Cacho Fernández

cfernandez@elpopular.com.ar

En pleno año electoral, el ecosistema de Cambiemos está enrarecido. El peronismo atraviesa una realidad semejante.

Por un lado, nunca tanto como ahora, el liderazgo de Mauricio Macri se vio tan afectado por la mala praxis de su modelo económico, fundamentalmente, y por haber insistido con una metodología que no solo está fallando ahora sino que este paradigma fue siempre una calamidad para las mayorías populares.

En general sobreviene luego de una etapa del denominado "populismo", con emisión, consumo y distribucionismo forzado y una lamentable institucionalidad.

El péndulo viene oscilando de un extremo a otro, otorgando paraísos ilusorios y efímeros al pueblo y luego ajustes impiadosos que sobrevienen como una especie de escarmiento por el disfrute anterior.

Cristina sigue sufriendo un rechazo formidable, pero Macri no se queda atrás. Según el encuestador Gustavo Córdoba, sería la primera vez que se enfrentan dos candidatos que perderían en la segunda vuelta contra cualquier otro oponente. Es decir, dos "candidatos Condorcet" así denominados por Córdoba, recordando aquel político francés que ganaba siempre en primera vuelta pero perdia irremediablemente en el balotaje.

Por lo tanto, el escenario nacional está hoy copado por dos líderes que encarnan sendos fracasos. Votarlos, para el encuestador, sería elegir por el pasado y hoy la gente "está prefiriendo el futuro". ¿Es tan así?

¿Blancos y negros?

Los principales exponentes de Cambiemos alientan la grieta y la polarización porque es la única manera de mantenerlo con vida a Macri. Todo es un reflejo de lo opuesto, decía Borges, Judas es Judas por Cristo y a la inversa, aunque sin connotaciones personales. En la política, nadie es Judas y nadie es Cristo. Los malos y los buenos son para las películas de clase B o Z, o para el romanticismo literario. Ni Jean Valjean de "Los miserables" de Víctor Hugo es tan bueno ni el jefe policial es tan malo. Ojalá la realidad sea tan simple como la pintaba el escritor francés. Pero la identidad de uno depende del otro y mucho más en esta Argentina de hoy. Valorar es comparar. Es muy dificil establecer un juicio de valor sin hacer una comparación.

Lo cierto, como lo estudió Gustavo Córdoba, "cuando sacamos a Cristina del escenario, Macri se cae". Y algo parecido debería ocurrir a la inversa.

No en vano la estrategia de Cambiemos es la de colisionar dos modelos, el de Cristina y el de Cambiemos, y se encargan de subrayar que "no hay otro alternativo" como afirma el senador Juan Pablo Allan. Es tan importante Cristina para Macri que cuando se la quita del escenario, los números de Macri caen de manera significativa. Más aún, la ex presidenta es la que lo sostiene.

De todos modos, según una encuesta del mismo Córdoba, el 58 por ciento de los votantes no votaría ni a uno ni a otro candidato, y solo el 25 por ciento lo haría. Pero la realidad está colonizada por ambos y el peronismo no K, con todos los candidatos juntos, no suman lo que sí junta Cristina. Entonces, como se pregunta Gustavo Córdoba, ¿por qué se bajaría?, se preguntó, casi con una respuesta implícita.

La identidad radical

Con esta crisis que azota a Macri, si Vidal hubiese podido habría desdoblado las elecciones bonaerenses. La imagen del presidente podría perjudicarla, nadie duda de eso, pero dicen que la presionaron con el fondo del conurbano, allí donde Cristina se hace fuerte, para no hacerlo. Y quienes trasladan esa versión sostienen que "a María Eugenia no le quedó otra salida que ir con la boleta nacional". No en vano Gerardo Morales se animó a desdoblar y en Córdoba irían dos listas de Cambiemos para no enfrentarse en las Paso. El liderazgo interno de Macri tambalea y lo que pasó en La Pampa fue la muestra de este fenómeno.

No se trata de un proceso natural sino que está provocado por el afán del radicalismo de diferenciarse del Gobierno, y sin Paso o sin marcar esas diferencias, el radicalismo corre el riesgo de pasar a ser un partido del ajuste y del liberalismo económico, algo que desmentiría su rol y su propia génesis histórica.

En tanto, Martín Lousteau se afianza como rival interno de Macri por su perfil de economista, un atributo que se le atribuía a Macri por su rol empresarial y, cuando se suponía que los inconvenientes de Cambiemos pasarían por la gobernabilidad y lo político, fueron en cambio exclusivamente económicos.

Tinelli llega tarde

En medio de esta sociedad dividida y fragmentada, Alternativa Federal todavia busca candidato, en la Nación y aquí también. En los últimos días irrumpió la figura de Marcelo Tinelli, pero parece que ha llegado tarde. Según los últimos sondeos, el animador televisivo aparece como una figura "muy y mal conocida", es decir, casi sin posibilidades.

