Sierra Chica: historias anecdóticas y de las otras que pintan la aldea carcelaria
Claudia Rafael
Hay marcas tatuadas en la historia de la unidad penal 2 de Sierra Chica que, de algún modo, definen premonitoriamente su historia. El siglo XIX se estaba sacudiendo sus últimas telarañas cuando en un pozo de esa temible cárcel el "celador" Jesús Guerra Bedragón apareció flotando y ocho guardias terminaron detenidos por su muerte. Muchas otras veces, a lo largo de la historia que los muros y pabellones protagonizarían durante los 120 años posteriores, hubo ajustes de cuenta entre guardiacárceles (no sólo entre presos) o apretadas violentas por intentar incumplir con los mandatos no escritos de robar para la corona o para bolsillos propios. Los archivos que ofrece el libro de los 100 años de El Popular, da cuenta de innumerables historias de aceitada corruptela con ligazón, incluso, con los contextos y poderes políticos de cada época. Por caso, cuando hacia 1937, en el marco del "fraude patriótico" el director carcelario "Adrián Borthagaray, por ejemplo, se plantó en el pasillo que conducía al cuarto oscuro para arrebatar los sobres de los votantes y colocarles dentro la papeleta oficialista". Cuatro años más tarde, el mismo Borthagaray sería desprolijamente cortado a hachazos por un preso ayudante que cumplía una pena de 16 años por un homicidio en Lincoln.
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