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En la provincia de Corrientes, al norte de la Argentina, se ha desarrollado una devoción mariana que ha conmovido a los corazones de los argentinos por siglos. Basada en la unión entre indio y español, entre habitantes del lugar y colonizadores, Ella ha unido a la gente alrededor del amor por Su Hijo. Y como ocurrió en Guadalupe y en otros lugares, las conversiones siguieron el camino de María.

María, como siempre y por siempre, es el camino a Jesús. Ella nos enseña a amarlo, a tenerlo en el corazón. Y mientras El crece en nuestro interior, los frutos son la prueba tangible de su presencia. Dice el papa Francisco: "María, mujer de la acción, haz que nuestras manos y nuestros pies se muevan ‘rápido’ hacia los otros, para llevar la caridad y el amor de tu Hijo Jesús, para llevar como tú, en el mundo la luz del Evangelio".

El culto a la Virgen de Itatí fue introducido en 1615 por el sacerdote franciscano Luis de Bolaños. Sin embargo, los franciscanos emigraron hacia el sur debido a los constantes ataques de los indios guaraníes, llevando consigo la imagen de la Virgen y así llegaron a la región de Yaguarí, donde estaba la reducción de otro franciscano, fray Luis Gámez. En ese lugar levantaron un oratorio y colocaron a la Virgen, pero un ataque de aborígenes hostiles destruyó el lugar, y la imagen de la Virgen Inmaculada desapareció.

Según la tradición, la imagen fue encontrada en el río Paraná por un grupo de indios. Estos vieron a la Virgen Inmaculada sobre una piedra rodeada de una luz muy brillante. Fray Gámez ordenó el inmediato traslado de la figura a la reducción, pero la imagen volvió a desaparecer en dos ocasiones, retornando a su lugar cerca del río. Los religiosos comprendieron cuál era la voluntad de la Santa Madre y se dispuso el traslado del asentamiento a esos parajes, que luego se comenzaron a denominar Itatí.

Desde entonces, miles de peregrinos la celebran el 9 de julio y visitan cada 16 de julio a esta imagen en su enorme Basílica a pocos metros del río Paraná.

La imagen de la Virgen de Itatí está tallada corporalmente en timbó y el rostro en nogal. Mide 1,26 metros, y representa una Virgen de cabello negro, de pie sobre una media luna, con las manos juntas en posición de oración, con un rosario rodeándolas.

Admiremos la hermosura de la Virgencita de Itatí, en el amor de sus hijos. Dolor y devoción nos llevan al Amor, al Amor verdadero. No podemos olvidar a quienes, por siglos, acudieron a María ante la necesidad, ante el pedido desesperado. Pero Ella es la Madre de la esperanza, de la fe renovada. En Itatí se reúnen aquellos que tienen su fe puesta en el poder de Dios, al que se llega por la confianza depositada ante su Madre.

(*) Voluntario de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.