En la tinta de Silvia se trasluce un homenaje a todos los inmigrantes que llegaron a la Argentina e hicieron un país maravilloso.

"Felipe Herbosa nació en el año 1890 en un pueblo muy pequeño llamado Higon, en la provincia de Burgos, España. Entre los 12 y 16 años, escapando de la hambruna que había en ese país, subió a un barco en el cual pelaba papas y lo trajo a la Argentina; supuestamente con un familiar del lado materno mayor de edad llegaron al puerto de Bahía Blanca y comenzaron a la deriva una ruta que llegaría hasta Pringles, donde fallece el mayor (dato que nunca averigüé en esa ciudad)", cuenta.

"El siguió solo y llegó a La Madrid, donde comenzó a trabajar de carnicero con don Eduardo Caporale, ése fue el oficio que aprendió aquí. Se casó y tuvo sus hijos con Juana, de los cuales hoy solo queda Pilar y una gran descendencia familiar, todos de ese solo inmigrante español", repasa.

"Vivió siempre frente a las vías del paso a nivel sur, en ese triángulo que queda sobre calle Lavalle; la pared de su casa todavía está en pie, llena de enredaderas, y es la que divide la casa de la familia de ‘Catato’ Pugni. Yo lo conocí así, sentado en un banco conversando casi nada, mirando los trenes todo el tiempo con su infaltable vasito de vino. Suponemos que aquí se quedó por el nombre del pueblo. El nació cerca de Madrid, en España", menciona Silvia.

"Siempre me gustó mirar en tele o saber de personas que buscan su identidad, en ese momento ‘Gente que busca gente’ en España, ¡¡¡escribí y me contestaron!!! No podía acceder a él porque no habría un encuentro, era una historia; me aconsejaron del programa que me dirigiera al alcalde del lugar por datos. Así lo hice, poco a poco", detalla.

"Escribí una carta y cuando llega a ese país y la toma el cartero se da cuenta que Higon no tiene alcalde, pero sí Santa Gadea que está a unos minutos de Higon. Entonces se la da a ese alcalde que conocía a la familia y al leerla se la da a Luis, uno de los sobrinos de mi abuelo. Al leer la carta me llama a la Argentina; la emoción que recibí fue tremenda... ¡gracias a ese cartero que se preocupó y no desechó mi carta con fotos y escrita a mano!", apunta.

"A partir de ahí comencé a pensar en el viaje tan soñado, algo que no estaba en mis planes para nada, sólo sentía la necesidad de unir los pedazos de su historia. El turismo no estaba en mis planes, sí la necesidad de ver a mi familia se fue dando en manera increíble", cuenta.

"La decisión, un crédito para pasajes en temporada baja, y un día subí atemorizada a ese avión que me llevaría a conocer mi historia, mis raíces y a entender lo que mi abuelo sentiría aquí solo, muy humilde, sin saber jamás de su familia. Podrían decir ¿no le importo? No fue así, porque al estar en el lugar uno comprende todo, lo que pude conocer en un mes fue lindo pero nada como estar en Higon, donde él estuvo", recopila.

"Había algo especial que no tiene explicación, determinados lugares donde no podía parar de llorar o no quería dejar de estar... alejado de la casa está el lavadero de ropa, donde el paisaje es hermoso. Allí lavaban sus ropas con agua que eternamente salía de una piedra y también las ovejas bebían el agua de esa fuente; mi sentimiento estaba allí, y hoy me recuerdo en el lugar en la fuente de arriba con una paz que me atraía", detalla.

"Agua con hierro donde fuimos a brindar porque Braulio, uno de mis queridos mayores, me decía que era maravillosa. Me contaron que la mamá de mi abuelo Felipe siempre lo esperó. Por ese tiempo de hambre algunos hijos se fueron a Francia, y otros quedaron en el pueblo, pero todos conectados menos Felipe, que jamás dio señales", menciona.

"Nunca pensaron ni nombraron a la Argentina; pensaban que estaría en Estados Unidos o esa zona. Fallecieron sin saber de él y mi abuelo, aquí en Argentina, lo mismo", indica.

"Mi sorpresa fue cuando me contaban de los nombres de los hermanos de mi abuelo: Juan, Pilar, Antonio, Domingo, Felipe, Julio etc., y Cecilia y Cipriano, sus padres. El, a medida que nacían sus hijos, les fue poniendo los nombres de sus padres y hermanos. Su primera hija, Cecilia, y su primer hijo, Cipriano; Domingo, mi padre, y así con todos, y nadie lo sabía aquí", se sorprende.

"Claro que los recordó siempre, no fue una casualidad. Pienso que la pobreza no lo dejó comunicarse, estoy segura", sostiene.

"Allí en su país hoy sus descendientes con los cuales pasé ese mes de mayo están muy bien. Son trabajadores, una familia clase media como diríamos nosotros; mi abuelo vino pobre y murió pobre. Su casa allí en Higon es hermosa, de piedra. Viven familiares todavía allí. Su paisaje bellísimo, solo tiene 300 hectáreas todo el pueblo y debe tener unas 10 casas, entre ellas la de Luis y su familia, Lali y Miguel, Amparito y su esposo, y mis primos. Ellos tienen vacas en los establos porque en invierno la nieve los tapa y el trabajo duro de las familias es increíble. Hay huertas, conejos; no hay negocios en mi pueblo, casi todo se producía; el panadero pasaba vendiendo el pan", indica.

"En el piso de arriba conservaban la cocina de antaño, que estaba en el suelo para encender el fuego. Claro, podría contar muchas cosas más, pero es imposible, son tantas, muchas...", remarca.

"Con este relato y fotos quisiera que los descendientes más jóvenes de familia Herbosa sepan cómo son sus raíces. Algunos seguramente ni lo sabían. Copien y guarden la historia. Somos muchos: más de 150 en La Madrid de un solo inmigrante que llegó desde tan lejos. Si miraba desde su casa en el pueblo, imaginábamos cuánto le habrá costado tan niño llegar al puerto de Santander y tomar ese barco que ni sabía adónde lo llevaría", dice.

"Mi agradecimiento a cada uno de mis primos de Higon, Madrid, Santander y País Vasco. Me brindaron sus casas, sus historias. Aprendí de ellos y prometí volver, pero aún no cumplí mi promesa; mi corazón sigue allí en todos los rincones que conocí, los llevo a todos conmigo, no los olvido nunca", apunta.

"Hay muchas sensaciones al pensar en Felipe Herbosa y es por el que hoy estamos todos aquí. Como mi historia, seguramente hay muchas que poblaron nuestro suelo, que trabajaron con esa nostalgia de dejarlo todo y comenzar de nuevo", cierra Silvia Herbosa.