Después de 9 años alejada de los escenarios, la cantante estadouniense Rihanna volvió. Y lo hizo a lo grande: en uno de los shows más populares del mundo – el Super Bowl- y con una noticia que enloqueció a los fans: está embarazada de su segundo hijo. Lo que sorprendió a todos es el hecho de que la artista no cobró por su participación en el mítico show de medio tiempo.

"No pagamos a los artistas", dijo un portavoz de la NFL a Forbes en 2016. Parece que la producción se encarga de los costos del espectáculo, pero no hay un cachet para el artista. Solo reciben un mínimo acordado por el sindicato, lo cual representa una cifra bajísima con respecto a lo que suelen cobrar artistas de la talla de Rihanna. 

Parece que el negocio es otro. El Super Bowl fue visto más de 123 millones de espectadores, lo cual lo convierte en un escenario al que cualquier performer mataría por ingresar. Las ganancias terminan saliendo del tremendo golpe de popularidad que reciben los convocados al Super Bowl. Más vistas en Spotify, Youtube y un engrosamiento de la imagen pública de los artistas. 

Claro que Rihanna supo capitalizar el cimbronazo de exposición. La cantante aprovechó para promocionar su marca Fenty Beauty, retocándose el maquillaje en medio del show. Durante su performance salió a la venta el labial líquido que usó en vivo. Teniendo en cuenta los negocios paralelos que se hacen con tremenda notoriedad y la calidad artística de los anteriores convocados- de Michael Jackson a Lady Gaga- el escenario del SuperBowl es un lugar al que todo artista quiere acceder.