Tres lustros sin la gran Ana María Campoy, una actriz carismática
La actriz, nacida a bordo de un barco anclado en un puerto de Colombia, tenida a veces por española y con una extensa carrera en la Argentina, fue una figura esencial del teatro, el cine y la TV.
Pese a arrastrar problemas de salud, hasta sus últimos días siguió dictando clases de actuación en el porteño Teatro del Globo, en Marcelo T. de Alvear al 1100, a fuerza de pasión y voluntad, aunque ya mostraba serias dificultades para movilizarse.
Casada con su colega José Cibrián y madre de Pepe Cibrián Campoy, disfrutaba de su propio manejo del escenario -proveniente de sus padres actores-, conocía el momento exacto del resorte humorístico, poseía gracia natural y era una gran repentista aun en la vida real, como lo demostró en cierta entrevista en vivo con Mirtha Legrand.
Alguna vez hizo gala de su picardía para desembarazarse de un cronista que la llamaba por teléfono y con su inconfundible voz castiza, aunque poniendo voz de hombre, contestó: "La señora no está, yo soy el jardinero", y de ese modo inefable terminó un diálogo que no llegó a tener lugar.
Campoy falleció 18 días antes de cumplir 81 años en el capitalino Sanatorio de la Trinidad a causa de una neumonía reiterada que la afectaba desde hacía tiempo, y su partida fue un momento de enorme dolor en la colonia artística, justamente porque en esa época ya no tenía pares.
A los cuatro años ya actuaba en la compañía teatral que sus padres tenían en España y en su vida no hizo otra cosa que trabajar en su profesión, que ella definía como la de "un ilusionista que debe tratar permanentemente de que el público no advierta el secreto de la magia". Hija de actores españoles en gira, nació el 26 de julio de 1925 a bordo de un vapor japonés anclado en Colombia; al llegar a la mayoría de edad, tuvo la posibilidad de optar entre la ciudadanía española y la colombiana.
"Elegí esta última porque era y soy republicana -explicó en entrevistas periodísticas-. Estaba contra Franco y todo lo que él representaba. Además, confieso que me atrapó Bogotá, con su vegetación exuberante, el clima y la buena onda de la gente."
Debutó en el cine español con "Aurora de esperanza" (1937), de Antonio Sau Olite, cuando el conflicto bélico ya había comenzado, y siguió tras la derrota republicana con "La madre guapa", de Félix de Pomés, y "Un marido a precio fijo" (1942), de Gonzalo Delgrás, más "Es peligroso asomarse al exterior" (1946), de Arthur Duarte y Alejandro Ulloa, entre otros títulos. En el cine mexicano intervino en "Cinco rostros de mujer" (1947), junto a Arturo de Córdova, Pepita Serrador y Tita Merello, sobre un guión de los también argentinos Sixto Pondal Ríos y Carlos A. Olivari y la permanencia en ese país le permitió conocer a José Cibrián, su marido para toda la vida. (Télam)