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En este año de San José seguimos poniéndonos en sus manos de padre y protector, meditando la carta "Patris Corde" que el papa Francisco nos envió para este año santo. El objetivo de esta carta apostólica es que crezca el amor a este gran santo, para ser impulsados a implorar su intercesión e imitar sus virtudes.

La misión de los santos no es solo conceder milagros y gracias, sino interceder por nosotros ante Dios. Nos ayudan para poder vivir la plenitud de la vida cristiana y la perfección de la caridad. Su vida es una prueba concreta de que es posible vivir el Evangelio.

Contemplamos a San José como padre en la obediencia. Así como Dios hizo con María cuando le manifestó su plan de salvación, también a José le reveló sus designios y lo hizo a través de sueños. En el primer sueño, José estaba muy angustiado por el embarazo incomprensible de María. El ángel lo ayudó a resolver su grave dilema. El evangelio nos dice que "Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado" y tomo a María por esposa. Con la obediencia superó su drama y salvó a María.

En el segundo sueño el ángel ordenó a José que tomara al niño y a su madre, y que huyeran a Egipto. José no dudó en obedecer, sin cuestionarse acerca de las dificultades que podía encontrar. En Egipto, José esperó con confianza y paciencia el aviso prometido por el ángel para regresar a su país. Y cuando en un tercer sueño el mensajero divino le ordenó que se levantara, que volvieran a la tierra de Israel, él una vez más obedeció sin vacilar.

En cada circunstancia de su vida, José supo pronunciar su "fiat", su sí, su "hágase en mí", como María en la Anunciación y Jesús en Getsemaní. San José, en tu escuela de obediencia queremos aprender también nosotros a hacer la voluntad de nuestro Dios y colaborar con lo poco que tenemos en el misterio de salvación.

Roguemos a San José que nos regale poder imitar su vida. Que podamos crecer en nuestra vida cristiana buscando la conversión de nuestro corazón. José amó inmensamente a María y a Jesús. Pidámosle que también nosotros podamos amar de este modo a la Virgen y a su Hijo.

En el marco del año de San José, la Penitenciaría Apostólica, a través de un decreto, otorga el don de las Indulgencias. La indulgencia plenaria se concede en las condiciones habituales -confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Santo Padre- a los fieles que, con espíritu desprendido de cualquier pecado, participen en el Año de San José en las celebraciones ofrecidas en su honor.