El COVID-19 obligó a redefinir las formas de relacionarse y a buscar alternativas con algo de ingenio: así es la relación entre abuelos y nietos en tiempos de pandemia.

Belén Pacheco (*) / Especial para EL POPULAR

Las personas mayores, todos los días nos enseñan algo distinto, nos dan aquellas fuerzas que a veces nos impulsan a vivir. La cuarentena obligatoria comenzó a regir en territorio argentino desde el viernes 20 de marzo y aquel día será recordado por todos y constituirá un evento significativo en nuestras vidas. Los comercios descendieron sus ventanas, muchos profesionales de la salud dejaron de prestar sus servicios, las escuelas esa semana ya habían cerrado sus puertas y los abuelos dejaron de sentir ese cálido abrazo de sus nietos.

La gerontología en estos tiempos tiene por desafío trabajar y poner a disposición herramientas que permitan quebrantar los estereotipos, mitos y prejuicios negativos que atentan contra la vejez, garantizar el acceso a las nuevas tecnologías, promover los cuidados progresivos a largo plazo, prevenir y controlar factores de riesgos bio-psico-sociales y colaborar en el diseño de cómo retomar la participación de los adultos mayores luego del paulatino y gradual cese de restricciones.

Y aquí es donde me pregunto, ¿qué estrategias han incorporado las familias para mantener el contacto social lo más estrecho posible?, ¿será esto posible sostenerlo a lo largo del tiempo?, ¿qué daríamos por compartir esos asados de familia, la pasta de la abuela, el baile divertido del abuelo, el chiste del tío?

Estamos todos juntos en el camino de esta transformación que el virus nos invita. Es un proceso dinámico, lleno de altibajos donde existe poco tiempo para la falsa solidaridad pero sí lograr mayor autocompasión. Seguramente todos los días se emprenden viajes fantásticos con nietas y nietos a la distancia además de imaginar lo importante de registrar esta historia sin títulos, sin penas ni glorias sino con el objeto de curar o despojarse por breves momentos del incipiente malestar.

De esto saldremos victoriosos si apelamos a todo aquello que nos conecta con la vida, que nos permita exteriorizar sensibilidad, reconociendo nuestra vulnerabilidad y practicando gratitud por aquello que tenemos a pesar de la distancia. Olvidemos el que dirán, intentemos desechar el perfeccionismo de la vida y digamos a nuestros seres queridos lo mucho que los extrañamos aunque eso haga lagrimear.

Estar, pero de otra manera

Los nietos hacen sentir vivos y vitales a los adultos mayores. Les permite reencontrarse con ese niño juguetón que olvida, imagina, crea y ríe a pesar del dolor o la angustia. Los abuelos son ternura, son calma, paciencia y buen humor. Representan nuestra historia familiar, parte de la genealógica, son relatos sin fin, regalos curiosos y cuentos deliciosos.

Ambos se benefician en esta relación nutritiva e incondicional, abuelos y nietos. Por eso causa tanta congoja que este vínculo esté mediado por un cristal o por una pantalla de celular. El coronavirus ha cambiado nuestra forma de relacionarnos pero estamos a la espera de que el abrazo volverá.

"Cómo pensar que este bichito coartará mi libertad, mi independencia, mis salidas y tener que llegar al punto no poder ver a mis nietos" aunque "hablamos todos los días por celular pero no es lo mismo. No me llevo tan bien con la tecnología, sin embargo después de muchas indicaciones, errores y risas pude verle sus caritas a través de la pantalla. Estamos muy ansiosos todos de que esto para poder juntarnos, abrazarnos y que la nona les pueda dar muchos besos", admite con entusiasmo Carmen.

En el caso de Nidia, la sensación es compartida. "Un día les dijeron a nuestros nietos que no podían ir a la escuela, no ver a sus amigos ni ir a la plaza a jugar. También les dijeron que no podían ver a sus abuelos y así nos quedamos también los abuelos con el sentimiento encogido en el pecho. Nuestros nietos, tal vez con más capacidad de adaptación que nosotros a pesar de nuestra experiencia de vida, transformaron su amor en llamadas telefónicas, juegos cortos por videollamada, dibujos, incluso avioncitos de papel, que llegaron a nuestro balcón con frases ´abuela te quiero mucho´ y ´te extraño, abuelo, te amo hasta el cielo´. Expreso esta experiencia y se vuelve a estrujar mi corazón como el mismo día que recibimos esa expresión de amor y cariño".

En realidad, "ellos saben que estamos cuidándonos, que pronto estaremos juntos y volveremos a abrazarnos. Pero no sé si le daremos un abrazo al primer desconocido, como dice Mario Benedetti, sino que correremos a favor del encuentro y a mitad de camino para dar el abrazo esperado a nuestros amados nietos", analiza Nidia.

Porque la lágrima está envuelta en las ganas de volver a vernos, a tocarnos, porque el sentimiento está a flor de piel, porque aquello que hoy puede generar sosiego también manifiesta esperanza y ganas de seguir en este viaje sin bajar la guardia aunque el deseo de abrazar te queme. Por todo ello te invito a que juntos pensemos el camino para abrir las puertas, para recuperar la risa, desplegar las alas y regocijarnos en un abrazo que pronto vendrá.

(*) La licenciada Belén Pacheco es especialista en gerontología