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Esta fiesta fue instaurada por el papa Urbano IV en el año 1264, "con el fin de tributarle a la Eucaristía un culto público y solemne de adoración, amor y gratitud". En la Hostia consagrada, Jesús se encuentra presente en alma, cuerpo, corazón y divinidad. Adorar a Jesucristo que se hizo pan partido por amor, es el escudo más sólido contra las idolatrías de ayer y de hoy.

Decía Monseñor Angelelli: "Una de las presencias de Cristo entre los hombres, la más estupenda, es su presencia en la EUCARISTIA. Allí está real y verdaderamente presente bajo las apariencias de pan y vino…Por eso los cristianos celebramos de una manera especial la festividad del Santísimo Cuerpo de Cristo – el Corpus-". Por eso, nos inclinamos ante Dios que primero se ha inclinado hacia el hombre, para socorrerle y devolverle la vida y se ha arrodillado ante nosotros para lavarnos nuestros pies sucios.

En el acto personal del encuentro con el Señor madura también la misión social contenida en la Eucaristía, que rompe las barreras que nos separan de los hermanos. La Eucaristía es el sacramento de Dios que no nos deja solos en el camino, sino que nos acompaña y nos indica la dirección.

Adorar el cuerpo de Cristo es creer que allí, en ese pedazo de pan, se encuentra realmente Cristo, el cual da verdaderamente sentido a la vida, al inmenso universo y a la criatura más pequeña, a toda la historia humana y a la existencia más breve. La adoración es la oración que prolonga la celebración y la comunión eucarística, en ella el alma sigue alimentándose: se alimenta de amor, verdad, paz, se alimenta de esperanza, porque Aquel ante quien nos postramos no nos juzga, sino que nos libera y nos transforma.

Cuando recibimos la Eucaristía y cuando adoramos al Santísimo Sacramento, entramos en comunión con la Santísima Trinidad, para llegar a ser lo que recibimos y vivir en comunión con la Iglesia. La transformación del pan y el vino en Cuerpo y Sangre de Jesús, se nos dan para que también nosotros mismos, seamos transformados. Comiendo un único Pan llegamos a ser entre nosotros un único cuerpo.

La Eucaristía es el punto de referencia de la mente y el corazón de todos los cristianos y el lugar de encuentro con Cristo y con los demás hermanos, la fuente de la caridad y el fundamento de la unidad de la Iglesia. Quedate con nosotros Jesús y que tu fidelidad sostenga nuestra esperanza, así, seremos familia.

"De la adoración perpetua surge un caudal ininterrumpido de oración. La oración es el poder más grande del universo, capaz de transformar a cada uno de nosotros, capaz de cambiar la faz de la tierra". (San Maximiliano Kolbe).

(*) Consagrada a la Virgen, Tandil