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En esta ocasión contemplamos a San José como padre en la acogida, seguimos poniéndonos en sus manos de padre y protector, meditando la carta "Patris Corde" que el papa Francisco nos envió para este año santo para que crezca en todos el amor a este gran santo, implorando su intercesión e imitando sus virtudes.

La misión de los santos no es solo conceder milagros y gracias, sino interceder por nosotros ante Dios. Nos ayudan para poder vivir la plenitud de la vida cristiana y la perfección de la caridad. Su vida es una prueba concreta de que es posible vivir el Evangelio.

José acogió a María sin poner condiciones previas. En este mundo donde la violencia psicológica, verbal y física sobre la mujer es evidente, José se presenta como figura de varón respetuoso, delicado que, aun no teniendo toda la información, se decide por la fama, dignidad y vida de María.

Muchas veces ocurren hechos en nuestra vida cuyo significado no entendemos. Nuestra primera reacción es a menudo de decepción y rebelión. José deja de lado sus razonamientos para dar paso a lo que acontece y, por más misterioso que le parezca, lo acoge, asume la responsabilidad y se reconcilia con su propia historia.

La vida espiritual de José no nos muestra una vía que explica, sino una vía que acoge. Sólo a partir de esta acogida, de esta reconciliación, podemos también intuir una historia más grande, un significado más profundo de la vida. La acogida de José nos invita a acoger a los demás, sin exclusiones, tal como son, con preferencia por los débiles, porque Dios elige lo que es débil. Es padre de los huérfanos y defensor de las viudas y nos ordena amar al extranjero.

¿Qué le diremos a San José?: enséñanos a acoger la vida de nuestro hermano tal como viene, con sus luces y sus sombras, y ayúdanos a ver a Jesús. Pidámosle que nos regale poder imitar su vida. Que podamos crecer en nuestra vida cristiana buscando la conversión de nuestro corazón. Que él, que amó inmensamente a María y a Jesús, nos ayude también a nosotros a amar de este modo a la Virgen y a su Hijo.

En el marco del año de San José, la Penitenciaría Apostólica, a través de un decreto, otorga el don de las Indulgencias. La indulgencia plenaria se concede en las condiciones habituales -confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Santo Padre- a los fieles que, con espíritu desprendido de cualquier pecado, participen en el Año de San José en las celebraciones ofrecidas en su honor.

(*) Colaboración - Misioneras de la Inmaculada Padre Kolbe.