SELECCIÓN ARGENTINA: LO POSITIVO DE LA ALTURA Y LOS MITOS DERRIBADOS
Contra Bolivia, el Campeón del Mundo ganó mucho más que tres puntos: sin Messi también se puede.
LA SELECCIÓN ARGENTINA eligió el lugar menos pensado para inspirar profundo, llenarse de oxígeno los pulmones y gritar bien fuerte que todo está en orden. Más allá de las elucubraciones previas sobre los consabidos efectos negativos de la altura para los deportistas que no están acostumbrados a tal circunstancia natural, el aire triunfal de la Scaloneta alcanzó y sobró para paliar cualquier dificultad respiratoria.
Todos sabían que la altitud podía ser una contra, pero nadie, con el entrenador Lionel Scaloni a la cabeza, quiso ponerlo como excusa previa como para abrir el paraguas de un posible revés en La Paz. Lo reconocieron, sí, pero lo tomaron como un impedimento más que este equipo, absolutamente confiado en la fortaleza que le sobra para afrontar cualquier desafío, podía minimizar a base de fútbol.
Así que, el primer mito, el de los efectos "anti-Scaloneta" de la altura, fue derribado. El segundo, quizá más fuerte todavía desde el lado pesimista del inconsciente colectivo, también quedó hecho trizas: ¿cómo reaccionaría el equipo sin Lionel Messi?
Con el equipo todavía en Buenos Aires comenzó a rondar la posibilidad de que el capitán no viajara y después Scaloni despejó toda duda. Pero una vez en Bolivia junto con sus compañeros, la idea más instalada era la de que no sería titular y que integraría el banco. Finalmente la decisión fue que ni siquiera fuera suplente.
Por supuesto que la magia del mejor jugador del mundo no estuvo, pero aparecieron trucos de otros ilusionistas de gran calibre, con Ángel Di María a la cabeza, y el conjunto funcionó tan bien que el propio Messi, enfundado en el camperón azul con el escudo de las tres estrellas estampado del lado del corazón, no tuvo de qué preocuparse. Fue otro más de las decenas de miles de privilegiados espectadores que podrán decir: "yo estuve" en el Hernando Siles para ver a la orquesta de Scaloni interpretar su enésima sinfonía.
Hace 27 años, Daniel Passarella acuñó una frase que quedó inmortalizada y se recuerda cada vez que la Selección Nacional está por entablar un compromiso en los 3.650 metros de la ciudad boliviana: "La pelota no dobla", dijo, para justificar la imposibilidad de desarrollar normalmente la práctica del fútbol. Así que otro mito fue derribado: la pelota dobló, frenó, circuló y, sobre todo, entró. Entró 3 veces al arco rival, y pudo haberlo hecho en varias ocasiones más para hacer la tarde del 12 de septiembre de 2023 más inolvidable de lo que fue.
Corrección: lo inolvidable no fue sólo la tarde en sí misma. También lo fue el período de casi 48 horas que el plantel de los campeones permaneció en La Paz. Una paz, valga el juego de palabras, que fue alterada por la llegada y estadía de esta suerte de ídolos de rock, más que futbolistas, con Mick Jagger... perdón, Leo Messi a la cabeza.
Salvo por la pirotecnia de la madrugada del martes que quiso desvelar a los inspirados jugadores argentinos y que fue una aislada muestra de hostilidad, el ambiente resultó inédito. La gente invadió las inmediaciones del hotel en que se alojó el plantel para expresar afecto. Vistieron camisetas blanquicelestes y fue una rareza ver una casaca verde. Portaron pancartas con leyendas a favor del Mesías y emitieron esos agudos gritos fanatizados cada vez que una silueta enfundada en conjunto azul y celeste traspuso las fronteras del lobby.
El fenómeno Messi todo lo puede y lo pudo otra vez. Hasta en el estadio se vendía merchandising celeste y blanco, y muchos asistieron luciendo el nuevo color de moda: el rosa de Inter Miami.
Lo único que no pudo el fenómeno Messi fue bloquear el funcionamiento aplastante y dominador de un equipo capaz de todo, con la confianza, la moral y el hambre de gloria mucho más arriba de lo que indican los 3.650 metros de La Paz. Allá, bien alto, en la cima del fútbol de hoy.
La calidad por las nubes, sí. Pero los pies sobre la tierra. El conjunto se sabe fuerte. El más fuerte de todos. Pero no se la cree. Y esa es la mejor manera de conservar, aumentar y prolongar su grandeza.