Sentir el crujir de cada hoja nos hace encontrar la melodía perfecta de la naturaleza, porque para estar en sintonía con ella se necesita conectarnos con su música, aroma, texturas y sabores.

Una de las cosas más placenteras que se puede realizar en otoño es caminar o cubrirse el cuerpo sobre un colchón de hojas secas. Tanto el ruido crujiente, su aroma como la textura que se desprende inmediatamente al frágil quiebre de las hojas, produce sensaciones únicas. Esto nos permite relajarnos, nos invita a descubrir un mundo mágico con simples elementos básicos y esenciales que sirven para nutrir el suelo, las hojas además crean adecuadas condiciones para la reproducción de especies.

Nada como tomar unos minutos y tirarse sobre el suelo en un colchón mágico de hojas. Está comprobado científicamente que un paseo por el parque es más que una buena manera de pasar la tarde. Es un componente esencial para una "buena salud", es un descanso a la mente, es un momento de liberarnos de tensiones y preocupaciones.

En 1980, el psicólogo Stephen Kaplan y sus colaboradores de la Universidad de Michigan, Estados Unidos, realizaron pruebas científicas sobre los efectos de la naturaleza en el comportamiento humano. Entre otros resultados, descubrieron que estar en contacto con ambientes naturales contribuía a restaurar la capacidad del cerebro de concentrarse y favorece la atención.