El más firme en lo local parece ser José Eseverri, pero ya le salió al cruce Germán Aramburu, no se sabe si como competidor interno o, como una suerte de Juan el Bautista, para anunciar la llegada del mesías del espacio, esto es, José Eseverri. Es quien más mide entre el peronismo no K y hoy por hoy nadie podría ganarle una Primaria.

Pero José sigue dudando en lanzarse. Cree que todavía no es el tiempo de hacerlo, que es demasiado prematuro y que nadie lo hizo aún. "ni siquiera Vidal", dice.

Sin embargo, Ezequiel Galli sí ya lo hizo y asegura que la Gobernadora ya ha asegurado que quiere reelegir. El Intendente se ve polarizando con Federico Aguilera, replicando la dicotomía nacional entre Macri y Cristina Fernández. No se sabe si el jefe comunal sobreactúa el argumento oficial o si en verdad cree que el escenario olavarriense será definitivamente ese. Posiblemente lo pretenda porque la disputa con Eseverri sería casi por el mismo electorado.

El temor a los tercios

En tanto, el kirchnerismo intenta la unidad con todo el peronismo porque supone que Aguilera, con los votos del cristinismo duro, podria ganar cualquier Paso, y aún perdiendo con Eseverri, no sería una mala carta de presentación hacia arriba. Al menos para el diputado provincial, César Valicenti, quien a pesar de tener asegurado el primer lugar en la lista, sabe que gozaría de ciertos privilegios a la hora de los armados.

Si bien el cristinismo parece tener un techo muy cercano al piso, también es cierto que es el grupo mejor cohesionado dentro del pan-peronismo, y encima, con un electorado cautivo.

Valicenti corre con esa ventaja con respecto al resto del ecosistema peronista y por ello tal vez Galli lo ve como protagonista en la pelea de fondo.

Es probable que Eseverri le tema a un escenario de tres tercios porque lo podría favorecer el Intendente y que esa perspectiva lo haga dudar entre presentarse o no como candidato. Pero también es cierto que el ex jefe comunal no tendría otra alternativa de jugar si es que quiere conservar su porción de poder territorial. Al menos debería jugarse a meter tres concejales para hacerlo. Lo mismo debe pensar el cristinismo y el resultado sería algo parecido a lo que vaticinó Gustavo Córdoba a nivel nacional: una realidad fragmentada y demandante de diálogo permanente y "muñequeo" para garantizar la gobernabilidad. En síntesis, una futuro propicio para la política.

La estructura y el espanto

La realidad parece imitar el cerebro, profetizar Bill Gates, es decir, a través de una estructura binaria. Posiblemente, aquella dualidad entre radicales y peronistas se esté volviendo a armar, sólo que con dos frentes, y se cumpla la profecía de Néstor Kirchner de un espacio de centroizquierda y otro de centroderecha.

Como decía Emile Durkheim y por qué no Karl Marx, existe un mecanismo histórico que se sitúa más allá de las voluntades humanas, y que éstas sólo deben interpretar el timing histórico para no fallar. Marx decía que el hombre es artífice de la historia, pero su visión es netamente estructuralista y a los seres humanos les adjudica un rol secundario. Y el mecanismo histórico en la Argentina parece volver a construir aquella oposicion que siempre estuvo entre dos posturas irreductibles. Saavedristas contra morenistas, Federales vs. unitarios luego, conservadores contra radicales, éstos contra los peronistas y ahora dos coaliciones enfrentadas pero remedando la dicotomía anterior.

La disonancia la produce Cristina quien por su sola presencia divide uno de los espacios. Pero el mecanismo de la historia es más fuerte y los actores tendrán que acomodarse a la estructura porque en ello se basa su supervivencia. O Cristina deberá ceder si no quiere extinguir al cristinismo o el resto del peronismo deberá hallar un punto de contacto con ella para no condenarse a una interminable derrota.

Lo mismo pasaría entre Macri y los radicales, sólo que menos emocional. Fue Córdoba la provincia que lo hizo presidente de la Nación por los 50 puntos de ventaja que sacó en esa provincia mediterránea, pero hoy esa diferencia decisiva se le achicó a 45 puntos. Entonces, a Macri no le queda otra alternativa que cerrar con los radicales y recíprocamente. El interés es el mismo pero la ventaja de Cambiemos es que la puja está menos contaminada por las emociones. Para colmo, Cristina acapara todo el voto castigo a Macri, al menos en la provincia de Buenos Aires. Entonces, tanto a Cambiemos como al peronismo no los va a unir el amor sino el espanto borgiano, y por qué no la determinación estructural de la mecánica histórica.