Si bien el cuidado de la piel puede parecer un fenómeno de las personas adultas, especialmente una preocupación de las mujeres o de las madres para con sus hijos e hijas, se trata de un cuidado al que debemos prestarle atención durante toda nuestra vida, tanto aquellas personas con antecedentes de enfermedades dermatológicas como quienes no los tienen.

Desde muy pequeños, cuando empezamos a habitar el exterior, nuestra piel se encuentra en contacto con los rayos del sol, por eso, para no sufrir las consecuencias a largo plazo es tan importante prestarle atención desde una edad temprana.

"Las consultas siempre se intensifican durante la primavera y el verano, sin embargo, durante todo el año estamos expuestos y por eso lo que se recomienda es un control al año para toda la población, y dos o tres controles anuales para aquellas personas con algún factor particular –pacientes inmunosuprimidos, que tienen o tuvieron alguna enfermedad oncológica, o bien con antecedentes familiares de cáncer o algún tipo de patología en la piel", explicó Gabriel Noriega, Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Británico.

MARCAS, SEÑALES

En los controles dermatológicos los especialistas revisan toda la superficie corporal en busca de lunares o manchas que puedan resultar sospechosas o pasibles de ser extirpados.

Se revisa toda la piel, desde la punta de los pies hasta el cuero cabelludo. Incluso las plantas de los pies y las palmas de las manos.

También recomendamos hacerse, cada tanto, un autoexamen, que es un control al propio cuerpo para rastrear si hubo cambios en los lunares. En estos casos se observa el color, el borde, el tamaño y la forma de cada lunar, y si se registra algún cambio se recurre a un profesional", aclaró el especialista.

PROTECTOR SOLAR, LA MEJOR SOLUCIÓN

La piel tiene la capacidad de absorber la radiación ultravioleta, y esta acumulación tiene un efecto nocivo en la salud. Según afirmó Noriega, "la absorción de estos rayos genera cambios en el ADN, que predispone a las personas a desarrollar carcinomas o distintas patologías en la piel que ponen en riesgo nuestro bienestar".

Por más inocente que parezca, la exposición al sol es acumulativa, y los efectos negativos pueden tener impacto a futuro, muchos años después de haber sufrido la exposición.

"Las consecuencias van desde quemaduras de tipo A, superficiales, como un eritema –que es cuando la piel se enrojece-, hasta quemaduras más dañinas, de tipo B, que genera no sólo un daño inmediato sino un daño posterior. Las ampollas, que aparecen en este tipo de quemaduras, pueden infectarse y generar un daño permanente en la piel y en el cuerpo, así como dejar cicatrices", remarcó el especialista del Hospital Británico.

PREVENIR EL DAÑO

* Evitar la exposición directa al sol entre las once de la mañana y las cuatro de la tarde.

* Usar protector solar, aplicándolo dos veces por día en caso de no realizar actividad física ni sumergirse en el agua, y cada dos horas en caso de realizar este tipo de actividades.

* Elegir protectores de factor entre 30 y 50.

* Usar medios físicos –indumentaria, sombreros o gorras, anteojos de sol- para proteger el cuerpo, especialmente en el rango horario más peligroso.

* Tener en cuenta que en regiones más elevadas, como las zonas montañosas, la exposición a la radiación es mayor.