Sztajnszrajber: "Hay que entender el distanciamiento sin que implique la disolución del lazo social"
Darío Sztajnszrajber se define como un emergente de Canal Encuentro, donde hizo el programa "Mentira la verdad", y quizás sea esa una de las maneras de presentarlo, esta vez para hablar de un libro como "Filosofía a martillazos 2" que vuelve a sus clases universitarias o disertaciones en
centros culturales, con un trabajo de edición que cuida el registro de oralidad y desgrana en cinco capítulos las formas en las que habitamos el sentido común.
Con la premisa de respetar el tono coloquial, Sztajnszrajber (Buenos Aires, 1968) trabajó en este libro editado por Paidós haciendo eje en cinco temas que dan nombre a cada capítulo: lo contemporáneo, la muerte, la amistad, el poder y el tiempo.
Este segundo tomo de "Filosofía a martillazos" alumbra las preguntas por la forma en la que nos relacionamos con la vida en una sociedad que nos determina, pero también nos permite repensar cuánto de nuevo tiene este presente a la hora de hacernos esas preguntas.
Sobre lo que nos inquieta de este presente, sobre cómo nos paramos frente a un tiempo que parece haberse transformado y sobre los aportes de la filosofía para resignificar registros, habló el autor con Télam en esta entrevista.
-Télam: Se trata de textos que fueron clases o presentaciones y mantienen el registro de oralidad.
¿Cómo fue la tarea de edición?
-Darío Sztajnszrajber: Hubo un trabajo de traducción y de edición muy grande. La tarea fue rescatar lo coloquial. Me parecía fundamental después de la experiencia de "Filosofía en 11 clases", que es un libro escrito en términos tradicionales, volver sobre algo que mucha de la gente que me
sigue rescata y es el tono coloquial de la clase presencial. La pregunta era cómo transmitir la sensación performativa de una clase en un texto, así que trabajé más en eso que en el contenido, que ya lo tenía trabajado.
Amplié algunos temas pero estuve muy obsesionado en que quien lo leyera supiera que estaba en el interior de la clase.
-T: Planteás que la ciencia alcanza el borde y la filosofía provoca un desborde. En estos meses, hubo demandas de respuestas para las dos con una exigencia fuerte en la ciencia. ¿Cómo pensás el aporte de la filosofía en relación a esas demandas?
-D.S.: No es lo mismo marzo que junio, que ahora: van cambiando mucho los sentidos. Algunos no pueden no leer el libro atravesado por lo que estamos viviendo pero en esa diversificación de reacciones hay otros que buscan abstraerse y entonces lo toman al revés. Hay una evidencia de que nunca somos los mismos, vamos mutando día a día, semana a semana. Ni hablar con
la influencia mediática permanente que nos lleva de un polo a otro de sensaciones como "esto es el fin del mundo" a "esto fue un veranito y se termina". Obviamente son tiempos para hacer filosofía. No es casual que la filosofía haya sido el primer lenguaje que salió a debatir públicamente.
Después mermó un poco y hubo una urgencia de pedirle a la ciencia una resolución inmediata y es una actitud poco científica porque es desconocer su trabajo. Le pedimos a la ciencia que actúe religiosamente porque estamos clamando, rogando el milagro de la vacuna. Estamos usando toda la gramática religiosa a la espera de una creación científica. No va a haber un milagro de la vacuna como una especie de Cristo universal que va a sanar a todo el mundo con un click. Nosotros vamos a la vacuna desde la narrativa religiosa, no desde la narrativa científica. Si fuese desde la narrativa
científica nos daríamos cuenta que los procesos son largos, contradictorios. La ciencia es ensayo y error. Ahí es donde la filosofía ayuda a pensar esas reacciones más rápidas que tienen que ver con cierta necesidad pero están muy potenciadas por los formatos mediáticos que son los que mejor aprovechan y han aprovechado esas urgencias cotidianas.
-T: Explicás cómo el poder se instala como verdad. ¿Cómo pensás las narrativas que se van configurando sobre este tiempo?
-D.S.: En el prólogo hablo de la necesidad de desagregar el combo pandemia-cuarentena que tiene una utilización muy sesgada. Los medios hegemónicos evalúan de manera muy distinta la crisis económica en Europa o en nuestro país. Si es en Europa, la responsabilidad de la crisis de la
economía es de la pandemia, la despersonalizan. Si hablan de la crisis económica argentina, hablan de la cuarentena. Ahí se genera la construcción de un sentido común donde mejor se establecen y afirman las formas de control social y de poder que, en la medida en que logra inmiscuirse como
sentido común, logra su cometido de invisibilizarse. Por eso está bueno ir a la filosofía porque su disonancia lleva a cierta radicalidad o exageración que, en términos nietzscheanos, son como martillazos que hacen pensar cierta gramática.
-T: ¿En la narrativa fueron apareciendo distinciones, no? Pienso en las diferencias entre distanciamiento, aislamiento o confinamiento.
D.S.: Estaba leyendo "La epidemia como política" de Agamben donde se pregunta por qué le decimos distanciamiento social a un distanciamiento físico si el distanciamiento físico es en la medida en que no circule el virus y no haya un contagio cuerpo a cuerpo. No es solo un distanciamiento físico porque detrás de una necesidad médica hay un aprovechamiento para
seguir fustigando por la disolución del lazo social. El tema es cómo salirse de eso y entender la necesidad del distanciamiento físico sin que implique la disolución del lazo social. Ese es el gran desafío y donde estamos perdiendo la batalla. El distanciamiento físico parece que implica
la construcción de un otro como enemigo permanente y constante. El gran desafío, para quienes creemos que la política es el encuentro con el otro, es doble porque a la cuestión propia de la pandemia se fue impregnando una idea de confinamiento más fuerte. El individualismo es una forma de confinamiento del sujeto en sí mismo y de negación del otro. La situación pandémica desplegó con mayor contundencia ese aspecto pero hay que trabajar para llevarlo a otro lado. Ahí hay un pendiente, algo perdido aún.