o vota en blanco, o simplemente no va a votar porque pretende tener el derecho de criticar, cualquiera sea el elegido, porque el no lo votó, y créanme, es todo lo contrario, tenemos que votar y exigir a quienes elegimos para que cambien esta realidad que nos ha llevado de ser uno de los primeros países del mundo hace poco más de 100 años, a ser uno de los últimos.
Hoy estuve en una confitería de Recoleta, donde se vivía un mundo "ideal", la gente reía, los niños jugaban, los turistas se sorprendían viendo a un artista callejero tocando el saxo, bajo el enorme ombú, un hombre maduro bailando a su compás, y poco después a un turista cantando una ópera y siendo aplaudido por un conjunto de ciudadanos que parecían estar felices, pero a menos de 10 cuadras de allí, en la Villa 31, hay un mundo hostil en donde miles de ciudadanos decentes tratan de sobrevivir, comiendo una vez al día, con chicos que en lugar de estudiar o trabajar, son soldaditos del narcotráfico.
Y a sólo pocos kilómetros una realidad de millones de personas viviendo en casas inseguras, generalmente apropiadas, con calles de tierra, sin cloacas, sin agua corriente, sin gas, con una inseguridad que no les permite ni siquiera poder ir a trabajar sin temor, o juntando comida y ropa de los tachos de basura, cartoneando o como le dicen ahora, siendo trabajadores sociales, con un pasado triste, un presente insoportable y sin futuro.
Esa desigualdad, se consiguió a través de los últimos años (algunos dicen 78, otros dicen 68, según su ideología), pero de cualquier manera no ha sido un gobierno, no ha sido un partido, no ha sido una idea, sino que es una anticultura, donde el esfuerzo, el mérito, el trabajo, se ha cambiado por vivir de la dádiva, el dejar de pertenecer, el amiguismo, en fin, nos hemos convertido en una sociedad cada vez más desigual, y nos parecemos cada vez más a un país con dos clases, la acomodada, y la condenada a una vida miserable.
¿Cómo salimos de esto? Votando. Los políticos actuales podrán no gustarnos, en realidad hay quienes, en los distintos partidos, han trabajado como servidores del pueblo, y otros muchos han usado al pueblo para enriquecerse, es cierto, pero también es cierto que sólo la política nos podrá sacar de esta encrucijada.
Busquemos a aquellos que pensemos que quieren cambiar (Y cuando hablo de cambio no me refiero a determinada coalición, sino a un verdadero cambio de cultura), porque sin cambio de cultura, no importa el partido, no habrá solución. Sin cambio de cultura será seguir chocando contra la misma piedra. Alejémonos de aquellos que nos dicen que no hay que votar, de aquellos que nos quieren asustar porque le tienen miedo a terminar con la idea de "vivir con lo nuestro", en un mundo globalizado.
Empecemos a trabajar para un país, que dé casa, abrigo, comida, estudio y trabajo y sobre todo posibilidad de crecer socialmente, a un pueblo que hoy está sometido por una pobreza que no le permite pensar con libertad en un país mejor, porque está preocupado por comer y sigue votando a quién piensa que le garantiza esa comida, sin darse cuenta que lo ha traído hasta aquí, y el sometimiento será cada vez mayor.
Absolutamente todos los gobiernos han llegado al poder con promesas de solución, pero se han ido con mayor pobreza, menos trabajo, menos estudio, menos salud, más inseguridad. El error es pensar que podamos cambiar no votando, justamente es nuestro voto el grito nuestro que cada cuatro años puede elegir a los ejecutivos, y cada dos años puede elegir a nuestros legisladores.
Los que estén leyendo esta nota, y hayan pensado en no votar, decidan cambiar su decisión, serán cada uno artífice de su propio destino, que podrá ser mejor que lo que está viviendo, porque hemos llegado a una encrucijada, a un punto de no retorno, si nos alejamos de la política.
Recuerden el juramento de los que al final serán electos:
Se le pregunta: "¿Juráis desempeñar con lealtad y patriotismo vuestro cargo y observar y hacer observar fielmente la Constitución de la Nación Argentina?". A la respuesta de "Sí, juro", la fórmula dice "Si así no lo hicieras Dios y la Patria os lo demanden"
A Dios dejémoslo tranquilo, en algún momento se hará cargo, pero nosotros cumplamos con nuestro derecho y nuestra obligación de elegir, y de demandar a quienes no cumplan.
Que así sea.