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"Hace noventa años, el Señor Jesús se manifestó a santa Faustina Kowalska, confiándole un mensaje especial de la Divina Misericordia. A través de san Juan Pablo II, ese mensaje ha llegado a todo el mundo, y no es otro que el Evangelio de Jesucristo, muerto y resucitado, que nos da la misericordia del Padre. Abramos nuestro corazón a Él, diciendo con fe: "Jesús, confío en ti." (Papa Francisco).

Seguramente muchos de nosotros podemos conocer todos los datos, citas, oraciones y palabras que el mismo Jesucristo reveló a Santa Faustina, pero ¿sabemos realmente que es lo que nos ofrece nuestro amado Maestro cada día de nuestras vidas?, ¿sabemos que es la misericordia?, ¿la practicamos?, ¿entregamos nuestras miserias a nuestro Dios para que ilumine nuestras oscuridades? Jesús le dijo a Santa Faustina: ‘Yo soy el amor y la misericordia misma; no existe miseria que pueda medirse con mi misericordia’ (Diario, 14 septiembre 1937)".

El papa Francisco nos dice: "En la vida avanzamos a tientas, como un niño que empieza a caminar, pero se cae, y se cae una y otra vez, pero siempre está listo el papá, que lo levanta de nuevo, esa mano que siempre nos levanta es la misericordia. Dios sabe que sin misericordia nos quedamos tirados en el suelo, que para caminar necesitamos que vuelvan a ponernos en pie." Misericordia es amar y es amar más allá de lo fácil, de lo lógico, de lo que apetece. Misericordia es el estilo de vivir del Padre, por lo tanto, es el estilo con el que se identifican los hijos de Dios.

En la carta de convocación al Año Jubilar de la Misericordia (2016), el papa Francisco nos decía: "La misericordia es el rostro de Dios, es fuente de alegría, de serenidad, de paz", nosotros tenemos la preciosa responsabilidad de anunciar esto a los demás, que ellos también experimenten el jubileo y comiencen a reconocerse misericordiosos como el Padre. "La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros. Él se siente responsable, es decir, desea nuestro bien y quiere vernos felices, colmados de alegría, serenos...". Por ello también es la nuestra.

Podríamos preguntamos: ¿queremos ser sembradores de misericordia? Sembrar este amor que Jesús ha puesto en nuestro corazón para que lo regalemos a los demás como Él nos lo regala a nosotros. Las semillas de misericordia son como un granito de mostaza, algo muy muy pequeño, pero que cuando cae en tierra da mucho fruto. Tenemos la oportunidad de sembrar muchas pequeñas semillas de misericordia, de hacer muchos gestos de misericordia a lo largo del día; puede ser a través de una mirada, de una palabra, de una obra concreta, podemos convertirnos en sembradores de misericordia. ¿Cuál es el campo para sembrar? Nuestro campo es la familia, los amigos, los vecinos, sembrar siempre, a tiempo y a destiempo, y pronto las semillas darán fruto.

¿Cuál será el fruto? Personas felices de verdad, que viven con alegría, con gratitud, con sencillez, con paz, con esperanza, sembradores de misericordia. ¿Y si hacemos una cadena muy larga, muy larga?... ¿te apuntás? ¡Buena siembra!

(*) Samanta Peralta, consagrada a la Virgen, Tandil.